En 2008 cuando Brack Obama se dio cuenta que su campaña no contaba con apoyo suficiente por parte de los hombres de negocios en su país, decidió voltear a ver y explotar un recurso que se encontraba al alcance de su mano y que pocos políticos habían sabido detonar: las comunidades en internet; así, Obama se convirtió en el primer político en basar completamente su estrategia de marketing teniendo como punto de partida las plataformas existentes en la web, especialmente las redes sociales.
Desde 2008 a nuestra actualidad los años han pasado dejando tras de sí un gran rastro de experiencia electoral, y la publicidad tradicional ha quedado atrás, ahora el marketing político digital se extiende de forma imparable y permea en varios sectores de la población; la promoción de candidatos y partidos políticos ha quedado lejos de las pantallas televisas, los trípticos y los volantes en las calles y para acercarse al triunfo actualmente las campañas electorales deben dirigirse a las redes sociales, a la publicidad gráfica, al marketing en motores de búsqueda, a las plataformas digitales y por su puesto a los influencers.
Un influencer es una figura pública, que cuenta con más de un millón de seguidores en las diversas redes sociales y hace que sus opiniones y aportaciones a través de internet sean tomados como puntos de partida a la hora de decidir; ayudados de breves comentarios como el caso de Twitter, fotos en Instagram o vídeos en Youtube y Periscope guían a los millenials a decantar por uno u otro político; aunque lo interesante de su trabajo radica en que no deben venderse oficialmente ante los partidos políticos ya que son la voz de una comunidad. Los influencers crecieron radicalmente en 2005 cuando Youtube apareció en internet y brindó la oportunidad a cualquier persona de crear vídeos y cápsulas breves; tanto ha sido su crecimiento a lo largo de estos 12 años que según un artículo de Think with Google study, el 70% de los suscriptores adolescentes de esta red dicen que se relacionan más con youtubers que con las celebridades tradicionales. Los influencers son dueños de sus nichos y han establecido un alto nivel de confianza y comunicación bidireccional con sus seguidores, por lo que aportan enormes beneficios a una estrategia digital: ponen cara a una marca, eliminan el ruido, ofrecen repercusión, pero lo más importante tienen empatía con la comunidad, así se han convertido rápidamente en el elemento que refuerza o desvía las intenciones de voto entre los millennials para el próximo proceso electoral. Hoy en día los partidos políticos empiezan a buscar personalidades que tengan miles o millones de seguidores, y especialmente, que influyan en el comportamiento de los usuarios para que difundan el mensaje del candidato y lo posicionen; sin embargo, la eficiencia de estos personajes radica en la negación de un pacto público ante los medios de comunicación, ganando así nuestro consentimiento y evadiendo la desconfianza actual hacia estos temas que generalmente nos provoca lo que se conoce como banner blindness, en donde según un estudio de Infolinks solo un 14% de las personas que visitan internet recuerda el último anuncio que vieron, la marca y el producto de que se trataba. De acuerdo al Global Trust in Advertising Report 2015 de Nielsen, el 83% de los consumidores confían plenamente en las recomendaciones de amigos y familia, y 66% dice que confía en las opiniones que otros usuarios postean online, es decir, ser influencer depende de una palabra clave: reputación; porque recordemos que en publicidad y en la percepción de los usuarios, los valores se traspasan de las personas a las marcas y viceversa, es por esto que los influencers se han convertido en ejes centrales para la política, ya que cuando uno de ellos habla bien de tu marca no solo está validando la calidad de tu producto o servicio, sino que legitima tu estrategia para acercarte a los consumidores. Sin duda alguna para las elecciones próximas a definirse el primero de julio de este año, nada está escrito, aún hay días de campaña, debates y entrevistas que pueden modificar la opinión del electorado; aún hay muchas ideas por escuchar e incluso influencers por opinar, quienes han aprendido a llegar a los grupos de manera más orgánica, pero lo más importante menos agresiva, sobre todo en una era en la que los comerciales y la poca credibilidad de los políticos ha ido decreciendo, es así como su opinión se presenta como una puerta que se abre, e invita a pasar.
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