Guerrero es uno de los principales focos de atención de partidos políticos, gobierno federal, INE y medios de comunicación a raíz de inadvertidamente haber fungido como catalizador del estadillo de la crisis que el presidente Peña Nieto aún no logra superar. Los sucesos en Iguala dieron al traste con el discurso que había manejado el mandatario sobre el momento mexicano y derrumbaron el curso de su gobierno dejando su imagen completamente vulnerable. Asimismo, se resucitó la atención a problemáticas que habían quedado marginadas como el grado de infiltración del narco en el gobierno y el nivel de impunidad con que políticos y criminales operan en nuestro país. Hoy por hoy, pareciera que si logramos que Guerrero regrese a la “normalidad” podemos hablar de alguna esperanza para todos. Bajo esta óptica, los próximos comicios que se llevarán a cabo en esta entidad representan el parámetro bajo el cual serán juzgados no sólo actores políticos y gobierno, sino también la futura gobernabilidad del estado. Con esto en mente, no deja de sorprender que el PRD esté considerando postular a dos personas de estrecha cercanía al gobernador con licencia, Ángel Aguirre Rivero, para puestos clave en la entidad: su hijo, Ángel Aguirre Herrera, en la alcaldía de Acapulco y su brazo derecho, el senador Sofío Ramírez, en la gubernatura. Si bien es cierto que cada candidato merece ser juzgado por sí solo, la gravedad de los cuestionamientos que rodean al ex mandatario estatal con relación al atroz asesinato de los 43 normalistas representa una clara excepción. Lo que sucedió en Guerrero en septiembre del año pasado no fue causa, sino síntoma del deterioro que ha vivido este estado durante décadas. Guerrero históricamente ha padecido la violencia del narco y las guerrillas; ha sido de los principales y permanentes escaparates de la pobreza en el país; el dominio de la CETEG lo ha convertido en una excepción a las normas de calidad educativa; y sus instituciones son, por decir lo menos, sui generis. Guerrero es perfecto ejemplar del México bronco en donde se toleran eventos y situaciones bajo el justificante de que así se hacen las cosas en esas tierras. Por consiguiente, la gobernabilidad en Guerrero no se ha mantenido a base de fortalecimiento institucional y transparencia en los procesos, sino a base del mando fuerte de caciques locales. Es por esto que el gobierno de Peña Nieto confió en que el entonces gobernador Aguirre, que supuestamente manejaba con gran habilidad todos los hilos dentro del estado, no encubriría al narco alcalde José Luis Abarca y ayudaría a que el gobierno federal diera una pronta respuesta a la crisis que se avecinaba. Pero lo cierto es que Aguirre no tenía el control del estado, o cínicamente confió en que la impunidad sería eterna y sus acciones jamás lo alcanzarían. Los datos apuntan a ambas posibilidades. Durante la gestión de Aguirre Rivero los homicidios se dispararon y en 2012 y 2013 Guerrero fue el estado con más denuncias por homicidios dolosos en todo el país. En 2014 quedó en segundo lugar sólo superado por el Estado de México. El incremento de 2010 a 2011 fue de 44 a 62 homicidios por cada 100 mil habitantes (la media nacional era menor a 20). Lamentablemente Guerrero, como lo evidencian estos datos, las múltiples fosas descubiertas durante la búsqueda por los estudiantes, y el tamaño de la producción de amapola, es terreno fértil para el narco. Durante la gubernatura de Ángel Aguirre, Guerrero también sostuvo su lugar como una de las entidades más pobres del país con cerca del 70% sus habitantes viviendo en condiciones de escasez y desnutrición. En 2014 fue catalogado como uno de los estados con las peores prácticas presupuestales y en el censo educativo destaca por el número de escuelas fantasmas y falta de transparencia en las plazas reportadas. Aunado a lo anterior, durante la crisis que se desató por la desaparición de los normalistas Aguirre demostró una incompetencia casi descarada, no ofreció soluciones prácticas ni retóricas al problema y permitió la fuga de Abarca y su esposa. Su proceder fue indignante, evasivo y despreocupado hasta que prácticamente se le obligó a pedir licencia, no sin antes haber sido cobijado por el PRD para sorpresa de muchos. No es de admirarse que ahora la intención de voto por el partido del sol azteca en el estado haya caído en nueve puntos porcentuales para colocarlo en segundo lugar y que la aprobación de Aguirre se haya desplomado de 60 a 24 entre Septiembre del año anterior y Enero de 2015 según diversas encuestas. Si hacemos un análisis de lo que implica para la opinión pública la postulación de Sofío Ramírez y Aguirre Herrera, podemos decir que una buena parte de los negativos del ex gobernador se les trasladarán de manera casi automática y que la imagen del partido además se verá más empobrecida de lo que ya está. El PRD está pasando de ser un partido cercano a la gente, que se preocupa por los menos aventajados, a un partido que postula candidatos narcos y solapa atrocidades. A nivel nacional se debate fuertemente con su contrincante de izquierda y no ha captado uno sólo de los votos que naturalmente se le transferirían como resultado del debilitamiento del PRI. El curso de acción que decida tomar el PRD en Guerrero definirá la clase de partido que quiere ser después de la debacle que le representaron los sucesos en Iguala. Si quiere manejarse a base de clientelismo, cacicazgos, impunidad, miseria institucional y funcionar como vehículo de acceso al poder para personas de la talla de Ángel Aguirre Rivero, seguirá adelante con las mencionadas opciones. Pero si el PRD quiere ser la izquierda moderada, institucional, inteligente y pragmática que este país necesita y aún no ha presenciado, no permitirá que Aguirre tome el control del proceso interno y en cambio buscará un acercamiento genuino con una población que aún sufre de heridas abiertas, desconfianza y exige reparos muy justificados. @lorena_becerra