Genes resuelven el poblamiento de América (y otros misterios)
Un estudio de las mutaciones en el cromosoma “Y” encontró que los seres humanos pasaron por el estrecho de Bering hace más de 20 mil años, resolvió un problema lingüístico y detectó un evento climático devastador
En agosto del año pasado, en estas páginas comentamos sobre algunas evidencias encontradas en la cueva del Chiquihuite que hacían tambalear las hipótesis más usuales sobre la llegada de los seres humanos al continente americano, que ubicaban el evento hace alrededor de 14 o 15 mil años. Ahora una investigación genética confirma que América se pobló hace, al menos, 20 mil años.
Además de la excavación en Chiquihuite, que demuestran una ocupación humana data de hace 26 mil 500 años, para varios sitios arqueológicos en el noreste y centro de Brasil se han calculado fechas de hace entre 20 y 30 mil años. Sin embargo, la evidencia de estos sitios es de objetos, y por tanto, puede ser minimizada alegando que está en estratos más antiguos por desplazamientos o enterramientos.
Así, aunque los investigadores en Brasil y México presentan evidencias de que sus dataciones eran correctas, es relevante que hace unos días un grupo de científicas argentinas publicó el reporte de una investigación en la revista PLOS ONE que encontró evidencias genéticas que confirman la idea de la llegada prematura de los seres humanos a América, y de pasó resolvió otro par de misterios.
Información de herencia paterna
El equipo argentino se basó en una zona del cromosoma “Y” humano, el que sólo tienen los varones de la especie, que se suele utilizar para investigar la historia de las poblaciones humanas, ya que, a diferencia de lo que sucede con el ADN de otros cromosomas que van por pares, no se recombina, pues no tiene una pareja con la cual intercambiar material.
La información del cromosoma “Y”, y las mutaciones que va sufriendo, se transmiten de padres a hijos, por lo que las comparaciones entre las secuencias del cromosoma “Y” de hombres actuales permiten crear árboles filogenéticos robustos en los que es posible calcular los momentos en que se van produciendo las mutaciones.
A partir de datos de 102 secuencias de cromosomas “Y”, la investigación encontró varios linajes exclusivamente americanos. En particular para dos de ellos (a los que designaron Q-Z780 y Q-Z781) les calcularon una “profundidad temporal” de 19 mil 300 años. Estos dos linajes, además, tienen presencia en México y Brasil, lo cual es consistente con las fechas estimadas para la presencia humana en los sitios arqueológicos.
Otro linaje se encontró en individuos de Perú, Brasil y Argentina desde hace 18 mil 700 años y uno más en los Andes Centrales y el Centro Oeste de Argentina de hace 18 mil 200 años.
La expansión de México en el ADN
Uno de los linajes detectados (llamado Q-CTS11357) “muestra que aproximadamente hace 11,300 años hubo un foco de población en México que eventualmente se extendió al suroeste de Estados Unidos, América Central, y llegó a Colombia y la Amazonía brasileña”.
En la actualidad, señalan las autoras, este linaje encuentra mayor representación y diferenciación en México en poblaciones que hablan lenguas de la llamada familia uto-azteca.
El nombre de la familia lingüística ha sido muy cuestionado, por un lado, porque azteca es una forma errónea de llamar al idioma náhuatl, y por otro porque “uto” hace referencia al pueblo Ute, que vive entre las Rocallosas y la Sierra Nevada en Estados Unidos, pero los primeros documentos españoles hacen referencia al pueblo Yuta, el cual en su propio idioma se llama Núuchi-u (que significa “el pueblo”).
Además, existe una controversia sobre el lugar de origen de la familia que debería llamarse yuta-nahua, por lo que los autores del estudio señalan que sus hallazgos brindan “apoyo genético” a quienes sugieren que se originaron en el centro de México, en la misma zona y el tiempo de la domesticación del maíz.
Incluso sugieren que la expansión del linaje hacia América del Norte y la Amazonía “pudo haber sido impulsada por la presión demográfica derivada de una creciente apuesta por el cultivo de esta gramínea”, idea que está apoyada, además, porque concuerda con los estudios sobre la diversidad genética del maíz.
Dryas, joven y americano
Aún no se sabe que causó el enfriamiento rápido en el hemisferio norte en el periodo que ocurrió entre 13 mil y 11 mil 700 años. Una hipótesis establece que los fragmentos resultantes de la desintegración de un gran asteroide provocaron el cambio climático abrupto, extinción de megafauna y alteraciones profundas en las poblaciones humanas (salvo en Oriente Medio).
El acontecimiento quedó marcado, por ejemplo, en los hielos de Groenlandia, tanto el enfriamiento inicial como otro cambio muy rápido a condiciones cálidas al final del periodo que se ha llamado Dryas Reciente o Joven Dryas (en inglés es Young Dryas).
También hay registros de que múltiples ráfagas de viento depositaron una amplia variedad de “marcadores de impacto”, uno de los cuales fue abundantes cantidades de polen de la flor de los Alpes Dryas octopetala, de donde deriva el nombre que se ha dado al periodo.
Sin embargo, “hay pocos estudios arqueológicos que se centren en cómo el Joven Dryas afectó a las poblaciones humanas en Mesoamérica y América del Sur”, señalan las autoras, quienes consideran que el fenómeno podría explicar la baja frecuencia actual del linaje Q-Z780, uno de los dos más antiguos que encontraron; y sospechan que puede ser responsable de la desaparición de varios linajes.
Si bien las poblaciones latinoamericanas representan alrededor del 8% de todas las personas en el planeta, apenas constituyen 0.25% de los estudios genéticos, y en muchos de ellos se hace lo que se conoce como “ciencia de paracaídas”, es decir, se usan los datos para obtener información poco relevante para las propias poblaciones estudiadas. Este estudio es un ejemplo de la gran cantidad de respuestas que se pueden encontrar en nuestros genes.
Dato. Alrededor del siglo VI antes de Cristo, en los Valles Centrales de Oaxaca, se generaron las primeras manifestaciones de la tradición escribanista zapoteca, un estilo de escritura aún no descifrado.