“El hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación”. Papa Francisco.
Hemos escuchado que no se debe debatir sobre religión, política y futbol, al menos no en México y en una amplia parte de Latinoamérica; los tres son temas que fácilmente pueden convertirse en discusiones serias donde los puntos de vista salen disparados como dagas con tal de defender cada quien sus preferencias.
La simbiosis entre religión y política además de complicada también es controvertida, no podemos pasar por alto que la separación de Iglesia y Estado ha costado la vida de miles de personas; sin embargo, aunque de acuerdo con la legislación vigente en México las iglesias no pueden apoyar abiertamente candidatos, hoy se debe reconocer también que han encontrado un espacio en la agenda social sobre todo ante los desafíos que enfrentamos.
La laicidad implementada a mediados del siglo XIX marcó un parteaguas, provocando que al menos en nuestro país durante décadas existiera una simulación en la comunicación entre representantes de las instituciones religiosas y candidatos o gobernantes, claro que esto tuvo un vuelco en las elecciones de 2018, cuando los vientos de la 4ta transformación también modificaron estas actitudes.
Andrés Manuel López Obrador, fijó un momento decisivo con respecto a la inmersión de los actores políticos en la religión, porque se edificó como un salvador que defendió varias de las posturas que buscan resguardar las religiones como: la defensa de la vida, el matrimonio o la familia; incluso ha mostrado que lleva en su cartera una imagen de la virgen de Guadalupe, aunque tampoco está a favor de todos los puntos de vista, por ejemplo, ha evitado hablar sobre la ideología de género.
Durante años se ha visto a mandatarios asistir a celebraciones religiosas o a otras ceremonias con hierbas, incienso, copal y sonidos de caracoles que para ellos tienen la misma importancia, porque de alguna manera se debe cuidar y velar por todos los mexicanos lo que también implica abrazar la creencia del lugar al que asistes, pero sobre todo mostrarte receptivo y abierto al diálogo.
El tema no sólo es digno de estudio en nuestro país, de acuerdo con el artículo Cómo se combinarán la religión y la política en 2024: tres tendencias a seguir presentado en The Conversation, Tobin Miller Shearer, quien además publicó un libro sobre el tópico, menciona que en los EE.UU. hay al menos tres posibles directrices: 1) La retórica del fin de los tiempos, 2) emplear afirmaciones de autoridad divina, y 3) la supremacía blanca y el nacionalismo cristianismo.
Por otro lado, uno de los cambios más significativos en la política y la religión estadounidenses tuvo lugar durante la última década y apenas recibió atención: la proporción de estadounidenses que se asocian con la religión cayó 11 puntos, por lo que es claro que cada país merece un estudio y reflexión propios, ya que el comportamiento no será el mismo en ninguno.
La relación entre afiliación religiosa y participación política ya no es más un sinónimo de apoyo “a la derecha”, al menos ya no en México, y es que ante un incremento de la violencia, de la presencia del crimen organizado y de la fractura del tejido social, las asociaciones religiosas han funcionado como un vínculo entre Estado y sociedad para trabajar de forma mancomunada en recuperar los valores y restablecer un poco de la paz que se necesita. Es cierto que tenemos claros los problemas, pero no las soluciones y quizá sea necesario comenzar a alejarnos de la división y aceptar apoyo. Es así que no se puede perder de vista que para este 2024 la religión puede desempeñar un papel significativo en las elecciones.