Tenía tres años de haberse retirado, pero seguía viviendo en la Secretaría de Marina, donde fue entrenada para salvar vidas, pero fue más que eso, un símbolo de esperanza. Hoy murió y su nombre era Frida.
Era esa perra labrador color miel, que vestida con su equipo de protección en el terremoto de 2017 se convirtió en la expresión de aliento de todo un país, “un ícono de unión y solidaridad del pueblo mexicano”, se le reconoció entonces, incluso con un monumento.
Siendo un elemento de la Armada, hoy tras su muerte su imagen se convirtió en memoria:
“Querida Frida, aunque tu partida nos duele, hoy la Familia Naval promete honrar tu memoria, actuando bajo el legado que nos enseñaste: ‘nobleza, lealtad y amor’. Gracias por servir a México, siempre vivirás en nuestros corazones”, escribió la Marina en su cuenta de Twitter.
Incluso su imagen fue colocada en todas las cuentas oficiales de la Marina, y crearon el hashtag #HastaSiempreFrida.
Las razones de su muerte fueron naturales, simplemente su edad, tenía 13 años.
La mejor
Frida nació el 12 de abril de 2009 y culminó su entrenamiento de búsqueda y rescate en un tiempo récord de ocho meses, cuando suele durar 12, evocó este martes la institución.
La Marina recordó que su primera misión fue en el terremoto de 2010 en Haití, en el que murieron más de 300 mil personas, donde solo ella, con su trabajo, recuperó a 12 personas vivas y a 12 fallecidas.
Luego, cuando hubo una explosión en el edificio sede de Pemex en la Ciudad de México, en enero de 2013, Frida encontró a ocho personas fallecidas.
Cuatro años después, en 2017, en un deslave en Ecuador localizó los cuerpos de 20 personas.
Los mexicanos la conocerían y reconocerían ese mismo año. En el sismo del 7 de septiembre de 2017, que sacudió el sur del territorio y provocó la muerte de 100 personas, ella encontró a una persona que perdió la vida entre piedras y muros derruidos.
Y días después, el 19 de septiembre, en la capital del país, con su equipo táctico: unas gafas, un chaleco y una cubierta para sus patas, Frida comenzó a trabajar y encontró a dos personas bajo los escombros.
Así, en medio de la tragedia, su tierno rostro, sus ladridos que retumbaban al guardar silencio y su persistencia entre los restos de piedras, generó un aliento de esperanza.
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