«Aquellos que educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque aquellos sólo les dieron vida, éstos el arte de vivir bien.»
Aristóteles
Estamos viviendo en un mundo con mucha más celeridad, un mundo que no pensábamos hace 50 años, es por eso que hoy más que nunca es necesario pensar y cuidar a quienes definirán nuestro futuro: niñas, niños y jóvenes.
Cuando la revolución del internet comenzó, nos cuestionamos sobre la forma en la que pudiéramos cuidar de los pequeños y adolescentes, pareciera una nimiedad en comparación con todo lo que sucede en la red, sin embargo, el control parental no es un exceso, es una precaución, podría convertirse en un mecanismo que salve vidas y en un caso extremo que delimite experiencias negativas para ellos.
La red o el internet se han convertido en lugares que se concurren día con día, es por eso que cuando nos enfrentamos a la disyuntiva de permitir o no, es mejor revisar nuestras posibilidades.
Hace años surgió la oportunidad de sesgar el contenido que se ve tanto en plataformas de streaming como en la red, por lo que como padres hacer uso de esta herramienta se ha vuelto fundamental, y saberla utilizar, es menester en un mundo donde la pornografía, la trata y el pishing se han vuelto tan populares.
De acuerdo a información proporcionada por Kasperky el control parental te permite programar el horario en que tu hijo tiene permitido usar el smartphone, tablet o computadora lo que te proporciona oportunidad para bloquear el dispositivo durante las clases u otras actividades, además de restringir el tiempo en pantalla, pero aun así, permitirle al niño decidir de modo independiente cómo usar el dispositivo.
Y es que pareciera poco probable, pero desde que el internet comenzó a convertirse en uno de los principales medios para compartir información, a la vez se transformó en una de las principales vías para la trata de personas, lo anterior en datos de la Organización de las Naciones Unidas, quien afirma que “Internet también es reconocida por los expertos como el medio principal para la diseminación de la pornografía infantil mundial y el acecho cibernético, además de que la pandemia ha aumentado las vulnerabilidades de la trata de personas, al tiempo que hace que sea un delito aún más difícil de detectar, dejando a las víctimas con dificultades para obtener ayuda y acceso a la justicia”.
Desafortunadamente, gracias a las medidas implementadas por la pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2 hemos mantenido un aislamiento que ha impulsado que los tratantes de personas busquen medios distintos a los convencionales.
Es por eso, que el control parental restringe la distribución de datos, esto nos permite una nueva forma de educar y fomentar la seguridad en línea, porque debemos admitir que el malware, el hackeo de cámara web, el ransomware, robo de contraseñas y más, se han convertido en situaciones cotidianas que además inyectan un miedo constante en cada familia, porque, ¿quién no ha temido que le roben sus contraseñas? o ¿quién no ha sentido pánico por una intromisión a sus compras o datos privados?
Sí, es cierto que internet se ha transformado vertiginosamente en un espacio dónde podemos hacer desde compras hasta quizá encontrar pareja, pero tenemos que considerar que además de eso también es un lugar dónde no nos encontramos del todo seguros. No podemos alejarnos de él, pero podemos hacer un uso correcto, medir lo que vertimos y lo que se publica, considerar que todo es público y permitirnos un poco de privacidad.
Mucho nos falta para entender el Internet, pero sí podemos ir poco a poco trabajando en una cultura de la prevención, pero además no podemos dejar de lado que los valores inculcados en el seno familiar juegan un papel fundamental a la hora de discernir entre el bien y el mal, es por ello que como padres no se puede dejar solo la responsabilidad a un medio electrónico, sino a la educación y al trabajo en equipo con docentes y con una interacción personal y responsable hacia los hijos.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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