Ubicada en África occidental, Níger cuenta con una historia de varios golpes de estado; una “tradición” que volvió a presentarse esta semana, después de que militares golpistas detuvieran al presidente Mohamed Bazoum, en la capital Niamey.
“Las fuerzas de defensa y seguridad han decidido poner fin al régimen que ustedes conocen”. Con estas palabras, los militares dieron a conocer la noticia, argumentando el “continuo deterioro de la situación de seguridad y a la mala gobernanza económica y social”.
Y aunque el país cerró las principales líneas de comunicación acusaron a Francia, que tiene mil 500 soldados desplegados en Níger, de haber infringido el cierre de las fronteras al hacer aterrizar un avión militar en el aeropuerto internacional de Niamey.
El golpe fue bien recibido por parte de la población, que se congregó cerca de la Asamblea Nacional para expresar sus simpatías al grito de “¡Abajo Francia, viva Rusia!”. En contraste, un grupo de jóvenes acudieron a la sede del Partido Nigerino para la Democracia y el Socialismo (en el poder), donde incendiaron coches en descontento.
Estados Unidos, Francia y la ONU, condenaron el golpe de Estado y pidieron la liberación inmediata del presidente, elegido democráticamente y en el poder desde el año 2021. Rusia también reclamó la “pronta liberación” de Bazoum.
En un comunicado, la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (CEDEAO) se unió a las exigencias de libertad para el mandatario, “que sigue siendo el presidente legítimo y legal del Níger reconocido por la CEDEAO”.
Por su parte, la ONU suspendió las operaciones humanitarias en Níger, que vive una situación humanitaria “compleja”, anunció el jueves la organización. Según la Oficina de Asuntos Humanitarios (OCHA), el número de personas con necesidad de asistencia en Níger pasó de 1.9 millones en 2017 a 4.3 millones en 2023.