El reflejo

25 de Noviembre de 2024

Miguel González Compeán
Miguel González Compeán

El reflejo

Herética Lex

Las instituciones son acuerdos legales para ordenar, encausar o para la resolución de conflictos, actividades o acciones sociales. No son las personas dentro de un edificio o detrás de un escritorio. En todo caso, esas caras están ahí a propósito de un mandato legal para resolver cosas concretas. Los funcionarios están para hacer efectiva la ley que comienza en la constitución y acaba en los millones de oficios girados para atender un problema concreto, una demanda ciudadana a la que tienen derecho o promover el buen curso de una actividad que requiere resolverse de una manera específica y no de otra.

Aunque usted no lo crea hay instituciones, es decir reglas, que permiten el desarrollo y el crecimiento sano de ciertas actividades y negocios, y otras instituciones que no dejan espacio para ello.

El día de ayer, la Selección Mexicana de futbol fue eliminada en la fase de grupos, en el Mundial de Qatar. Algo que no pasaba desde 1978, en Argentina. Más allá de la frustración final, pues el equipo jugó muy proactivamente y con patente habilidad no mostrada en juegos anteriores, la pregunta obligada es ¿por qué estamos eliminados siendo México, como es, un país 14 en la economía mundial y con 130 millones de posibles buenos jugadores? La respuesta no es compleja: tenemos una muy mala institucionalidad que organiza y rige nuestro deporte en general y el futbol en particular, derivado, en buena parte, de que el objetivo del futbol mexicano no es ganar mundiales o tener buenos equipos. El objetivo, es dar espectáculo, darle a ganar a los medios de comunicación (dueños de varios equipos) y a los dueños de los equipos el mayor dinero posible.

No son pocas las historias de palancas, preferencias derivadas de amiguismos, conflictos por el pago a jugadores y corrupción que pueblan nuestro futbol. El problema es que en la definición del negocio hay muy pocas personas preocupadas por la calidad de nuestro deporte y mucho más concentradas en las ganancias por obtener. La disyuntiva, sin embargo, entre obtener ganancias y tener buenos equipos es pueril y falsa. Se puede tener muy buen espectáculo (como la Fórmula 1) y al mismo tiempo organizar y hacerlo muy bien.

Como se sabe, existe una ley del deporte, que está muy concentrada en el fomento y en el arreglo de las instituciones involucradas en el fomento de este, poco hay sobre cómo deben construirse, por ejemplo, semilleros de jugadores o competidores en todos los rubros incluyendo el futbol, hasta cómo definir relaciones contractuales y derechos de los deportistas y los “dueños- contratantes” de ellos.

Los intereses de todos los involucrados son enormes. Desde la venta de cerveza en los estadios, hasta la forma en la que se contrata y se ponen en venta las “cartas” de los jugadores, están dejadas al arbitrio y decisiones de lo dueños e involucrados en la publicidad asociada y los negocios vinculados con el juego. Peor aún, si el Chicharito Hernández quiere llevar a su novia periodista a un entrenamiento saltándose todas las reglas impuestas al resto de los medios, el Chicharito lo hace y no hay nada que lo detenga. Si un dueño de equipo quiere que un jugador esté, sí o sí, en la alineación de la Selección lo hace, no por méritos sino porque puede con la influencia del dinero imponer su voluntad.

Algunos esfuerzos han hecho equipos como el Pachuca con su museo y su semillero que ya ha dado resultados o la UNAM con su famosa cantera de jugadores de talla internacional, pero el arreglo institucional es nulo para todos y se presta al desperdicio y al abuso de los involucrados, en contra de una afición que reclama con justa razón una mejor calidad y oportunidad para los talentos que sobran en nuestra sociedad.

De cualquier manera, lo de ayer, es un reflejo. Todo nuestro país y su presente enfrenta una situación similar. Falta de respeto o inexistencia de instituciones. Abandono de la legalidad y una normalidad pasmosa en la que a río revuelto por falta de reglas o de imponerlas impera el desorden y, finalmente, la frustración. Nada más, pero nada menos también.