No es sólo por estúpida maldad, por un vandálico resentimiento social o para robarse el cobre la razón por la cual miles de cajas de distribución de líneas de Internet y Telefonía —así como de radio-bases de telecomunicaciones— en México son objeto de robo cada año. Además de todo ello, hay una mercancía muy valorada por los múltiples cárteles que fabrican drogas sintéticas: las baterías eléctricas ubicadas debajo de esas cajas o debajo del basamento de las antenas, las cuales pueden contar con dos, cuatro o hasta seis de tales baterías, y cuyo ácido sulfúrico es un precursor muy apreciado en las llamadas “cocinas” de metanfetaminas.
Cada año se reportan a las secretarías estatales de Seguridad Pública, así como a la federal a cargo de Rosa Icela Rodríguez entre cinco mil y siete mil robos de este tipo. Aunque a veces roban el cobre, el objetivo principal son siempre las baterías; de hecho, los equipos electrónicos de las cajas y antenas básicamente quedan intactos.
De acuerdo al National Drug Intelligence Center, el ácido sulfúrico es un componente básico de baterías además de que se utiliza en la fabricación de fertilizantes, pegamentos y papel. Su robo se debe a que “se utiliza como agente (para producir gas HCL) en la producción de metanfetaminas” y advierte que se trata de un químico venenoso que contiene vapores tóxicos, altamente corrosivo y fácilmente absorbido a través de la piel. Sólo ese componente genera entre los consumidores metanfetaminas un daño grave a la piel, ojos, pulmones y dientes, advierte esa autoridad estadounidense.
Es evidente que el más afectado por tales robos es el operador preponderante, Telmex-Telcel de Carlos Slim, debido al tamaño de su red con probablemente entre dos mil y 2,500 instalaciones afectadas anualmente; y la Red Compartida, operada por Altan que dirige Carlos Lerma, registra cerca de 1,500 actos de vandalización por año, situación que se aproxima al daño que recibe AT&T a cargo de Mónica Aspe. Otros operadores de telecomunicaciones como Izzi, Total Play o Megacable también ven afectadas sus redes según su ubicación.
Usualmente tanto cajas como antenas cuentan con algún tipo de protección como candados, cadenas o espacios confinados. Algunos de ellos cuentan con cámaras de videovigilancia. Sin embargo, los grupos criminales que van sobre las baterías suelen actuar al amparo de la noche y si bien tienen preferencia por zonas asiladas como el Popo Park en el estado de México, también afectan barrios en ciudades grandes como la de México, Monterrey, Guadalajara, y ciudades medias como el Puerto de Veracruz y Monclova.
El grave daño colateral
Las telecomunicaciones son un elemento central para prácticamente toda actividad económica, para la educación y no se diga ya para entretenimiento y actividades lúdicas. La cobertura inalámbrica por parte de empresas privadas se calcula en casi 130 millones de teléfonos celulares con una penetración de mercado ya cercana al 100 % de la población. El servicio privado tiene más de 47 millones de accesos fijos, en tanto que la Red Compartida asiste a nueve millones de clientes a través de Operadores Móviles Virtuales (Mov´s) y está próxima a tener una cobertura garantizada de 70 % del país.
Sin embargo, las zonas más depauperadas, tanto en las ciudades como en zonas rurales, son las que suelen verse afectadas por la “caída de señal” provocada por los miles de robos. Pero aún más grave: la entrada de las cuadrillas de reparación y tendido de redes a determinadas del país está prácticamente vedada por la presencia de las múltiples pandillas del crimen organizado, cuya espiral de violencia va de la mano con la pérdida de oportunidades de obtener las habilidades digitales que los habitantes de esos lugares necesitan para superar la pobreza.
Le ofreceré datos concretos.