El gobierno de Andrés Manuel López Obrador --y con él, la seguridad alimentaria de 130 millones de personas-- está donde no debería estar: a la orilla de una ruinosa confrontación comercial con Estado Unidos por la negativa del radicalizado Grupo Intersecretarial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad (GISAMAC) a continuar las importaciones que México realiza desde ese país de maíz amarillo transgénico y el uso del maíz blanco genéticamente modificado para la elaboración de masa y tortillas.
En el GISAMAC están convencidos que las semillas transgénicas son una nueva forma de colonialismo, pues somete a los agricultores a comprar de manera permanente el “paquete tecnológico” de las multinacionales agroquímicas y agrobiológicas tipo Bayer, Monsanto, Pfizer y ADM… aunque nada de ello figure dentro de los capítulos 9 y 11 del Tratado de Comercio firmado entre ambos países y Canadá.
Sin embargo, los radicales del GISAMAC deben estar hoy orgullos de su “valentía revolucionaria” por estar dispuestos a enfrentar al imperialismo yanqui desde las trincheras de la soberanía, la autodeterminación de los pueblos, la defensa del patrimonio cultural originario, el respeto a la Madre Tierra y otras exóticas yerbas, aunque su negativa a los avances científicos en agricultura condenen a 10 millones de agricultores mexicanos a seguir pobres en calidad de “piezas folclóricas” de “indios buenos” y como reserva natural de votantes sujetos a las dádivas gubernamentales para no morir de hambre.
¿Y quienes figuran en ese sector ultra que está dictando políticas sanitarias, culturales, comerciales y hasta económicas? Hasta donde se sabe, está el inefable subsecretario de salud Hugo López-Gatell; el subsecretario de agricultura Víctor Suárez; la directora del CONAHcyt, María Elena Álvarez-Buylla, y las secretaria de Economía y de Medio Ambiente, Raquel Buenrostro y María Luisa Albores, respectivamente… pero, como ideólogo, como tótem guía y faro de sabiduría, Víctor Toledo, el extitular de la SEMARNAT y que renunció al cargo porque desde su perspectiva López Obrador no se había radicalizado lo suficiente en la agenda de la llamada Cuarta Transformación en alimentación y energía.
Pero su ascendente ideológico sobre el GISAMAC no es tan grande como la derrota que se avecina en el panel de controversia, cuyos presidente y coordinador será definido en los próximos días, muy probablemente un experto de origen canadiense, aunque, como es sabido, el gobierno de Justin Trudeau acompaña al de Joe Biden en su reclamo contra el de López Obrador.
EU y su prestigio agroalimentario
No habrá fuerza en el mundo por lo que, el mayor productor mundial de maíz amarillo transgénico, Estados Unidos, ceda siquiera a la idea expresada por López Obrador de que junto con México “estudien” los posibles efectos nocivos a la salud humana y animal que el gobierno mexicano asegura tienen esos granos: con una producción superior a las 350 millones de toneladas anuales de maíz para uso industrial y pecuario, Estados Unidos exporta cerca de 280 millones de toneladas al mundo, teniendo como principal mercado a China y en segundo lugar a México; ni el secretario de agricultura del vecino país, Tom Vilsack ni la representante comercial Katherine Tai pueden darse el lujo siquiera de considerar de poner en entredicho tres décadas de investigaciones agropecuarias y genéticas efectuadas en los principales centros científicos de su país, ni mucho menos poner en entredicho el comercio masivo que realizan con ese tipo de maíz a escala global sólo porque los grupos radicales del gobierno mexicano estén convencidos de que existen daños a la salud.
A la fecha no se sabe cuál es el contenido de los documentos que la Secretaría de Economía envió a mediados de años a la USTR para convencerlos de que no iniciaran un panel de controversias por el maíz transgénico, pero a juzgar por el resultado, fueron tan eficaces como la “fuerza moral” y las infusiones calientes que López-Gatell recomendaba para evitar y aliviar la Covid.
Y es que tanto el Departamento de Agricultura como la representación comercial exigen una repuesta mexicana en base a ciencia, no a dichos, creencias, mantras o especulaciones antineoliberales… respuesta científica que no existe, que sólo está circunscrita al ámbito de lo imaginario y del pasón, por lo que será rápida y contundentemente derrotado en el primer trimestre del 2024.
Los productores de maíz estadounidenses representados por el senador por Iowa, Chuck Grassley, y por la senadora de Nebraska, Deb Fischer, estiman que la compensación que deberán recibir por oscilará entre 16 mil millones y 20 mil millones de dólares que se aplicaría en aranceles compensatorios a productos mexicanos de exportación. Pero esto, por ruinoso que resulte, es tan sólo el pico del pollo…
Pollitos en fuga
López Obrador tiene un botón de “ejection seat” para evitar una controversia que, aún antes de ser perdida, generará severas presiones inflacionarias. La Unión Nacional de Avicultores, en voz de su presidente David Castro, demandó se revierta que el Decreto Presidencial de febrero de 2023, con el que se prohíbe el maíz biotecnológico, pues la incertidumbre y carencia de ello afectará la producción de casi 7 millones de toneladas de huevo y pollo… la proteína de origen nacional de menor precio y de mayor consumo entre la población de menos recursos económicos.
Revertir el decreto es la salida que tiene López Obrador para evitar una confrontación que con seguridad se perderá y con severos efectos colaterales. Sin embargo, sí ya dejó llegar a los ultras hasta el borde del conflicto, quién sabe hasta donde los dejará andar bajo el entendido de que cuando se resuelva el diferente, México y EU estarán en pleno hervidero presidencial.
@mfloresarellano
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