¿Cuánto vale en su conjunto el Club América, entre sus jugadores, su marca, el boletaje que genera, la venta de camisetas y balones oficiales (y toda la parafernalia para sus 30 millones de aficionados), y sus derechos de transmisión televisiva y en plataformas streaming por Internet? No hay cifra definitiva, pero los expertos en el negocio del futbol mexicano estiman su valor, solo del conjunto azulcrema a cargo de André Jardine, en mil millones de dólares, unos 18 mil millones de pesos según tipo de cambio.
El Club América es el núcleo del consorcio Ollamani, pero no es el único negocio. En ese grupo cuya clave de cotización en la Bolsa Mexicana de Valores y el New York Exchange será Aguila CPO, entran también acciones del Estadio Azteca, de la red de casinos PlayCity y de Editorial Televisa. Ese es el bloque de negocios que Emilio Azcárraga Jean optó por separar de Grupo Televisa cuando estableció el acuerdo de asociación con el gigante estadounidense de medios Univisión.
La corporación estadounidense a cargo de Wade Davis estableció asociarse con Televisa en función de lo que la televisora mexicana fundada por Emilio Azcárraga Milmo mejor sabe hacer: entretenimiento en toda la extensión del concepto, incluyendo noticias y deportes.
Telenovelas, talk-shows, comedia, programas de concursos, realities-shows, cortometrajes, miniseries, transmisión de eventos deportivos y cobertura noticiosa con generación de opinión pública, fueron el centro de una operación que se valuó en 4,800 millones de dólares y donde Televisa se convirtió en el socio mayoritario (45%) de TelevisaUnivisión.
El llamado “core business” de la asociación ese creó en la concepción, desarrollo, producción y transmisión en cada una de sus etapas de contenidos audiovisuales, y en su revalorización ex ante y ex post en las redes de internet en plataformas streaming como es Vix y Blim. Los eventos en vivo, como un equipo de futbol, un colosal estadio, publicaciones de alto impacto en los segmentos sociales de nivel medio-popular, o los espacios de juego y apuesta, no apetecieron al consorcio estadounidense… pero que el socio mexicano se afanó por mantener bajo su control.
Las Águilas no se venden
Durante 2022 abundaron las chismes de que Emilio Azcárraga vendería al equipo que ha procurado, impulsado y construido como campeón del balompié. El cotilleo surgió de comentarios no especializados que no entendieron que se trataba de una operación bursátil, una colocación de acciones en los mercados de valores en los que Azcárraga Jean saldría a buscar socios minoritarios e institucionales que le impulsaran a dos grandes objetivos: reconstruir y relanzar al Estadio Azteca como centro futbolero pero también de espectáculo de altos vuelos (cuyo costo se estima en 100 millones de dólares), y con ello generar el espacio competitivo y emotivo para que México sea partícipe en el próximo torneo mundial de fútbol 2026.
Transparencia bursátil
La operación de Las Águilas también impone un nuevo estándar para el futbol latinoamericano: al salir a bolsa en México y Estados Unidos, se obliga a dar derechos a los accionistas minoritarios, entre ellos en acceso a la información precisa de ventas, gastos y utilidades, deudas y cuenta por cobrar en cada uno de sus apartados.
Los aficionados al fútbol deben tener en mente cuando menos una decena de escándalos futboleros en América Latina sobre lavado de dinero, sobornos, gastos no justificados, vínculos políticos no explícitos y mafiosos explícitos, que hacen del futbol un negocio en el que unos cuantos podrían fiar.
El hecho de qué en su primer día de cotización, Ollamani (mejor pronunciado, Las Águilas) elevaron su cotización en 175%. La euforia de aficionados y especuladores fueron la dinamita; los inversionistas institucionales como fondos de pensión y tesorerías de empresas y gobiernos esperarán a que se decanten resultados medibles… como cada gol que anote El América.
El mercado de las emociones en toda su amplitud.
@mfloresarellano