“Quien fuere capaz de resolver los problemas del agua, será merecedor de dos premios Nobel, uno por la paz y otro por la ciencia”
John F. Kennedy
Hasta hace unas décadas se creía que el petróleo sería la principal causa de guerras. Desafortunadamente, el ritmo al que avanzamos nos insta a afirmar que será el agua el elemento que figure como número uno en el ranking mundial por la conflictividad.
De acuerdo a datos de la investigación “Poner fin a los conflictos por el agua” publicada por la Asociación de Agua, Paz y Seguridad del Instituto de Recursos Mundiales hasta 2021, Oriente Medio y el Norte de África eran las zonas más afectadas por la escasez, pero no son las únicas, ya que las protestas que se desataron en Bolivia entre enero y abril del 2000, fueron incluso conocidas como “la Guerra del Agua”.
El informe busca proporcionar elementos importantes para la toma de decisiones a los responsables de proyectos, líderes e instituciones gubernamentales con la finalidad de adaptar y crear soluciones a los desafíos únicos del agua. Sin embargo, también invita a expertos en desarrollo global, defensa y respuesta a desastres para abordar con innovación un tema como lo es la inseguridad pluvial.
Durante décadas se ha considerado que “existe” una disponibilidad natural por habitante de este vital líquido. Sin embargo, la gestión del agua es un proceso que se apoya en el conjunto de principios, políticas, recursos, instrumentos, normas, derechos y sobre todo responsabilidades, a través de las cuales el Estado, la población y las instituciones deben trabajar de manera coordinada para tener un adecuado manejo de este recurso.
Por otro lado, hace un par de días, el nuevo informe titulado “Estado del agua potable en el mundo” emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) y el Banco Mundial, reveló que más de dos mil millones de personas han obtenido acceso a agua potable en las últimas dos décadas; y aunque esta cifra es alentadora, todavía una cuarta parte de la población mundial no tiene dicho beneficio.
Aunque mucho se ha abordado el tema, hay que seguir haciendo hincapié en la forma en la que el cambio climático está aumentando la frecuencia y la intensidad de las sequías y las inundaciones, lo que a su vez impacta en el suministro o desabasto del agua en las comunidades; por lo que el informe hace un llamado para que los gobiernos inviertan de manera inteligente en la construcción de sistemas de agua potable eficientes, no sólo aumentando el financiamiento, sino fortaleciendo la planificación, coordinación y regulación del servicio de manera que se ajuste a las estrategias.
Nuestro país tampoco se ha quedado lejos del problema, tan solo en julio de este año nos enfrentamos a una de las peores sequías; Puebla, Monterrey, la Ciudad de México y Tlaxcala, entre otros, se vieron severamente afectados haciendo cada vez más marcadas las desigualdades económicas y de acceso. Los números son impresionantes ya que de acuerdo a la OMS, el 42% de los acuíferos y 13% de las cuencas ya no tienen disponibilidad de agua. Además, la mayoría de las entidades del norte del país presentan un estrés hídrico.
Llevar a cabo medidas es un reto que debemos asumir, ya que implica no sólo realizar acciones en casa o en empresas, sino actividades a nivel nacional e intencional, porque la escasez de agua debe enfrentarse de manera responsable y directa. Si no actuamos con sensatez y pensando en el futuro, pronto nos encontraremos en una realidad postapocalíptica como lo ya visto en series, películas y documentales.