La situación de extrema brutalidad que se vive en Haití es algo que se ha intensificado en los últimos meses y continúa en ascenso en Puerto Príncipe, su capital. Esta violencia ha surgido en un contexto de caos político, bandas criminales, inseguridad alimentaria generalizada, costos de importación demasiado elevados y un brote de cólera mortal con niños menores de 10 años que representan uno de cada tres casos confirmados de cólera.
La espiral de violencia ha sido tal que la Organización de Naciones Unidas (ONU) reveló en un informe publicado durante esta semana que la inseguridad en Puerto Príncipe ha alcanzado niveles similares a países en guerra.
Entre el 1 de enero y el 31 de marzo, el periodo que analizó el estudio, el número de homicidios en la isla caribeña aumentó 21 % con relación al trimestre anterior (815 contra 673), y el de secuestros 63 % (637 frente a 391).
Para entender este fenómeno, habría que recordar que Haití ha descendido a una creciente anarquía desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, que encendió la crisis actual en la que ahora se encuentra Haití.
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Con origen en el partido haitiano de extrema derecha Tèt Kale, la presidencia de Moïse había provocado consternación frecuente entre los haitianos, y el anuncio de la administración en 2018 de la eliminación gradual de los subsidios al combustible provocó respuestas particularmente agravantes de los ciudadanos.
La propuesta del gobierno en 2021 por celebrar un referéndum para modificar la constitución haitiana, un acto que viola la constitución misma, hizo que las manifestaciones se intensificaran notablemente, lo que llevó a brutales represiones policiales contra los manifestantes. A pesar de que su mandato terminó en febrero de 2021, Moïse insistió en permanecer en el poder por otro año. Visto como un movimiento hacia la dictadura, el resentimiento entre el pueblo haitiano aumentó aún más, culminando con su asesinato a manos de hombres armados que irrumpieron en la residencia de Moïse.
Apenas cinco semanas después, un violento terremoto devastó gran parte de Haití solo cinco semanas después del asesinato de Moïse para complicar aún más las cosas, causando una destrucción generalizada y pérdidas económicas sustanciales y acabando con la vida de más de dos mil personas.
Dado este telón de fondo, no debería sorprender que Haití se sumergiera en una profunda crisis durante este tiempo, en la que la violencia de las pandillas se disparó en la ciudad capital y más allá, sumiendo al país en una agitación social, política y económica.
Al acecho de las bandas
Según datos de la Policía Nacional de Haití y de la Oficina Integrada de la ONU en ese país, en el primer trimestre de 2023 se registraron mil 647 incidentes criminales –homicidios, violaciones, secuestros y linchamientos–, más del doble que en el mismo periodo del año anterior.
Esta violencia se explica en buena parte en la lucha por el control de barrios, donde apenas hay o simplemente no hay presencia policial, que lleva en muchos casos a los propios residentes a tomarse la justicia por su mano.
Por ejemplo, la semana pasada, un grupo de civiles sacaron a 13 pandilleros sospechosos de la custodia policial y los lincharon hasta la muerte, quemando luego sus cuerpos, recordó la enviada de ONU. El nuevo hecho violento tuvo lugar luego de que policías detuvieran a los hombres armados, en un contexto de fuertes tensiones en la capital, Puerto Príncipe.
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“Durante el registro de un minibús con individuos armados a bordo, la policía confiscó armas y otros equipos. Por otra parte, más de una decena de individuos que circulaban a bordo de este vehículo fueron lamentablemente linchados por miembros de la población”, indicó la policía de Haití en un comunicado. Incluso este no es el mejor momento para ser un niño en Haití. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la situación de alarma comenzó desde el terremoto de 2010 y “empeora día a día”.
“La violencia alarmante en las zonas donde azotan las bandas, como la violencia sexual en particular contra mujeres y niñas, es emblemática del terror que afecta a una gran parte de la población de Haití”, donde la mitad, 5.2 millones de personas, dependen de la ayuda humanitaria, dijo la enviada especial de la ONU para ese país María Isabel Salvador en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
Los menores, dijo, son víctimas de “los crímenes más atroces”, como asesinatos, secuestros y violaciones. En los últimos tres meses, muchos colegios han sido objeto de tiroteos y de secuestros de los alumnos, por lo que muchos estudiantes no han vuelto a clase desde el inicio escolar en enero.
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