“Sin independencia moral e intelectual, no hay ningún anclaje para la independencia nacional”.
David Ben-Gurión.
No solo es complejo, sino además doloroso intentar narrar el sufrimiento que aparece en las imágenes de las redes sociales y los noticiarios en los últimos días; el terror enclavado en el rostro de niños, mujeres y hombres, gritos que no solo clamaban ayuda sino también misericordia ante terroristas que difícilmente se tocan el corazón, centenares de muertos sembrados en las calles, polvareda, balas atravesando el cielo y la música aún tocando al fondo del festival Supernova.
El ataque perpetrado el pasado sábado por el grupo Hamás, fue una emboscada estratégicamente planificada. Arremetieron por aire, tierra y mar; de acuerdo con cifras de la Embajada de Israel en México se han disparado unos 3 mil 500 misiles; algunos expertos en el tema mencionan que al inicio éstos sólo fueron la distracción para que los militantes franquearan las defensas utilizando excavadoras para cortar aberturas en los alambres y penetrar en Israel.
La brutalidad y violencia con que los terroristas mataron en el festival a más de 260 personas y tomaron como rehenes a decenas quedará como un hecho sin precedentes, además a estas cifras hay que sumar que hasta el martes pasado se contabilizaron en Israel al menos 900 civiles y militares muertos, un centenar de desaparecidos mientras que en Gaza se registraron alrededor de 765 víctimas, entre ellas 140 niños.
A pesar de que el epicentro de la pelea podría estar justificado bajo la disputa de la antigua Canaán, hay que reconocer que existen múltiples factores, donde se podrían incluir la historia religiosa, la economía local y la política nacional y de la región, entre otros.
La línea divisoria entre Israel y Gaza se encuentra fuertemente vigilada, a ello hay que anexarle su sofisticado sistema de defensa antimisiles por lo que la denominada operación “Tormenta Al-Aqsa” sorprendió a Israel, la fecha no puede pasar desapercibida. Se produjo un día después del 50 aniversario del denominado Yom Kipur, además de que fue el cierre del Sucot, el final de un periodo festivo donde los israelíes se encontraban relajados.
La situación es compleja, y los niveles de crueldad han escalado rápidamente, Hamás ha amenazado con ejecutar rehenes por cada ataque realizado por Israel y este último asevera que no se detendrá hasta nulificar por completo al grupo terrorista.
Gaza tampoco enfrenta una vida sencilla, incluso ha sido catalogada como “la cárcel al aire libre más grande del mundo para los palestinos”. La sobrepoblación, la destrucción de viviendas, la carencia de comida, combustible y luz eléctrica, la imposibilidad de que los civiles puedan salir lejos de las bombas y la insuficiencia médica hacen que vivir ahí sea una pesadilla de la que es imposible despertar.
El extremismo y el asesinato a sangre fría deben ser siempre condenados. No podemos quedar indiferentes ante lo brutal y despiadado de las acciones de ningún grupo terrorista, no debemos olvidar el dolor en el rostro de padres y madres con hijos desaparecidos, no tendríamos que continuar padeciendo la imposición de odios enraizados desde hace miles de años; porque como comunidad internacional, pero sobre todo como seres humanos, la solidaridad ante el sufrimiento debe estar por encima de cualquier ideología.
Esta confrontación con la realidad hace necesaria una acción definitiva contra todos los grupos terroristas para privilegiar las soluciones diplomáticas y así generar las condiciones para una vida digna y segura en cualquier lugar de nuestra casa común: la tierra.