Nada hay más eficaz en política, la vida cotidiana o la guerra, que generar un enemigo. Al escogerlo, siempre con cuidado, se disparan muchos procesos. Los que nos rodean —nuestros pares o la sociedad—, se preguntan ¿por qué ese? ¿Cuál es la razón? ¿Qué podemos esperar de ese enfrentamiento? Y naturalmente, los que nos rodean o la sociedad se acomodan de una u otra manera frente a ello. El asunto ha sido tratado por muy diversos autores, pero alguien como el crítico e historiador Rene Girard lo ha puesto de manera diáfana.
Cuando se encuentra un chivo expiatorio, las fuerzas sociales y las personas pueden descargar todos sus odios y frustraciones en algo concreto. Pueden darles rienda suelta a las explicaciones de sus desgracias, y a falta de un pensamiento científico e informado, encontrar en ese chivo expiatorio la explicación que antes parecían los designios de dios.
El asunto viene a cuento porque el Presidente ha decidido inventarse un enemigo nuevo. Antes y reiteradamente han sido los fifís, los conservadores, la mafia del poder y personas como Loret de Mola, Pablo Hiriart, Aristegui y tantos otros que, con investigaciones o datos comprobables, han abjurado, desnudado y criticado a su gobierno. Ahora sin empacho ha construido la idea de que los Estados Unidos de Norteamérica han hecho tres cosas inaceptables.
Primero, que están investigando ilegalmente a los carteles, sobre todo al de Los Chapitos. Cosa extraña, pues en las leyes de aquel país, tienen todo el derecho, y aunque no lo tuvieran, si los perciben como una amenaza a la salud y su seguridad nacional, lo harán. De hecho, que Estados Unidos hubiera filtrado o declarado que los están investigando, pone en ridículo al gobierno mexicano, pues mientras aquellos están haciendo cosas concretas contra el trasiego del fentanilo y sus promotores, acá no se hace nada. Eso es lo que tiene al Presidente muy enojado.
Segundo, que hay filtraciones del Guacamaya leaks que muestran que los viajes del General Secretario son un exceso y ponen en juicio la probidad de austeridad y ética del Ejército.
Y tercero, que le han entregado más recursos a las asociaciones civiles que él considera contrarios a su gobierno. Comete un error el Presidente; que haya asociaciones de la sociedad que no le gustan para su gobierno, no es injerencismo, es el reflejo de una sociedad globalizada convencida de los beneficios de la democracia liberal.
A pesar de todo ello, el Presidente está queriendo crear la idea de que Estados Unidos se ha convertido en un enemigo que amenaza su gobierno. Que los mexicanos, todos, habremos de defender la patria contra el injerencismo de los americanos del norte.
La idea del discurso buscando un chivo expiatorio es políticamente útil, pero pensando en las relaciones con nuestro socio y aliado estratégico, parece un contrasentido.
No puede hablarse y prometer o incitar a una disputa que atenta contra las bases de lo que necesitamos, nos es útil y nos conviene. Un día el Presidente tendrá que evaluarlo y tomar cartas en el asunto. Nada más, pero nada menos, también.