“La enseñanza es más que impartir conocimiento, es inspirar el cambio. El aprendizaje es más que absorber hechos, es adquirir entendimiento”. William Arthur Ward
Ayer la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como cada cinco de octubre desde 1994 conmemoró el Día Mundial de los Docentes, y aunque pareciera una ocasión con poca relevancia hay que reconocer que la pandemia a la que aún nos enfrentamos, la globalización, la rapidez tecnológica y la celeridad digital hacen que el papel de las personas dedicadas a la educación se convierta en un elemento irremplazable en la vida de niños, adolescentes e incluso adultos.
Esta fecha, además de ser un espacio dedicado al homenaje de esta loable profesión, debe convertirse en un momento de reflexión, donde se formulen preguntas importantes: ¿Cómo los ha afectado la crisis en la que vivimos?, ¿se les han brindado las herramientas suficientes para desempeñarse adecuadamente?, ¿el salario emocional y económico es el justo?, ¿se les capacita de forma constante y de acuerdo a sus necesidades?, entre otras muchas.
Es probable que a lo largo de la vida nos hayamos encontrado frente a docentes que nos cambiaron la forma de ver el mundo, que nos plantearon nuevas maneras de enfrentar problemas y que incluso nos instaron a auto-conocernos y reconsiderar paradigmas personales y familiares; sin embargo, en pocos países esta profesión ha sido realmente valorada.
De acuerdo al Reporte de la OCDE: Evaluación y Reconocimiento de la Calidad de los Docentes se recomienda a los gobiernos alrededor del mundo que se implementen mecanismos efectivos de evaluación, que se reconozca la efectividad de la labor docente, que se genere información que relacione el desempeño de los estudiantes a los docentes y escuelas, pero sobre todo
programas de
incentivos para fortalecer su credibilidad y reconocer a los docentes.
Diversos países como Japón, China, Alemania, Estonia, Corea del Sur o Finlandia han centrado la vista en la evolución de salarios, los bonos adicionales y la capacitación de los docentes, pero no todo es económico, también en estos lugares pertenecer al sector docente supone un alto lugar en la jerarquía social y moral, por lo que formar parte de este ámbito no solo es una responsabilidad sino un privilegio, lo que a su vez se ve reflejado en los elevados índices de desempeño de los alumnos.
Es así que el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, llevado a cabo por la OCDE, afirma que si la contratación de maestros es selectiva, la profesión más valorada y estimulante y la remuneración económica adecuada, se creará un círculo virtuoso que permitirá que se incremente la calidad de la educación, formando así estudiantes con altos estándares prácticos, éticos, morales y con amplia experiencia en sus campos de estudio.
Otro tema de crucial importancia que debe plantearse, y es que si bien muchos de los docentes se encargan de la formación de niños y adolescentes, hoy también hay que destacar y agradecer el trabajo de aquellos quienes imparten educación a adultos mayores, y es que de acuerdo a datos de la UNESCO hasta el año pasado aún el 5.5% de la población joven y adulta era analfabeta, número que se elevaba al 17.3% si se considera a la población de 65 años y más; por lo que enfocarse en ellos es fundamental.
Se debe reconocer que la educación en personas mayores podría brindar un envejecimiento activo, lo que se traduciría en la optimización de oportunidades económicas, fomentaría la participación social, cultural y política, pero sobre todo mejoraría la calidad de vida durante el envejecimiento, y es que debemos derrocar ese mito de que las habilidades y capacidades de aprendizaje no son suficientes en la vejez, ya que lo que se tiene que cambiar es el modelo de formación y orientarlo hacia un sector distinto, por lo que el trabajo de los docentes y su compromiso es vital.
En nuestra actualidad el mejor homenaje para ellos además del reconocimiento debe ser la mejora de condiciones laborales, los incentivos académicos y económicos y la gratitud por compartir no solo su conocimiento y experiencia, sino su forma de ser y sus valores.