La muerte de 89 soldados rusos a manos de la milicia ucraniana durante la noche de año nuevo rompió el silencio que mantiene el régimen de Putin sobre su desempeño en la guerra, y de manera extraordinaria, se realizó un homenaje al que asistieron cerca de 200 personas en la ciudad de Samara, de donde eran muchos de los caídos.
En la ciudad, varias personas depositaron flores ante una llama en una de las principales plazas, pero los actos en su honor no terminaron ahí. Ciudadanos, organizaciones y algunas autoridades protagonizaron concentraciones en varios puntos del país, marcando así un hecho inusual.
Se trata de una de las pérdidas más cuantiosas sufridas por Moscú en un solo ataque desde el lanzamiento de la ofensiva contra Ucrania. De manera específica, se sabe que los miembros de la milicia se encontraban en un edificio donde estaban estacionados en Makéyevka, ciudad ocupada por Rusia, lo que ha generado una avalancha de críticas, alimentadas por versiones locales que aseguran que los soldados muertos eran reservistas movilizados en las últimas semanas.
Las condiciones en las que estaban los militares han sido objeto de debate, ya que el edificio donde estaban albergaba munición, lo que contribuyó a la intensidad del ataque, y el hecho de que mantuvieran sus celulares pudo haber permitido que fueran geolocalizados por las fuerzas ucranianas.
Otro motivo de críticas es la tardanza en la respuesta del presidente Putin, ya que incluso a tres días de la contraofensiva, no hay un pronunciamiento. Únicamente el Kremlin dijo que había pedido un informe al ministro de Defensa, sobre el estado del material proporcionado a las tropas rusas en Ucrania y sobre posibles medidas para reforzarlo.
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