“Alegría, oración y gratitud son las tres actitudes que nos preparan para vivir la Navidad de modo auténtico”.
Papa Francisco.
Desde hace tiempo he dedicado este espacio para hacer una breve reflexión sobre lo que la Navidad significa, al menos desde el contexto social, personal y por supuesto religioso de un servidor, y es que en estas fechas de forma casi imperceptible los días se llenan de recuerdos que nos impulsan a continuar construyendo sueños y venciendo obstáculos, pero además, por unos días tenemos la oportunidad de volver a casa, de ver a quienes nos sostienen, a quienes sin importar lo cansados o abatidos que nos encontremos nos inspiran con abrazos que regresan el alma al cuerpo.
Después de un 2020 marcado por la pandemia y un 2021 lleno de incertidumbre, el 2022 se convirtió en sinónimo de esperanza, y es que en menos de tres años la vida tal como la conocíamos dio un vuelco sin precedentes, que, convencido estoy marcó a todos de alguna u otra forma.
Es probable que ya nos hayamos acostumbrado a la rapidez con que avanzamos, pero ésta, incluso paradójicamente a pesar de que el aislamiento y las calles vacías se hicieron constantes, se triplicó de forma precipitada; muchos sentimos que los casi 12 meses que llevamos fueron demasiado breves y que quizá no nos permitieron lograr algunos propósitos planeados.
Los cambios este año, arribaron como suelen hacerlo, sin previo aviso; muchos se movieron de ciudad o de residencia, algunos decidieron cambiar rutinas y reinventarse, y otros desgraciadamente perdieron su empleo, pero estoy convencido que los momentos de esparcimiento y de reposo se han transformado en algo esencial para continuar creciendo, personal, laboral, espiritual y mentalmente.
Y es que la Navidad nos invita a hacer un alto, reflexionar y renovar fuerzas; pero además nos llama a volcar la mirada hacia nuestro interior y a trabajar en transformarnos en aquello a lo que nos convocó Jesús: a apoyar a los otros basados en el amor, a perdonar para sanar el corazón, a entender que Dios solo quiere que seamos felices sin dañar a los otros, pero sobre todo, a tener fe, porque no importa los desafíos que se enfrenten, si nos acercamos a Él y confiamos, sabrá guiarnos para entender la enseñanza.
La Navidad no solo debe enfocarse en los regalos o la comida, debe llamarnos a la solidaridad y a la humildad, pero además debe ser un tiempo para renovar nuestro amor por Jesús; como bien lo ha dicho su Santidad el Papa Francisco: “Si realmente queremos celebrar la Navidad, redescubramos a través del pesebre la sorpresa y el asombro de la pequeñez, la pequeñez de Dios, que se hace pequeño, no nace en el esplendor de las apariencias, sino en la pobreza de un establo”.
Es difícil entender la razón de porqué cuando diciembre aparece, la paciencia y la añoranza se ciernen sobre nosotros, pero sobre todo nos conmovemos de formas inexplicables ante situaciones que antes pasábamos por alto. Hoy ante cambios cada vez más repentinos es necesario regresar a aquellas simples, pero imprescindibles muestras de amor: como escuchar atentamente sin voltear al celular cada cinco minutos, impulsar a quienes sienten el mundo encima, dar gracias por las todas las experiencias, por la confianza que han depositado en nosotros y por la esperanza que hemos puesto en los demás, y a re entender y restablecer el tiempo de calidad.
Deseo que esta conmemoración sirva para olvidar el ruido de la vida y que en silencio encontremos la voz del amor y la empatía. Que el espíritu de Jesucristo inunde nuestros corazones. Feliz Navidad.
¡Feliz Navidad!
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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