Al iniciar el 2021, las tendencias digitales se extendían por el mundo. Entre los bailes de TikTok y las aplicaciones virales como Wordle, un fenómeno destacó lo suficiente como para influir en la bolsa de valores de Nueva York: los NFT o “token no fungible” en inglés. Estos son básicamente representaciones digitales de activos, creados y distribuidos a través de la red blockchain, asegurando, en teoría, su seguridad y autenticidad. Aunque comparten tecnología con las criptomonedas, los NFT son únicos e irrepetibles al no poder dividirse ni multiplicarse.
El furor no se hizo esperar. Aunque los NFT existían desde 2017, el inicio del año pasado los catapultó a la fama. Ejemplo de ello es el Bored Ape Yacht Club, una serie de imágenes de monos humanizados con atuendos variados. Personalidades como Madonna y Tom Brady se unieron a la tendencia. Adquirir una imagen incluía una membresía en el sitio web Bored Ape con beneficios como un tablero de graffiti colaborativo y los derechos de propiedad y uso comercial del NFT.
La euforia se extendió a casos como el del empresario Martín Mobarak, quien organizó una fiesta con un NFT de la obra Fantasmones Siniestros de Frida Kahlo, valuada en 10 millones de dólares, donde la obra era quemada en un video.
Otro NFT mostraba la creación de las nueve mil 555 líneas de código originales de la web, vendiéndose por 5.4 millones de dólares. Sin embargo, estos NFT tenían un único propósito: ser comprados y vendidos a precios cada vez más elevados, inflando una burbuja especulativa.
Problemas éticos y ambientales surgieron rápidamente. La huella ecológica de muchos NFT era alarmante, consumiendo grandes cantidades de electricidad y emitiendo dióxido de carbono. La creación de NFT basados en el arte de Qing Han generó indignación al ser creados por estafadores. Además, la presión constante sobre los poseedores afectaba la salud mental.
Tan rápido como surgió el entusiasmo, llegó el declive. A medida que avanzaba el 2021, las búsquedas y transacciones de NFT disminuyeron, exacerbadas por la caída del valor del bitcoin en 2022.
La liberación de restricciones por la pandemia llevó a la búsqueda de otras formas de entretenimiento e ingresos, impactando negativamente a los NFT.
Fraudes, engaños y publicidad saturada fueron el golpe final a la burbuja especulativa.
¿Qué hacer con los miles de NFT comerciados? Los poseedores tenían dos opciones: vender inmediatamente para recuperar algo de dinero o esperar un momento idóneo. Con el interés a la baja, muchos decidieron vender, reduciendo así su valor. A fines de 2021, la tendencia estaba muerta.
Sin embargo, la historia no terminó. Para diciembre de 2022, Bored Ape y Yuga Labs enfrentaron una demanda masiva por estafa.
La compra y venta de NFT por famosos perjudicó a los usuarios, quienes descubrieron pagos a celebridades para promocionar los tokens, inflando precios y popularidad. Mutant Ape Planet también enfrenta problemas legales.
Aunque la tendencia desapareció, los NFT persisten. La lección es clara: no es el artículo en sí, sino la especulación descontrolada durante un corto plazo. Pruebas de ello son las regulaciones y garantías actuales para la compra y venta de flores y casas.
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