El mayor evento de mortalidad humana registrado en la historia, la Peste o Muerte Negra, ocurrió a mediados del siglo XIV y mató a entre 75 y 200 millones de personas en Oriente Medio, el norte de África y sobre todo en Europa, alrededor del 60% de quienes vivían en esas zonas. Sobrevivirla, revela una nueva investigación, no fue cuestión de suerte, sino de genes.
Un equipo internacional de científicos extranjeros analizaron más de 500 muestras de ADN antiguo de los restos de personas que habían muerto antes de la peste, murieron a causa de ella o sobrevivieron a la Peste Negra en Londres en una ventana de 100 años.
Muchas muestras se tomaron de personas enterradas en los “pozos de peste” de East Smithfield utilizados para entierros masivos entre 1348 y 1349; algunas muestras adicionales se tomaron de restos enterrados en otros cinco lugares en Dinamarca.
El estudio, publicado ayer en la revista Nature y realizado por investigadores de las universidades McMaster, de Chicago, el Instituto Pasteur y otras instituciones, permitió identificar genes asociados al sistema inmune que protegieron a algunos contra la devastadora pandemia de peste bubónica, que es causada por la bacteria Yersinia pestis.
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De manera paradójica, los investigadores informan que los mismos genes que una vez confirieron protección contra la peste están actualmente asociados con una mayor susceptibilidad a enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Crohn y la artritis reumatoide.
Hace unos meses, se publicó el descubrimiento del origen de la pandemia de la Peste Negra, que llegó a Europa alrededor del 1347 y que inició en las proximidades del lago Issyk Kul en lo que ahora es Kirguistán.
Los europeos que vivían en la época eran inicialmente muy vulnerables, porque no habían estado expuestos recientemente a Yersinia pestis, a medida que las olas de la pandemia ocurrieron una y otra vez durante los siglos siguientes, las tasas de mortalidad fueron disminuyendo debido a que los sobrevivientes heredaban los genes protectores a sus descendientes.
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