En una búsqueda exhaustiva de sustancias relacionadas con la mortalidad que causa la Covid-19, se detectó una enzima humana cuyo papel dentro del proceso de inflamación en esta enfermedad no está claro y que no siempre se produce, pero que se encuentra en las personas que desarrollan Covid grave y llega a estar en cantidades nunca antes registradas.
La enzima, reportada por investigadores de las universidades de Arizona, Stony Brook y Wake Forest en el Journal of Clinical Investigation, se llama fosfolipasa A2 del grupo IIA (o sPLA2-IIA) y podría proporcionar un nuevo objetivo terapéutico para reducir la mortalidad de Covid-19.
En condiciones normales, sPLA2-IIA se encuentra en bajas concentraciones en individuos sanos, y se sabe desde hace unos 50 años que juega un papel fundamental en la defensa contra las infecciones bacterianas, destruyendo las membranas celulares microbianas. También se sabe que cuando la enzima activada circula a niveles altos, tiene la capacidad de “triturar” las membranas de órganos humanos vitales.
“Esta enzima está tratando de matar el virus, pero en cierto punto se libera en cantidades tan altas que las cosas se desvían de mala manera, destruyendo las membranas celulares del paciente y contribuyendo así a la falla orgánica múltiple y la muerte”, dijo Floyd Chilton, autor principal del artículo en un comunicado de prensa.
Si bien no todos los pacientes graves y que murieron por Covid-19 tenían grandes cantidades de sPLA2-IIA, muchos “tenían algunos de los niveles más altos de esta enzima que se hayan informado”, dijo Chilton, quien ha estado estudiando la enzima durante más de tres décadas.
Esta enzima humana es similar a una que se encuentra en el veneno de serpiente de cascabel, que tiene la capacidad de unirse a los receptores en las uniones neuromusculares y potencialmente deshabilitar la función de estos músculos, dijo Chilton.
Actualmente, los investigadores están analizando si los niveles de sPLA2-IIA podrían ser responsables de una parte de los síntomas de Covid largo.
Relación. En las serpientes, la enzima puede deshabilitar la función de algunos músculos, y en los humanos intenta matar al virus.