A propósito del montaje que se le ha hecho a Jesús Murillo Karam (lease a Raymundo Riva Palacio y a Sergio López Ayllón en Nexos), la preocupación por la procuración e impartición de justicia se ha convertido en la plática central de la opinión pública. Murillo está, el día de hoy, inexplicable e indebidamente en la cárcel, que no sea por la voluntad y el interés político malsano del presidente, su otrora respetado subsecretario de gobernación Encinas y su fiscal “autónomo”.
La pregunta que aflora permanentemente en todos los artículos. ¿Cómo es posible que la procuración de justicia y su impartición por parte de jueces y magistrados sea tan deficiente y vinculada a la corrupción, las prebendas, los favores y el interés político, como lo es en México?
Sin duda hay respuestas diversas. La primera apunta a la ineficiencia de las policías a las que se les encargó la cadena de custodia y los ministerios públicos que no investigan ni trabajan en la labor de prevención, ni en la labor de meterse a escudriñar los asuntos que llegan a sus manos.
Véase, por ejemplo, el caso de Murillo Karam cuyos fiscales frente al juez no pudieron presentar el caso de manera coherente y ordenada. El juez, en cumplimiento de un mandato tuvo que estarles corrigiendo la plana. Si eso pasa con Murillo imaginen lo que pasa con más de 92 mil mexicanos que están en prisión preventiva sin sentencia efectiva.
Después se dice que las autoridades están coludidas con la delincuencia. Que todo malora tiene que ver con alguien encumbrado o con el poder suficiente para protegerlo o salvarlo de la acción de la justicia.
Terceramente, se dice que los jueces están colididos, que a todo juez se le puede llegar con un dinero y convencerlo de que actúe, torciendo la ley o utilizando las deficiencias del ministerio público en favor de una causa o de otra.
Finalmente, se aduce que falta capacitación, que falta honor y compromiso y que falta dinero que permita que toda la cadena de mando desde policías hasta jueces ganen un sueldo razonable y puedan vivir de manera edificante en medio de nuestra sociedad.
Desde mi punto de vista todo eso es cierto, pero hay algo que creo que está al centro del asunto y no se le ha prestado suficiente atención. Lo ilustro con un ejemplo vivido personalmente.
En el pueblo en el que vivo en la playa, hay un presidente municipal morenista que reproduce en su modesto espacio, los mismos vicios y actitudes del Presidente de la República. Recientemente, se suscitó un conflicto entre restauranteros y dueños de bares y hoteleros. El presidente municipal fue invitado a mediar los horarios de apertura, pues mientras los hoteleros querían dejar dormir a sus huéspedes, los de bares y restaurantes querían abrir hasta las 5 de la mañana. Finalmente se llegó a un arreglo. Toda actividad debería cesar a las 2 de la mañana.
Al final de la reunión, un dueño de restaurante cuestionó al presidente municipal sobre los anuncios que estaba colocando a propósito de la revocación del mandato. Le dijo: “Oye, presidente, el INE dice que eso es ilegal”. El presidente en su conocida actitud le contestó: “A ti qué te importa lo que yo haga. Es más —le instruyó a un asistente— mañana le traes a este metiche una manta de apoyo a AMLO”. Y dirigiéndose al empresario, agregó: “Mañana pones la manta a la entrada de tu restaurante y si no lo haces te cierro el local”.
Si los de arriba cometen tropelías, ¿porque las autoridades de abajo no habrían de cometerlas? El asunto es que la autoridad ni arriba ni abajo respeta la ley. Entonces, ¿los ciudadanos por qué tendríamos que hacerlo o a cambio de qué? La complicidad y la impunidad colectiva. Nada menos, pero nada más también.