“La pobreza es el precedente de la revolución y el crimen”.
Aristóteles.
A pesar de que quisiéramos que la respuesta fuera favorable, el escenario no muestra avances significativos; es así que, en datos del Panorama Global Humanitario 2023, poner fin a la pobreza extrema no será alcanzable, ya que 90 millones de personas adicionales experimentan esta difícil realidad respecto a lo previsto anteriormente en 2018.
El documento menciona que los puestos de trabajo disponibles siguen estando por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, además de los incrementos en los precios de combustibles y alimentos han aumentado.
Por otro lado, uno de los sectores más vulnerables continúa siendo las niñas y mujeres, ya que 388 millones viven en la pobreza extrema, más que los hombres y los niños, y la gran mayoría en el África subsahariana y en Asia central y meridional. Aunado a estos datos, el Banco Mundial prevé que para el 2030 casi 600 millones de personas deberán subsistir con menos de 2.15 dólares al día.
En México, el Coneval mencionó que en los últimos cinco años el porcentaje de personas en situación de pobreza se ha reducido cerca de un 5.6%; la misma institución afirma que aún queda trabajo por realizar, ya que los rubros como: acceso a la seguridad social, calidad y espacios básicos de vivienda y alimentación nutritiva todavía presentan problemas importantes, y hubo un aumentó de personas en las áreas de rezago educativo que pasó de 19 a 19.4% y en cuanto a la falta de acceso de servicios de salud donde los números aumentaron de 20.1 a 50.4 millones de personas, en un periodo de 2018 a 2022.
Pero más allá de las cifras, que sin duda son contundentes y nos hacen repensar sobre el trabajo realizado hasta el momento, no podemos olvidar que cada número implica el rostro de un niño, niña, adolescente, adulto o adulto mayor que tiene que enfrentar día con día una realidad lacerante y que pareciera no tener fin.
La pobreza no sólo se asocia a la insuficiencia de alimento o de ropa, sino que la carencia permea de forma personal y familiar; ya no se trata sólo de compadecer a quien la padece, sino además de actuar, desde el ámbito personal, para realmente generar cambios; transformaciones mentales, económicas y sociales que nos permitan acercarnos a una adecuada repartición de la riqueza.
Hay que reflexionar sobre las afectaciones y sobre los seres humanos que tienen que padecer esta terrible problemática; no podemos continuar repitiendo aquella frase, que al menos en nuestro país se volvió tan popular: “el que es pobre lo es porque quiere”, ya que la realidad no es así.
Y es que desafortunadamente, la movilidad social en nuestro país es casi nula, tema que espero poder analizar en una entrega posterior, ya que no sólo se trata de aferrarte a aspiraciones o sueños, que estoy seguro todos tenemos, sino que la movilidad también se encuentra determinada por la falta de oportunidades, de alternativas, de trabajos bien remunerados, de posibilidades de continuar estudiando e incluso de la insuficiencia de servicios públicos de calidad como vivienda, acceso a la salud y transporte, entre otros.
Hablar de la erradicación de la pobreza se ha convertido en uno de los tópicos más utilizados, y aunque en pocas ocasiones realmente se han tenido acciones certeras, lo que sí hay que reconocer es que es un tema cada vez más visible y sobre todo se ha alejado de los estereotipos y prejuicios, lo que estoy seguro nos acercará a una verdadera empatía y comportamientos menos indulgentes y más certeros.
* Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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