“La familia y la escuela jamás van contrapuestas, son complementarias,
y por lo tanto es importante que colaboren, en el respeto recíproco.” Papa Francisco
De acuerdo al Oxford Dictionary el término educación se define como: “Formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen”; es decir, no sólo se trata de las técnicas de estudio sino de las formas de comportamiento ordenadas con un fin social, las cuales en su mayoría no son obtenidas en las primarias, secundarias o universidades, sino en el seno familiar. Las lecciones aprendidas en la familia perdurarán a lo largo de los años y probablemente con el tiempo será más fácil recordar un consejo o un ejemplo de nuestros padres que una ecuación matemática; y aunque ambas ayudan al desempeño y crecimiento profesional muchas de las familias han decidido trasladar el trabajo de la formación en valores a los profesores y a las horas invertidas en clase. A partir del siglo XIX en México cuando se declaró la competencia exclusiva en el proceso formativo de la niñez y juventud al Estado y no al Clero, la participación de la familia en el proceso educativo pareció quedar igualmente marginada, puesto que en aquella época la enseñanza relegaba en segundo plano a la comunidad doméstica; sin embargo, afortunadamente a partir del siglo XX se volvió a poner de manifiesto la importancia de la familia en la formación psicológica, en el desarrollo de las capacidades individuales y en la estabilidad emocional de los individuos. La transmisión de valores, el amor al prójimo y los buenos hábitos son agentes de cambio que no se aprenden en el sistema educativo, sólo se refuerzan gracias al arduo trabajo de docentes y de materias que alientan y hacen consciente al individuo del cuidado de su entorno y de la correcta interacción con los otros. Las familias no pueden abandonar el camino de la educación y de la responsabilidad para con los hijos, ya que de hacerlo en muchos de los casos los niños y niñas se convierten en criminales que de forma paulatina atentan contra la sociedad; tal fue el caso que se dio a conocer la semana pasada gracias a un vídeo que se hizo viral sobre la banda denominada “Los Diablitos”, constituida por niños entre 12 y 16 años, los cuales fueron ligados al menos a 10 atracos en el último mes y quienes aprovechan el tráfico generado alrededor del periférico para con armas de juguete realizar asaltos a los pasajeros de los vehículos que transitan. En tan sólo cinco días dos de los niños pertenecientes a esta banda de 13 y 12 años respectivamente, fueron detenidos y liberados en dos ocasiones; en la primera los padres no fueron localizados, y en la segunda los tutores asistieron acompañados de abogados alegando que sus hijos no son delincuentes y que los delitos que les imputan son simples travesuras. Lamentablemente, éste es sólo un caso entre miles donde los padres no sólo avalan, sino que alientan las actividades delictivas de sus hijos al restarles la importancia correspondiente al acto o bien incluso al forzarlos a realizar los atracos; contribuyendo y acrecentando así a una sociedad con claras muestras de una crisis en la educación, y no precisamente en cuanto a la situación escolar, sino a la familiar, al conjunto de valores con los que se deberían formar a los niños para así enviar a la comunidad actores comprometidos con el desarrollo económico y social. Hoy, en un mundo cada vez más cargado de violencia debemos recordar que como padres somos los primeros responsables de la educación de nuestros niños, debemos recordar que como diría el Almirante de la Marina de los Estados Unidos, William H. Raven en su célebre discurso de graduación para la Universidad de Texas en 2014: “Si quieres cambiar el mundo empieza por tender tu cama, si haces tu cama cada mañana habrás logrado la primer tarea del día, te dará un pequeño sentimiento de orgullo y te animará a hacer otra tarea… hacer tu cama reforzará el hecho de que las pequeñas cosas de la vida importan…” no es la cama tendida es el hábito aprendido, porque aquellos individuos que buscan el crecimiento personal y profesional son personas que con amor al prójimo y valores adquiridos desde casa, salen a la vida diaria con el firme propósito de contribuir con pequeñas acciones a un cambio global.