Los políticos acartonados, sin muestra aparente de emociones y con poco contacto hacia la gente han quedado en el pasado; durante años se creyó que las emociones en el ámbito político eran obstáculos que debían ser evitados, y aunque desde la década de 1970 la psicología, la sociología y la antropología han estudiado los elementos emocionales y su injerencia en los cambios sociales, no fue sino hasta finales de los 90 que las campañas electorales entendieron que el material del que está hecho la política son emociones. Los políticos más recordados han sido aquellos que han hecho de sus discursos frases emitidas no sólo con las palabras y la entonación adecuada, sino con el sentimiento necesario; hemos inmortalizado las icónicas frases como “I have a dream” de Martin Luther King, pronunciada un 28 de agosto de 1963, “Yo veo un México con hambre y sed de justicia” del entonces candidato tricolor Luis Donaldo Colosio en 1994, “No preguntes que puede hacer tu país por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país” de la toma de posesión de John Fitzgerald Kennedy o el “Yes We Can” de Barack Obama en 2008, que inspiró a millones de voluntarios y donantes a unirse a su campaña. Todas las frases anteriores no rememoran sino sentimientos, no aluden a propuestas específicas de economía o comercio exterior sino a la esperanza, a los sueños que todos podemos alcanzar; hacen alegorías que se quedan grabadas en la mente de los votantes, que dan certeza y le generan empatía al candidato. Actualmente las campañas políticas continúan teniendo un gran impacto en la actividad de los votantes frente a las urnas; los electores recuerdan la actitud, la emoción y el sentimiento a la hora de elegir; ahora los candidatos y sus equipos deben optar por las palabras que emocionen, que acierten en los marcos conceptuales y que permitan una comunicación bidireccional en donde la experiencia política sea vista como una vivencia de pasión, ilusión y entusiasmo contagiosa. Hoy los aspirantes deben ser el centro emocional de la campaña, no sólo basta la preparación, el aspecto físico, o la buena dicción sino la transmisión de vitalidad y expresividad para ver en ellos a un líder comprometido que detone la fuerza de la participación para construir en equipo un gobierno eficaz. La principal función de los mítines, spots publicitarios y entrevistas debe ser el que los ciudadanos sean conmovidos, convencidos, dispuestos a actuar, votar y participar por una meta que adopten en común con el candidato; es así como a través de despertar sentimientos entre los electores los temas políticos lograrán ocupar la mente de los ciudadanos, pero sobre todo conseguirán cambiar la percepción de un sector que pocas veces es tomado en cuenta por su rasgo de incierto: los votantes indecisos. En México, según la encuesta publicada el pasado 04 de junio por El Financiero existe un 36% de personas que aún no han decidido su voto, ¿Cómo impactar en ellos? ¿Cómo acortar la brecha? ¿De qué forma se pueden sumar? La respuesta en sí parece sencilla: despertar sentimientos en ellos; sin embargo, el trabajo que implica la empatía es arduo y continuo, ya que no sólo basta con el carisma propio del candidato, sino que también se deben poner en marcha focus group que determinen el contexto emocional de los votantes, designar el mensaje correcto para cada sector de la sociedad y elegir las frases que despierten la cercanía con los ciudadanos. Pero a veces no sólo la empatía une, sino también el rencor y el odio; en ocasiones los electores se decantan por un candidato u otro basados en el dolor, creyendo que lo castigan negándole el voto adjudicando el dicho popular “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”; es un voto nacido del disgusto. Despertar la antipatía también es una campaña basada en el entendimiento del sentimiento social. Según una publicación de la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal el comportamiento electoral se centra en tres emociones básicas: el miedo, la ira y el entusiasmo; es decir, existen dos clasificaciones divididas en positivas y negativas, dentro de las positivas se encuentran la confianza, la compasión, la tranquilidad, el orgullo y la esperanza y en cuanto a las negativas están la culpa, y la incertidumbre entre otras. Lograr un sentimiento es un proceso que viene de una evaluación consiente que le da un significado personal a lo que nos sucede; se vincula automáticamente a una experiencia; encontrarnos frente a un candidato que demuestra humildad instintivamente nos recuerda un hecho significativo que se traduce en afinidad; de igual forma sucede con aquellos que revitalizan el sentido de identidad y orgullo por los valores y tradiciones que para nosotros son importantes; es por eso que muchos de los aspirantes optan por vestimentas tradicionales a la hora de visitar comunidades, de esta forma logran un sentimiento de pertenencia. El mundo de las emociones parece ser sencillo; sin embargo, a la hora de realizar una campaña electoral basada en ellas todo puede salirse de control, todo puede volverse volátil; un sentimiento mal verbalizado puede dar paso a una cadena de desastres difícil de prever, es por eso que deben ser entendidos y analizados con sumo cuidado. La decisión del próximo primero de julio involucrará las emociones suscitadas a lo largo de los 90 días de campañas en conjunto con la racionalidad, lo que sólo será posible allí donde hay calma, para pensar hay que detenerse, salirse del ruido y recordar que el candidato no sólo es lo que dice, sino la forma en qué lo hace y el tono de sus palabras; y al final las emociones son la comprensión.
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