Seguramente el economista en jefe del BBVA México, Carlos Serrano, por el prudente consejo del presidente del consejo de administración en el país, Jaime Serra Puche, hizo un comentario amable hacia el inicio del proceso de selección de precandidato de Morena: “En cuanto al escenario político, en nuestro escenario base no hay candidato que ponga en juego la estabilidad macro, en parte porque los candidatos del partido oficial han mencionado que habrá continuidad”, dijo en una conferencia de prensa al tiempo de dar por descontado un problema macroeconómico de fin de sexenio porque, según su estimaciones, las finanzas públicas se encuentran sanas.
El prudente consejo seguramente fue “no te metas en las patas de los caballos”.
Y es qué en el último tramo de su gobierno, Andrés Manuel López Obrador ha tomado todo el control para la elección de su sucesor bajo la perspectiva de que Morena ganará las elecciones del 2024. Las reglas establecidas en el Congreso Nacional de ese partido salieron del propio jefe del ejecutivo luego del triunfo que obtuvo Delfina Gómez en el estado de México: López Obrador no quedó satisfecho por la diferencia de sólo ocho puntos por arriba de la rival de la exsecretaria de educación pública, Alejandra del Moral, pues esperaban ventaja de 20 puntos dada la baja participación (sólo votó 48 % del padrón).
Sin embargo, el intento de mantener el proceso sucesorio “bajo control” ya muestra fisuras y jaloneos, por lo que aún no hay certeza que las reglas sean respetadas en los próximos 75 días y menos, menos aún, que las promesas se conserven durante la campaña… y menos probable que ello se haga realidad cuando haya un presidenta (o presidente) ya electo.
Para evitar fracturas, López estableció que ningún gobernador o funcionario público hiciera pronunciamiento… luego de que la cargada más ostensible fue hacia la “corcholata favorita”, la regenta Claudia Sheinbaum. Evelyn Salgado de Guerrero, Salomón Jara de Oaxaca, Cuitláhuac García de Veracruz, Américo Villareal de Tamaulipas e Indira Vizcaino de Colima, al más puro estilo de las viejas “cargadas” priistas, mostraron su apoyo irrestricto… lo cual motivó las quejas tanto de Marcelo Ebrard y del todavía secretario de gobernación Adán Augusto López.
Madruguetes y consolación
Pero el excanciller se les adelantó a la jugada al plegarse con mucha anticipación (aunque sólo fuera de “pura baba”, es decir de palabra) a la regla presidencial que los interesados en salir a campaña renunciaran a su cargo.
Es más, sus seguidores le hicieron pasar un mal rato a Sheinbaum cuando al llegar al congreso gritaron “piso parejo, piso parejo” en alusión de que la ahora exjefa de gobierno ha tenido los flotis de Palacio Nacional y efectuado una costosa precampaña tanto en medios tradicionales, espectaculares y digitales. Tal fue la molestia de Sheinbaum que sin mayor filtro le reclamó a Alfonso Durazo (otro de sus seguidores), que presidió ese Consejo Nacional.
La ahora precandidata Sheinbaum buscó retomar el liderazgo de la agenda corcholatera con lo que mejor le resulta: eventos masivos como el mitin del jueves en el Monumento a la Revolución y luego el sábado en una clase gigante de box en el Zócalo capitalino… eventos que gratis, eso que se dice gratis, no han resultado así.
Para quienes no logren la nominación de las “encuestas” para ser el abanderado de Morena, López Obrador ya les diseñó su futuro como parte del gabinete del próximo mandatario o los altos cargos de mayoría en el Senado o de la Cámara de Diputados.
Sí, López Obrador intenta un modelo del puro estilo de Plutarco Elías Calles: el líder máximo que organizó la agenda y equipo de tres presidentes al hilo de la etapa posrevolucionaria (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez) pero que fue atajado por el general Lázaro Cárdenas quien, para evitar la interferencia de Plutarco en los asuntos de su gobierno, lo exilió a California y corrió a los callistas tan pronto tuvo la banda presidencial en el pecho. Y seis años después y a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, Cárdenas, en lugar de intentar imponer a un sucesor radical, se inclinó por Manuel Ávila Camacho en lugar de Francisco José Mújica.
Con Ávila Camacho inicia el llamado “milagro mexicano” y un proceso de rotación de élites políticas donde el presidente saliente se desdibujaba al inicio de la campaña electoral de su sucesor, campaña que no era más que una ceremonia de encumbramiento y ordenamiento de las corrientes e intereses al interior del Partido Revolucionario Institucional.
Sólo Luis Echeverria intentó resucitar el modelo de Plutarco… y su sucesor, José López Portillo, lo mandó de embajador a las Islas Fidji, y muchos echeverristas rodaron a la cárcel.