“La cantidad de rumores inútiles que un hombre puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia.” Arthur Schopenhauer
Contrario a lo que se esperaba con la evolución de la tecnología y la expansión de la globalización, pareciera cada vez más difícil acceder a información fehaciente y confiable; además, la velocidad con la que se dispersan los datos en redes sociales y el poco interés que se le da a la comprobación han hecho que el rumor tome un papel considerable en nuestras conversaciones y la desinformación se apodere de la cotidianidad.
Como ejemplo de lo anterior, en los acontecimientos recientes tenemos las diversas teorías que surgieron alrededor de la pandemia derivada del virus SARS-CoV-2, como pensar que creado en un laboratorio y esparcido a propósito o bien que al vacunarte te incrustaban un chip. Por otro lado, durante esta semana se difundió rápidamente la noticia de la muerte de Frida la perrita que se volvió un ícono a raíz de su heroica participación en el sismo de la Ciudad de México; la cual horas después fue desmentida por múltiples fuentes.
El estudio del rumor se ha realizado desde distintas áreas del conocimiento tales como: la comunicación, la piscología, la antropología y la sociología, lo que nos ayuda a reconocer el estrecho y misterioso vínculo entre las ideas y las transformaciones sociales.
La teoría del rumor se atribuye a los psicólogos Gordon W. Allport y Leo Postman, quienes mencionaron que un amplio porcentaje de las conversaciones cotidianas se encuentran plagadas de información no verificada, pero probablemente una de las mayores aportaciones se localice en señalar que, una persona suele recordar y en muchas ocasiones extender el rumor si éste sirve para justificar e incluso darle alguna explicación a aquello que le desagrada o bien justifica la emoción que le produce un fenómeno que le preocupa o le genera ansiedad.
Uno de los puntos que deberían ser analizados con detenimiento es la conexión entre la distorsión, la transmisión y el nivel de ansiedad de aquellos que escuchan el rumor, porque de forma sorpresiva, tanto éste como las fake news prosperan con mayor ahínco siempre que hay tensión social.
Muchas preguntas surgen alrededor del tema: ¿Por qué inventamos rumores? ¿Cuál es la razón por la que en (muchas) ocasiones nos es fácil creerlos aun sin evidencia? ¿La distorsión del mensaje va en función con la intención de engañar y ser engañados? Pero todavía más importante, ¿todo rumor es falso?
Es importante establecer la diferencia, para incluso notar la similitud entre los términos fake new y rumor; de acuerdo al Diccionario de Cambridge el primero se define como: “Historia falsas que parecen ser noticia, que se difunden en Internet o a través de otros medios, normalmente creada para influir en las opiniones políticas o como una broma” en cuanto al segundo se estable como: “una historia o noticia interesante no oficial que puede ser cierta o inventada, y que se difunde rápidamente de persona a persona.”
Derivado de lo anterior, quizá, los únicos dos aspectos que marcan la diferencia entre ambos conceptos son el canal (medios electrónicos/verbal) y el objetivo (inventada/puede ser cierta); y aunque el rumor pareciera tener la finalidad de reforzar actitudes y agradar mediante confidencias inventadas al grupo, esto también podría replicarse a nivel electrónico y así encontrar entre las coincidencias puntos para desinformar.
Una de las preocupaciones más persistentes aparece en el documento Periodismo, “noticias falsas” & desinformación: manual de educación y capacitación en periodismo, publicado por la UNESCO donde se menciona que en el contexto actual de desinformación e información errónea, el verdadero peligro no es la regulación injustificable del periodismo, sino el hecho de que el público pueda llegar a no creer en todos los contenidos, incluido el periodismo.
No podemos negar que las redes sociales y apps han servido como fuente de historias dignas de investigación, como el caso de Simon Leviev, expuesto a través de Instagram como un presunto importante estafador que operaba a través de Tinder, y que gracias a un reportaje emitido por un portal digital las víctimas se fueron sincerando y comunicando con las autoridades hasta lograr su arresto en 2019.
El tema es amplio e incluso a la par de éste valdría la pena, en alguna otra entrega abordar el denominado Efecto Mandela, ya que en una era donde la información se ha convertido en el personaje principal, mantenernos no solo atentos sino además cautelosos y conservadores con respecto a los datos que compartimos, nos ayudará a entender que compartir rumores y crear desinformación siempre será continuar alimentando un loop.