“Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.” Platón
Es innegable que la inclusión social tiene una estrecha relación con elementos culturales e históricos, algunas situaciones que hasta hace décadas no eran permitidas hoy se encuentran siendo conceptualizadas bajo otras visiones, y lo mismo pasa con aquellas que se habían repetido y que actualmente no se ven de forma correcta como fumar en lugares cerrados, la caza ilegal o actividades relacionadas con el cuidado del medio ambiente.
Diversas preguntas surgen cuando de inclusión se trata, ¿cuánto se ha avanzado en el tema?, ¿su aumento depende de políticas públicas o de un cambio en el paradigma de la educación en casa y en las escuelas?, ¿hemos sido seres que discriminan y excluyen desde el inicio de nuestra composición social?, las respuestas son complejas y dinámicas, ya que en todas se debe incluir un componente esencial: la transformación social y mental.
Con tristeza, se tiene que reconocer que aún nos falta mucho por atender con respecto a la inclusión, diversos grupos de población carecen de derechos, oportunidades y justicia debido a su cultura, raza, color de piel, etnia o ingresos.
Aunado a lo anterior también hay que admitir que, la pandemia de COVID-19 agudizó las desigualdades e incluso de forma drástica revirtió algunos avances en la materia, tal ha sido la importancia, que incluso Human Rights Watch se pronunció sobre la relevancia del tema ya que diversas personas asiáticas o de esta ascendencia sufrieron y continúan padeciendo ataques raciales.
El tema avanzó de tal forma que en algunos casos líderes gubernamentales y funcionarios alentaron crímenes de odio o muestras de racismo y xenofobia, pero, sobre todo, de forma lamentable varios grupos han aprovechado esta crisis para alentar teorías de conspiración que perjudican y obstaculizan a los migrantes, e instan a la violencia a los supremacistas blancos y ultranacionalistas, entre otros.
Es así como el surgimiento de voces de intolerancia y extremismo, casi siempre y de forma general desembocan en el desarrollo de conflictos violentos que tienen como objetivo sectores vulnerables, por lo que en una era tan intrincada como la que vivimos, trabajar en la inclusión, la tolerancia y el respeto es una tarea que aún continúa pendiente y que sin duda nos llevará a la disminución de conflictos.
Este tema ha preocupado a muchas instituciones entre las cuales se encuentra la Organización de las Naciones Unidas, la cual enfatiza tres áreas para la prevención de conflictos y la consolidación de la paz: 1) Instituciones y leyes que funcionen para todas las personas, lo que implica proteger y promover los derechos humanos, incluidos la salud, la educación, la protección y las oportunidades; y sobre todo, implementar políticas y leyes que protejan a los grupos vulnerables; 2) mayor cabida a grandes sectores de población mediante el diálogo y el respeto a las diferencias, incluso eso requiere que los gobiernos deleguen áreas de autoridad a instituciones locales, y finalmente 3) mayor participación de las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados en todas las etapas de la toma de decisiones.
La concepción del mundo como la conocíamos está bajo un proceso de grandes evoluciones sociales, impulsadas por la globalización, los avances tecnológicos y la nueva responsabilidad que ha supuesto entre otros cambios el respeto de las preferencias y decisiones sexuales y claro, no se puede dejar de lado la reciente preocupación por el cuidado del medio ambiente, vías que entre otras sin duda han abierto la puerta para evitar la exclusión y la discriminación.
La diversidad y pluralidad por muchos años fue concebida como una amenaza, es decir, la diferencia vista desde una óptica autoritaria, cerrada e impositiva hoy ha comenzado a ser sustituida por pensamientos más abiertos, comprensión y amor hacia el prójimo, pero, sobre todo, modelos alternativos que permitan un crecimiento inclusivo e integral.
Ya no podemos ver a la inclusión como un peligro, ésta debe pensarse más como una fortaleza e incluso como diría el Secretario General de ONU, Antonio Guterres: “Frente a estas fragilidades, los líderes mundiales deben ser humildes y reconocer la importancia vital de la unidad y la solidaridad.”