Con escenarios simbólicos para cada uno, Lula da Silva y Jair Bolsonaro dieron inicio a su carrera para la presidencia de Brasil este martes, en lo que ha sido calificada como una “campaña electoral de alto voltaje”.
Por el lado del ultraderechista Bolsonaro, el arranque se dio en la misma esquina donde fue atacado con un cuchillo en 2018. Bajo el lema de “Dios, patria, familia y libertad”, el actual mandatario del país reiteró su promesa de luchar contra la inflación de dos dígitos, el aborto, las drogas y defender la “propiedad privada”.
Abierto admirador del expresidente estadounidense Donald Trump, Bolsonaro ha asegurado en repetidas ocasiones que “solo Dios me puede sacar del poder”, e incluso ha dejado ver la posibilidad de que se cometa un fraude electoral que le impida obtener una nueva victoria.
Lula da Silva, por su parte, inició su campaña en una fábrica automotriz en Sao Paulo donde se forjó como líder sindical en los años 1970. El expresidente dedicó su discurso a los más pobres y a la clase obrera, aunque también aprovechó para asegurar que “recuperará el país de Bolsonaro”, a quien acusó de “genocida” y “negacionista” de la pandemia de Covid que hasta la fecha ha dejado más de 680 mil muertes.
Es precisamente la gestión de la pandemia uno de los actos en los que más se ha cuestionado a Bosonaro, ya que su negativa a tomar medidas de protección y su afirmación de que las vacunas “pueden convertir a uno en cocodrilo” colocaron al país entre los que mayor número de muertos e infectados han tenido en todo el mundo. Sin embargo, el panorama para su rival no es mejor, ya que apenas el año pasado recuperó sus derechos políticos tras estar envuelto en la mayor operación anticorrupción de la historia del país.
Los comicios terminaron el 2 de octubre, y más de 156 millones de brasileños están habilitados para votar en unas elecciones en las que también se disputan cargos de diputados, senadores y gobernadores de los 26 estados del país.