“La disciplina es el mejor amigo del hombre, porque ella le lleva a realizar los anhelos más profundos del corazón.” Madre Teresa
Los dichos populares: “el que la hace la paga” y “ojo por ojo”, suenan atractivos cuando la injusticia nos golpea, y lamentablemente gran parte del sistema social actual funciona con base en el castigo y no en la prevención; un claro ejemplo fue el traslado del concepto de la “tolerancia cero”, el cual se originó en el ámbito del combate a las drogas al entorno escolar, creando así una reforma disciplinaria en la década de 1980 en diversas escuelas de Estados Unidos donde se comenzó a prescindir de aquellos estudiantes que trasgredían las normas y mostraban comportamientos que alteraban el orden establecido; es decir, cualquier clase de violación a las reglas del aula o la institución eran motivo de castigo, desde sanciones pequeñas como horas de servicio comunitario hasta la expulsión.
Sin embargo, con el paso de los años la eficacia de la disciplina basada en la exclusión comenzó a ser cuestionada, y actualmente no se considera como la mejor opción para proveer a los niños y jóvenes de las herramientas para enfrentarse a la vida cotidiana; de acuerdo a un estudio realizado por la RAND Corporation titulado: “Time for Change? Educators’ Perceptions of Discipline Reform in Their Schools” se menciona que: las duras políticas y prácticas de seguridad y disciplina de las escuelas basadas en el rechazo no crean un entorno de aprendizaje seguro y de apoyo para todos los estudiantes… lo cual trae consecuencias negativas a alumnos, maestros y estudiantes.
En teoría, la no tolerancia de actitudes negativas y agresivas debería disuadir a los estudiantes de un comportamiento violento o ilegal, ya que el castigo por una infracción será duro y cierto, sin embargo, en etapas y entornos formativos como lo es la escuela, la familia, o la comunidad; la disciplina no debe confundirse con la rigidez, las actitudes punitivas, el autoritarismo, o bien el darle poder a una persona sobre otra; sino debe basarse en el consenso, la convivencia armónica, el orden y jamás bajo ninguna circunstancia, se debe atacar la autoestima del alumno.
El sistema educativo debe orientarse hacia un esquema donde la creatividad, los valores y la comunicación sean las directrices del crecimiento humano; mancomunadas a una disciplina que disminuya los conflictos y potencie las interacciones en equipo.
El niño u adolescente, manifestará en su vida escolar de acuerdo a su temperamento y patrones culturales los elementos que imperan en su ambiente familiar y social; es decir, el aula será una reproducción de lo que sucede en su cotidianidad, ¿Cómo se debe reaccionar ante un alumno que desafía a los docentes, que inicia peleas, que molesta deliberadamente a otros o que constantemente llega tarde a clases? ¿Expulsarlo, castigarlo o escucharlo activamente y orientarlo?
En caso de expulsarlo, a corto plazo se elimina momentáneamente la tensión en el aula y al castigarlo sin generar en él la capacidad de análisis de la trasgresión que cometió sólo se crea un sentimiento de frustración, sin embargo, al tender lazos de comunicación asertiva el docente puede incluso entender las circunstancias que lo han llevado a comportarse de la forma que lo hizo.
Sin duda, se debe actuar ante cualquier caso de violencia escolar por mínima que pueda parecer; hay que hacerlo de tal forma que ni víctima ni victimario dejen de recibir educación en un ambiente seguro, ya que a la larga podrían convertirse en conductas delincuenciales que dañen a la sociedad como robos, fraudes, daño en propiedad ajena e incluso asesinatos.
La disciplina debe dejar de tener una connotación negativa de castigo para dar pauta a normas o reglas de conducta, respeto mutuo y un sistema conveniente de valores que oriente a cada persona del grupo a desarrollar autocontrol y autodirección, es así como la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal en su publicación:“La disciplina en el aula: Reflexiones en torno a los procesos de comunicación” menciona como un eje central para la formación en el aula la importancia de que los estudiantes participen en la formulación de las normas de convivencia, éstas deben ser pocas, sencillas y claras, de tal manera que todos los miembros del grupo las comprendan en todos sus alcances; deben ser congruentes con la situación, tanto si se trata de reconocer el cumplimiento de las mismas, como si se trata de aplicar una sanción por su trasgresión y deben revisarse periódicamente, no es conveniente que una conducta que se ha hecho rutina y que los niños han incorporado en su comportamiento, siga siendo objeto de trabajo en el aula.
Recordemos que los niños y adolescentes se regirán durante las etapas escolares bajo procesos como la identificación, la imitación y la observación; con los cuales se aprenden las actitudes, los valores y el enfrentamiento de los problemas. No fomentemos estudiantes dóciles, sometidos, carentes de creatividad, o esclavos que sólo sigan órdenes; formemos alumnos empáticos, responsables, analíticos, comprometidos con su comunidad y encaminados en amar al prójimo lo cual estoy seguro eliminará en gran medida el problema cada vez más grave de la violencia; volvamos a las bases en valores, a la escucha activa y a los lazos familiares.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación. *Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, te puedes suscribir a mi lista en el siguiente vínculo: https://eepurl.com/Ufj3n