“Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto”.
Aristóteles
Durante la última década la educación superior en diversos países de Latinoamérica ha mantenido un creciente aumento, tanto en matricula, creación de instituciones e inversión, sin embargo, a raíz de la crisis del 2019 el crecimiento se interrumpió y comenzó una caída en cuanto a sus indicadores.
Desafortunadamente, a pesar de que las instituciones buscaron utilizar la tecnología como un puente para mantener continuidad en las clases, la falta de acceso hizo que de acuerdo a datos del Banco Mundial en general, al menos una tercera parte de las niñas, niños y adolescentes en edad escolar de todo el mundo no pudieron acceder al aprendizaje remoto durante el cierre de las escuelas.
A lo anterior habría que sumar el abandono escolar, y quizá lo más preocupante a largo plazo: una escasez de profesionales con las habilidades sociales y laborales necesarias para no solo integrarse, sino desempeñarse adecuadamente.
En información presentada por el Foro Económico Mundial se menciona que la desconexión entre la educación superior y la empleabilidad es cada vez mayor, y nuestro país no es la excepción, en el Informe Educación Superior en México, resultados y relevancia para el mercado laboral presentado por la OCDE, se menciona que, el actual sistema de educación superior es complejo, pero carece de diversidad en términos de campos y niveles de estudio y que pese a que existen casos de buenas prácticas en algunos subsistemas, en general no se tiene una clara consciencia del papel fundamental de una educación de calidad ni se reconoce su importancia.
Frente a este escenario, ¿qué caminos pueden tomarse? primeramente deben fortalecer los modelos de aprendizaje basados en habilidades; ya que en la actualidad no solo se trata de obtener un título universitario, que innegablemente es fundamental, sino que también se debe invertir en un continuo aprendizaje donde las experiencias jueguen un papel trascendental.
Y es que las denominadas soft skills, se han posicionado de forma rápida como una de las herramientas más buscadas, incluso de acuerdo al Informe sobre el Futuro de los Empleos del Foro Económico Mundial, dentro de las 10 habilidades requeridas se encuentran: 1) El pensamiento crítico y la innovación, 2) la resolución de problemas, 3) el aprendizaje activo, 4) la resiliencia y la flexibilidad y 5) la capacidad para trabajar en equipo y ser socialmente desenvuelto.
Pero además, en segundo lugar, hay que considerar un punto cada vez más significativo: la movilidad internacional e intrarregional, tanto que en noviembre de 2019 fue aprobada la Convención Mundial sobre el Reconocimiento de las Cualificaciones relativas a la Educación Superior, primer tratado jurídicamente vinculante de las Naciones Unidas de alcance mundial; y es que en datos presentados por la UNESCO de los 6 millones de estudiantes con movilidad internacional que hay en todo el mundo, unos 384,000 provienen de América Latina y el Caribe, mientras que esta región acoge a unos 240,000 de ellos. Estas cifras se han triplicado en las dos últimas décadas y se estima que sigan aumentando.
Claro que diversos cambios deben realizarse, e incluso los debates deben abrirse para escuchar a los más importantes: los propios estudiantes, ya que la pandemia nos hizo repensar esquemas, replantear escenarios, pero sobre todo, reconsiderar la verdadera trascendencia de la educación y su importancia en la actualidad y por supuesto, a futuro, pensando en que sea para servir al prójimo.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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