La ciudad inglesa de Windsor ultimaba el viernes los preparativos de la boda del sábado entre Henry de Inglaterra y Meghan Markle, marcada por el anuncio de que será el príncipe Charles quien la acompañe al altar. “El príncipe de Gales está encantado de recibir de este modo a la señorita Markle en la familia real”, afirmó el palacio de Kensington en un comunicado, un día después de que la actriz confirmara que su padre, Thomas Markle, no podrá asistir a la boda por problemas de salud. Según el comunicado, fue la novia la que ofreció el privilegio a su suegro. “La señorita Meghan Markle pidió a Su Alteza Real el príncipe de Gales que la acompañe al altar de la iglesia de San Jorge” del castillo de Windsor, afirma el texto. De este modo se desvela una de las grandes incógnitas del enlace, después de que se especulase que sería la madre de la novia, la californiana Doria Ragland, la que acompañaría a su hija. Falta ahora saber el título nobiliario que la reina concederá a la pareja, y el vestido y su diseñador, todo ello el sábado. La madre de Markle llegó a primera hora de la tarde al castillo de Windsor para conocer a su consuegra, Isabel II, y tomar el té. Esta profesora de yoga y asistenta social de 61 años, ya conoció el jueves al príncipe Charles y al hermano de Enrique, el príncipe William. Finalmente, el abuelo del novio, Felipe de Edimburgo, de 96 años, que se está recuperando de un transplante de cadera, asistirá a la boda.
Windsor, una fortaleza
La presencia de Thomas Markle, de 73 años, que vive en México y todavía no ha conocido personalmente a su futuro yerno, hubiera estado precedida del escándalo de las fotos que se prestó a escenificar sobre sus preparativos para la boda, pese a que se había quejado del acoso de la prensa.
“Creo que tenía que haber sido su madre”, estimó Peggy Desmond, estadounidense de 49 años y una de las muchas personas que acampan ya en Windsor para conseguir un buen sitio desde donde ver el paseo en carroza que los novios harán tras el enlace. “Quizás a su madre le incomodaba” hacerlo, aventuró.
La ciudad de 30 mil habitantes a orillas del Támesis, a una hora de Londres en dirección oeste, era este viernes una fortaleza. Cientos de policías fuertemente armados inspeccionaban cada rincón de la localidad, cuyo centro estaba cerrado al tráfico, ante la llegada prevista de 100 mil personas para asistir al gran día. “Hay una amplia gama de medidas de seguridad visibles en marcha”, dijo un portavoz de la policía a la AFP.
A última hora de la tarde (hora local), los príncipes Harry y William salieron a pie del castillo para saludar durante unos minutos a las personas que aguardan durante horas detrás de las vallas de seguridad. El sábado, las estaciones de tren estarán en máxima alerta, se inspeccionarán los vehículos y se registrará a los espectadores. Además, hay barreras por todas partes para evitar un atentado con vehículo como los sufridos en Niza, Berlín o Barcelona.
Un día de fiesta en el Reino Unido
Los novios parecían relajados en las últimas fotos difundidas por la prensa, cuando abandonaron sonrientes en coche el ensayo general de la ceremonia realizado el jueves. Claire Ptak, una pastelera estadounidense afincada en Londres, empezó a preparar el gran pastel de bodas, que será elaborado con 200 limones italianos de Amalfi, 500 huevos del condado inglés de Suffolk, 20 kilos de mantequilla, 20 de harina, 20 de azúcar y 10 botellas de un refresco de flor de saúco, según explicó el palacio de Kensington. La boda tiene un particular significado, porque supone la primera llegada de una mulata a la familia real británica en los tiempos modernos, y ha despertado particular interés, y un sentimiento de reivindicación, entre la numerosa comunidad afrocaribeña del Reino Unido. “Está muy bien que esta persona llegue a la familia real, nos da sentido de pertenencia”, dijo a la AFP la tendera caribeña Esme Thaw, en su comercio de Brixton, el popular barrio de Londres.
La boda se celebrará en todo el país con fiestas de vecinos en las calles, y de todo el mundo en los pubs, a las que los republicanos británicos replicarán celebrando su congreso anual en Londres. Las fiestas en las calles en días de celebraciones nacionales tienen su origen en “los tés de la paz” que empezaron a organizarse como fiestas infantiles tras la Primera Guerra Mundial. Será un día grande, porque, unas horas después de la boda -cuya ceremonia se iniciará a 12:00 horas y durará una hora- el Mánchester United y el Chelsea disputarán en Londres la final de la Copa de Inglaterra de fútbol, uno de los grandes eventos deportivos nacionales.