Espionaje desde adentro

25 de Noviembre de 2024

Miguel González Compeán
Miguel González Compeán

Espionaje desde adentro

Herética Lex

Cuando en el sexenio de Vicente Fox se planteó la necesidad de regular la inteligencia (espionaje) de comunicaciones y actividades de actores de la delincuencia organizada o que fueran definidos como objetivos sensibles de la seguridad nacional, al director del entonces Cisen, Eduardo Medina Mora, le preocupaba especialmente el derecho a la privacidad y la legalidad para poder hacer esas intervenciones.

Tuve el honor de ser invitado a contribuir en el proceso legislativo de dicha ley y de cabildearla entre los legisladores y el Ejército, que tenían serias dudas sobre su rígida cantidad de reglas para permitir la intervención de comunicaciones entre los actores “objetivo”.

Tomamos las experiencias internacionales y encontramos varias que resumimos en tres reglas fundamentales. Primero, había que constituir una comisión en el Congreso que vigilará las tareas de inteligencia y generara un contrapeso a los posibles excesos del entonces Cisen. Esta comisión tendría que ser informada de los asuntos que estaban siendo investigados y a los seis meses, de no encontrarse nada, destruir todo el material adquirido frente a ellos. Habría una prórroga de otros seis meses, pero con el tratamiento similar. Los diputados y senadores no deberían conocer las personas sobre las que se ejercía la vigilancia, pero el Cisen estaba obligado a destruir los materiales frente a ellos.

Seguidamente, la petición de intervención de parte de la entonces PGR ahora FGR y del entonces Cisen y ahora el servicio de inteligencia del Estado, debería someterse a la autorización de un juez ante el que había que fundar y motivar las razones de porque se hacía dicha intervención.

Y finalmente, en el Código Penal se estableció el delito de espionaje, intervención de comunicaciones o el de tomar fotos e investigar sin el permiso del “objetivo” o del juez, con seis años de cárcel, más agravantes.

El día de hoy sabemos que por lo menos dos periodistas y un defensor de derechos humanos han sido espiados con el programa “Pegasus”. El Ejército, a través de una corporación que no tiene definición en la Ley de la Administración Pública Federal, sino como un área del Ejercito sin responsabilidad: el Centro Militar de Inteligencia (CMI) ha espiado a civiles sin ninguna responsabilidad pública o ante juez o ante la ley en general.

El Presidente ha dado sonrisitas burlonas, trata el espionaje ilegal como inteligencia, sobre civiles que, hasta ahora no se sospecha o no se ha probado que sean parte de la delincuencia organizada o un peligro para la seguridad nacional, pero en resumen se les espía. ¿Por qué?

Mi sospecha es que AMLO no está preocupado por el daño que los “objetivos” puedan hacer a la seguridad nacional o sean parte de la delincuencia organizada. Mi única explicación es que está preocupado por el hecho de quienes hablan dentro del gobierno y, por lo tanto, ser considerados como traidores a la 4T.

Ese es, en mi opinión, su mayor temor. ¿Quiénes son los traidores y los desleales contra quien hay que enfocar las baterías de su rencor, de su odio y de su paranoia? Nada más, pero nada menos también.