Nacieron y crecieron al mismo tiempo que las redes sociales. La alternancia política es algo cotidiano para ellos y ellas, y nunca vivieron el régimen de partido hegemónico.
Tienen a flor de piel temas como la crisis climática, la igualdad de género y son propensos a “cancelar” a aquellos con comportamiento excluyentes, denigrantes o discriminatorios.
Ellos y ellas forman la llamada Generación Z (la mayoría de las fuentes los ubica como los nacidos entre 1997 y 2012) y en 2024 votarán por primera vez de manera masiva en una elección presidencial en México.
Los centennials que estarán en edad de votar el próximo año suman 22.2 millones de individuos, una población similar a la que tienen Honduras, El Salvador y Nicaragua juntos.
Los potenciales primovotantes son 13.4 millones de jóvenes, un sector muy variado en hábitos, creencias, condiciones económicas y sociales, pero que comparten un rasgo: les preocupa si tendrán oportunidades de empleo y ven con desconfianza el futuro.
Analistas consultados por ejecentral estiman que la Generación Z representa un reto para los partidos políticos y los candidatos pues no sólo tienen, en promedio, más acceso a las tecnologías de la información, sino porque son más frontales para cuestionar las reglas, los estereotipos y las convenciones de los adultos, al grado de ser llamados peyorativamente como “generación de cristal”.
Las juventudes ya no votan por partidos, votan por causas y eso ya tiene más o menos 10 años que viene sucediendo. ¿Cuáles son las más fuertes? El cambio climático y el empleo. El grueso de las juventudes lo que quiere es trabajar y no estar angustiados de qué van a comer mañana”, expone Gloria Alcocer Olmos, directora de la organización Fuerza Ciudadana.
Con el antecedente de haber realizado programas y talleres de educación cívica y fomento al voto joven desde 2008, Alcocer apunta que “el hecho de que un joven esté en una red sociodigital no quiere decir que consuma lo que las instituciones electorales, los partidos y los candidatos lanzan. Hay una desconexión entre los lenguajes de las juventudes y el lenguaje del mundo adulto”.
Sobre los desafíos que implica para los partidos y candidatos comunicarse con una generación que cuestiona las formas de organización social, empresarial y familiar, y que busca romper con la normalización de las más sutiles expresiones de exclusión y discriminación, los expertos en elecciones aseguran que los Gen Z representan un reto para la comunicación política.
Se va a requerir algo más que técnicas de campañas electorales, se van a requerir compromisos que sean asimilados por los nuevos votantes y que sean susceptibles de ser cumplidos para evitar que la política sea un motor de decepción”, sostiene Javier Oliva Posada, investigador del Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.
“Yo no estaría tan persuadido de que el acceso a las redes digitales genere posiciones políticas consistentes entre los jóvenes”, agrega el analista, quien afirma que las autoridades electorales, los partidos, los candidatos y los medios de comunicación no han sido capaces de transmitir a los jóvenes la relevancia de ir a votar. “No saben para qué sirve y si tiene alguna utilidad”, añade.
Prejuicios y verdades
Se les ha criticado por ser una generación de “cristal”, poco resiliente y propensa a sufrir ansiedad y depresión ante las adversidades; se les ha juzgado por haber inventado el lenguaje inclusivo y los pronombres neutros (“elle”); se les considera individualista y poco hábiles para socializar.
Sin embargo, como ocurre con todas las generaciones, los centennials en México tienen una gran variedad de posturas ante los problemas sociales, inclinaciones ideológicas, hábitos de consumo y de uso de la tecnología, así como visiones sobre el futuro.
Pensar que el voto masivo de los jóvenes puede hacer que un candidato gane es no tener idea de quiénes son las juventudes. No piensan igual, no tienen las mismas circunstancias, socioeconómicas ni culturales”, subraya Gloria Alcocer, también editora de la revista Voz y Voto.
“No es lo mismo ser joven en el norte que en el sur del país. No votan igual en Iztapalapa que en Benito Juárez. No todos son progresistas y hay amplias capas conservadoras. No todos estudian, muchos ya tienen hijos y están marcados por la pandemia, por lo que no socializan igual. No todos los jóvenes están conectados a todo y mucho menos conectados a cosas políticas”, expone.
De acuerdo con el estudio La confianza y la participación de la juventud en la democracia --realizado en 2021 por el Instituto Nacional Electoral (INE)--, previo a las elecciones de 2018, 26.7% de los jóvenes de entre 18 y 29 años se manifestaron identificados con Morena, 14.1% con el Partido Acción Nacional (PAN) y 8.9% con el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En ese momento, 44% de los encuestados dijo que no se identificaban con ninguna fuerza política, lo que confirma que la mayoría de los jóvenes no se siente atraída por las plataformas de los partidos.
Al preguntarles por qué candidato votaría en los comicios de 2018, 38.4% dijo inclinarse por Andrés Manuel López Obrador, de la alianza Morena, Partido del Trabajo y Partido Encuentro Social; 21.9% manifestó preferencia por Ricardo Anaya, de la coalición PAN, PRD y Movimiento Ciudadano; mientras que 9.7% expresó su simpatía por José Antonio Meade, del bloque PRI, Partido Verde, Nueva Alianza.
Esto significa que, si bien casi la mitad de los jóvenes no tienen una identificación partidaria, al momento de ir a votar la mayoría de los indecisos se decantó por López Obrador y después por Ricardo Anaya.
Lo que vamos a tener en 2024 es una primera generación de nuevos votantes que han vivido absolutamente todo el tiempo en la era democrática en México. Ninguno ha vivido en el sistema de partido hegemónico”, puntualiza Javier Martín Reyes, académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
“Ellos sólo han conocido un México con instituciones que garantizan la competencia electoral. El reto de los partidos es transmitirles la importancia que tiene esa estabilidad. Quienes vivimos en el pasado bajo regímenes más autoritarios, es más probable que valoremos positivamente la democracia, porque tenemos un punto de comparación con ese pasado donde no había elecciones limpias. Los nuevos votantes no tienen ese referente”, agrega Martín Reyes, especialista en democracia y construcción de ciudadanía.
Al respecto, Oliva Posada ve a unos partidos políticos poco preocupados por conectar con las juventudes. “Los partidos caen en el absurdo de reducir a 18 años la edad para diputado federal, como si eso fuera un mensaje para los jóvenes; sería mejor impulsar a diputados que empujen la agenda de los jóvenes, que atiendan sus demandas como el empleo, la crisis climática, la erradicación de la discriminación o la violencia de género”, detalla.
Visión sobre la política
Para mediados de 2024, según estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), México tendrá 26.6 millones de jóvenes entre 18 y 29 años.
De ellos, 13.43 millones son centennials que estarán en posibilidad de votar por primera vez en una elección presidencial; asimismo, 8.81 millones son centennials que ya tuvieron oportunidad de votar por Presidente en 2018, en tanto que 4.34 millones son los últimos millennials que todavía entran en la categoría de jóvenes.
Este bloque de jóvenes, según cálculos de Fuerza Ciudadana, compone el 21% de la población nacional y el 29% de la lista nominal, es decir, la relación de personas que tienen credencial de elector actualizada y que están habilitados para ir a votar en los próximos comicios federales.
Según la investigación del INE, el sector joven de los votantes en México tiene una percepción negativa de las instituciones electorales, los partidos y los gobiernos.
El estudio La confianza y la participación de la juventud en la democracia revela que 50.5% piensa que el INE “gasta mucho dinero y hace poco” y 42.2% opina que “está bajo la influencia del gobierno”.
En contraste, 46.4% considera que es una “institución autónoma que cuida de la calidad de las elecciones”, en tanto que 48.8% estima que el INE “cuida el voto de los ciudadanos y evita la compra de votos”.
De aquellos jóvenes que manifiestan interés en votar, 37% opina que el voto sirve para que mejoren las condiciones de vida de las personas, 20% considera que sirve para que haya más justicia social en el país y 12% piensa que su utilidad es que haya un mejor gobierno.
“Los partidos políticos no han sido exitosos en transmitir a los jóvenes el valor de la democracia. Particularmente, el presidente López Obrador se ha dedicado a menospreciar los avances democráticos, lo que puede llevar a los jóvenes preguntarse qué sentido tiene ir a votar”, expresa Javier Martín Reyes, investigador de la UNAM.
Los partidos de oposición tampoco lo han hecho bien; en términos electorales no les ha ido bien, PAN y PRI eran partidos grandes, pero ahora tienen las intenciones de voto más bajas de su historia, lo cual quiere decir que no están atrayendo a la población, particularmente a los jóvenes”, añade.
Gloria Alcocer, de Fuerza Ciudadana, cita cifras del Latinobarómetro 2023, según el cual 43% de los jóvenes de entre 16 y 25 años apoya la democracia, mientras que 20% apoya el autoritarismo y 30% se manifiesta indiferente sobre las formas de gobierno. “Si sumas el porcentaje de los que prefieren el autoritarismo y de los que no les importa, tenemos una mayoría que no es afecta a la democracia”, alerta.
“Lo único que yo he percibido que une a jóvenes rurales y urbanos, a jóvenes progresistas y conservadores, es la incertidumbre sobre su futuro. No saben qué pasará más adelante. Si los políticos piensan que se van a hacer oír con libros aburridos, concursos de ensayos, conferencias o haciendo un bailecito en TikTok, no están entendiendo nada”, plantea Alcocer.
SIGUE LEYENDO |
La Portada | El poder del voto joven