“Sólo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos”. Francis Bacon.
A inicio de esta semana, según estimaciones, en Venezuela al menos 36 personas perdieron la vida y 56 se encuentran desparecidas, esto en la población de Aragua, la cual ha sido declarada una zona de desastre; desafortunadamente, esta no es la única noticia, en lo que va del año incendios forestales, huracanes, ciclones, deslizamientos, sequías y olas de calor han golpeado nuestro planeta con fuerza.
Hoy conmemoramos el día internacional para la reducción del riesgo de desastres, actividad que se vuelve medular con el paso de los años y gracias, en parte a nuestras acciones poco certeras para disminuir el cambio climático. Es por ello que este 13 de octubre la Organización de las Naciones Unidas, se centrará en la meta de incrementar la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y las evaluaciones que se tienen sobre el tema.
Y es que los datos recabados por múltiples instituciones, nacionales e internacionales no dejan espacio para dudas, la misma ONU menciona que el año pasado se registraron 432 catástrofes relacionadas a amenazas naturales, donde el 40% de ellos ocurrieron en Asia y el 44% estuvieron vinculadas con inundaciones, pero sobre todo, refiere que los daños económicos se calcularon en 252,000 millones de dólares aproximadamente.
Por otro lado, de acuerdo a datos del Informe de Evaluación Global 2022, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres se prevé que el número de catástrofes llegue a 560 en 2030, es decir, 1.5 desastres al día; sin embargo quizá una de las sentencias más crueles es que el documento atribuye éstas a una percepción errónea del riesgo basada en el “optimismo, la subestimación y la invencibilidad”, que conduce a decisiones que agravan las vulnerabilidades existentes y ponen a las personas en peligro.
Tenemos que reconocer que, aunque queramos negarlo (por una especie de “superioridad” frente a otros seres vivos), el ser humano es parte de un todo interconectado, y actualmente nos enfrentamos a desafíos naturales más complejos, atípicos y severos; es por ello que se debe hacer hincapié en que la clave se encuentra en una sola palabra: prevención.
No podemos negar que el tema se ha convertido en un punto importante para gobiernos e instituciones y claro que se ha avanzado en la materia, pero, ¿de qué forma lograrlo? ¿cómo reducir las afectaciones? ¿de qué manera proteger lo más preciado, la vida? La situación debe analizarse desde diversos ángulos porque sus causas son multifactoriales, pero uno de los aspectos más significativos es la implementación de protocolos, la instauración de mecanismos y sobre todo una planeación territorial y urbana eficaz.
Es evidente que existe y continuará una tendencia en cuanto al crecimiento poblacional, lo que a su vez hace que la urbanización se convierta en un punto significativo para los gobiernos e instituciones del mundo, por lo que, con base en ello, el informe Réplicas: Remodelizar el pasado con miras a un futuro resiliente del Banco Mundial explica que estas predisposiciones podrían poner en riesgo, solo considerando las inundaciones fluviales y costeras, a 1,300 millones de personas y 158 billones de dólares en activos.
Es cierto que no todos los fenómenos naturales pueden ser advertidos con certeza, ni pueden evitarse; sin embargo, lo que sí se puede hacer es sentar las condiciones para evitar que su presencia genere grandes afectaciones y cause daños humanos y patrimoniales mayores.