“Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una auténtica concepción de la persona humana”
Juan Pablo II
A mediados de 2018, diversos analistas políticos consideraban poco probable el triunfo por parte de Jair Bolsonaro en Brasil, lo anterior derivado de la incertidumbre acerca de la postulación a las elecciones del ex presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, meses después el Tribunal Superior Electoral de Brasil decidió vetar la candidatura de Lula, frente a esto, el contexto político se modificó, convirtiendo a Bolsonaro en una opción viable para el país, lo anterior a pesar de ser un ex-militar, con una tendencia ideológica de extrema derecha, quien -abiertamente- ha hecho declaraciones sobre su preferencia hacia un modelo de gobierno dictatorial.
Al respecto, Joshua Kurlantzick, miembro del Council of Foreign Relations, explica que la aparición de “líderes con una ideología tendiente a la autocracia” al frente de diversos países, como Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en Estados Unidos o Rodrigo Duterte en Filipinas, revela que la democracia a nivel mundial se encuentra frente a un escenario vulnerable y de peligro latente.
El auge de este tipo de líderes ya no se limita a lugares donde los refugiados, las crisis migratorias o la oposición a la globalización han hecho resurgir los nacionalismos extremos; de hecho, Kurlantzick explica que el ascenso de estos personajes revela que el populismo puede prosperar en escenarios tan diferentes como las naciones en vías de desarrollo, donde las instituciones son débiles; pero también en países donde se consideraba que la democracia estaba claramente consolidada como Estados Unidos.
En este contexto, el Índice de Democracia 2018: Participación política, protestas y democracia, elaborado anualmente por la revista británica The Economist, y a través del cual se evalúa la calidad democrática de 165 países, se centró en el rol que juega la participación política en las democracias, lo anterior debido a que fue la única de las cinco categorías evaluadas que registró una mejora.
Y es que, los resultados revelaron que los votantes alrededor del mundo no están desencantados con la democracia; sino que han mostrado que su molestia y desilusión tiene que ver directamente con las instituciones y la forma en cómo los políticos tradicionales han hecho frente a los problemas económicos y sociales.
Para los ciudadanos, la crisis actual que viven las democracias está íntimamente relacionada con el pobre desempeño de los gobiernos en materia de transparencia, responsabilidad y combate a la corrupción, incluso The Economist ha reiterado que la calificación más baja en el Índice tiene que ver con la confianza en los partidos políticos, misma que año con año se ha visto disminuida.
Al respecto, el Índice revela que, de 165 países incluidos en el estudio, únicamente 20 cuentan con democracias plenas, lo cual representa el 4.5 por ciento de la población global; mientras que 55 naciones tienen democracias defectuosas (43.2 por ciento), 39 están bajo un régimen híbrido (16.7 por ciento) y 53 viven en el autoritarismo (35.6 por ciento).
Los países que son considerados como democracias plenas porque cuentan con elecciones libres y justas, sus gobiernos tienen contrapesos, los ciudadanos participan y están involucrados políticamente, hay una cultura política y gozan de libertades civiles plenas, son Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelanda, Dinamarca y Canadá; en contraste, los últimos lugares son ocupados por la República Democrática del Congo, Siria y Corea del Norte.
En el caso de México, el país retrocedió cinco lugares, al pasar de la posición 66 a la 71, asimismo nuestra calificación disminuyó 22 décimas (de 6.41 a 6.19), una de las explicaciones del estudio es que, a raíz del resultado electoral, el contrapeso instituido en el Poder Legislativo se vio trastocado a causa de la mayoría con la que actualmente cuenta el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, no podemos olvidar que el año pasado, México vivió el proceso electoral más grande en su historia; y por primera vez en la época contemporánea tiene un Presidente de izquierda; esto no debe generar desconfianza, de hecho algunas democracias latinoamericanas mejor posicionadas en el Índice, como Chile y Uruguay, han tenido gobiernos tanto de derecha como de izquierda; más bien, en México debemos comprender que la democracia va más allá del ejercicio del voto cada seis años, es decir, nos urge construir una visión de futuro en la que nuestro modelo democrático tenga como pilares fundamentales las libertades civiles, el respeto por los derechos humanos, así como el principio de celebrar elecciones genuinas mediante el sufragio universal.
Somos conscientes de que nuestra democracia aún tiene fallas; pero, con la transición que vivimos, podremos comenzar a trabajar a favor de un modelo que atraiga y apueste por las ideas de los jóvenes, que sea innovador e incluyente, que busque soluciones para los desafíos del siglo XXI y que al final se convierta en una de las guías en la región de América Latina.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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