¡Fuimos todas!

10 de Noviembre de 2024

¡Fuimos todas!

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Foto: Cuartoscuro/EjeCentral

Desde bebés hasta las más longevas marcharon con la frente y la voz en alto para protestar contra la violencia, el acoso y los feminicidios; la anarquía también acompañó la conmemoración del Día de la Mujer

Por unas horas la voz femenina retumbó vestida de negro, morado y verde. Al grito de ¡Ni una más!, manifestantes de todas las edades conmemoraron el Día de la Mujer ahora no para visibilizarse como integrantes de una sociedad que ejerce su voto, que genera riqueza y que es la pieza fundamental en la principal institución social: la familia.

Ahora invadieron el primer cuadro de la Ciudad de México para recalcar que la ola de violencia ha arrasado con 10 mujeres y niñas al día, que las menores de edad siguen siendo objeto de maltrato familiar y sexual y las mayores siguen siendo acosadas en sus espacios de trabajo, en la calle y en sus hogares. Pero también la anarquía tomó su propia marcha sin ser acompañante, sino uno de los personajes principales en toda la manifestación dejando a su paso comercios, estaciones de metrobús, módulos de atención con vidrios rotos, estatuas intervenidas con aerosol y fuentes teñidas de rojo.

Por unas horas el primer cuadro de la ciudad retumbó ante los aullidos de las mujeres que celebraron a los grupos de anarquistas que vandalizaron lo que estaba a su paso y representaba un motivo para intervenirlo.

Pero esa no fue la única respuesta de apoyo, pues el grito "¡fuimos todas!” refrendó la simpatía de las mujeres de diferentes sitios de la Ciudad de México y del resto país hacia las “compañeras anarquistas”.

En el Monumento a la Revolución, frente al Frontón México, cientos de mujeres se alistaron para sumarse a un contingente por la marcha para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. “Todas cuidamos de todas”, dijo una mujer con un altavoz, antes de dar el banderazo de salida para el contingente en el que se sumaron escritoras y poetas.

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Algunas llevaban niños, incluso en carriolas. Al lugar llegaban grupos más pequeños de mujeres, distintos en edades, pero todas con pañuelos verdes y distintivos morados que las hermanaron durante la movilización.

Para muchas de ellas, la movilización del #8M2020 fue su primera participación en una marcha y exigían el cese a los feminicidios y toda forma de violencia.

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Los contingentes salieron uno tras otro con lentitud, guiadas por cordeles que las hacían sentir a un mismo tiempo unidas y protegidas.

A una pequeña, le obsequiaron una playera morada con el símbolo de Venus y una pancarta. La niña leyó “Yo soy Fátima. Las niñas no se tocan”.

¿Sabes quién es Fátima? “Sí, era una niña de mi edad y un hombre malo la lastimó y la mató. No tienen porque matarnos”, dijo.

En México, la negra cifra de desaparecidas y mujeres víctimas de feminicidio que ocurren en el país, que tiene activadas alertas de género en 102 municipios del país, pero reconoce algo fundamental: nadie tiene derecho a lastimarme porque soy niña. Nadie me puede tocar.

La niña interrumpe la respuesta para gritar “no, ya te dije que no, pendejo no. Mi cuerpo es mío, sólo mío, tengo autonomía, yo soy mía”. Ella y su madre intentan salir en el contingente, pero son arrastradas a una marea humana que desborda la plaza y se incorporan, no sin contratiempos, a un nuevo contingente que sale en paralelo por la calle Tomás Alva Edison, en la colonia Tabacalera.

"¡Que arda todo!”, gritaban más mujeres ante la furia del martillo de una anarquista que se impactaba contra el vidrio de un restaurante en Paseo de la Reforma y Avenida de la República. La respuesta ahora era onomatopéyica, el grito de guerra apache golpeando los labios: “uh, uh, uh, uh”.

El grupo avanzó despacio porque adelante un grupo de mujeres embozadas destruyen una camioneta de La Prensa, el diario de nota roja que el mes pasado difundió imágenes infamante de Ingrid Escamilla, una mujer salvajemente asesinada por su pareja.

Caminan rumbo a avenida Juárez. La marcha es lenta, de tanto en tanto las mujeres logran derribar las protecciones que las autoridades colocaron para resguardar el Hemiciclo a Juárez y los negocios. Los rayan, los pintan y logran derribarlos.

“Las paredes se limpian, pero las mujeres no regresan”, dice una joven universitaria que porta una manta con una imagen caricaturizada de Rachel Green, el icónico personaje de Jennifer Aniston en la serie “Friends": si no tiene útero, no opine. Así expresa la joven su respaldo a la despenalización del aborto.

En Juárez, casi llegando al Palacio de Bellas Artes, una mujer dio la alerta de que había una niña extraviada. Todas guardaron silencio con el puño en alto para que la llamaran a gritos. Tras casi 10 minutos la niña fue localizada y devuelta a su madre.

Marisol Veloz, de 30 años, se dijo orgullosa de participar y aseguró que también se sumará al paro histórico convocado para mañana: “Ahora si nos ven, ahora sí nos escuchan. Adiós al patriarcado, se va a caer, se va a a caer”.

Las universitarias de la FES Zaragoza llevan a su marcha con lentitud. Diana Almazo Castillo, de 19 años, dijo que era su primera participación en una movilización similar. Harta de soportar miradas lascivas y tocamientos en el Sistema de Transporte Colectivo Metro, sostiene, esta marcha es para exigir seguridad: “Me tiene harta la situación de que a pesar de que hay tantas marchas, la situación no cambia, pero hoy sí nos van a tener que ver”.

¡Policía, escucha, esta es tu lucha!

La marcha va tomando sus matices. Antes de que el avance de las manifestantes a las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes, estructuras metálicas puestas exprofeso resguardan varios inmuebles de la avenida Juárez. Uno de ellos es el Hotel Hilton, donde mujeres policías dispusieron un cerco para evitar que grupos de anarquistas lleguen al sitio para intervenir con pintas y destrozos. Ante la inacción de las policías frente a las provocaciones, encapuchadas y manifestantes corean ¡Pinche gobierno puto”, ¡Mujer policía, a ti también te violan!”. Algunas mujeres lanzan botes de spray de pintura vacíos, botellas de refresco vacías y hasta frutas. El intento de gresca nunca crece, al contrario, baja de nivel para que llegue otro grupo de manifestantes ahora con la consigna “¡Policía, escucha, esta es tu lucha!”. Y así los grupos se van y otros llegan con una muestra similar de manifestación, mientras las mujeres-policías intentan soportar los ataques.

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El lento avance hace que las manifestantes compren aguas minerales preparadas, frutas en vaso, nieves, papas u otras botanas, esquites y hasta crepas. Es el agosto feminista en marzo para los vendedores de estas mercancías, pero también para los que ofertan la parafernalia alusiva a este día: banderines con leyendas “Disculpe las molestias, pero nos están violando”, paliacates y mascadas con los colores distintivos de la marcha, sombreros, todo para no quedar atrás y mimetizarse en la marea del #8M.

En el camino hay más fuentes para teñir de rojo, hay humo morado y verde que sale en varios puntos, la intervención de las calles y sus cotidianidades es arrasadora, pero también están las mujeres que lanzan canciones como el “Cielito Lindo feminista” frente a una fila de policías antimotines replegados en un cerco metálico que resguarda parte del Palacio de Bellas Artes. Entonces, el matiz cambia de protector a hostil: “El violador eres tú”, señalan a los policías mientras entonan “Un violador en tu camino” y los rostros de los policías que parecían inmutables, toman un aire adusto, molesto e incluso, retador.

Ocho mantas fueron colocadas afuera del cerco metálico que protege el Palacio de Bellas Artes, en ellas están los nombres del mapa de feminicidios elaborado por la activista geóloga María Salguero.

La marcha sigue y la calle Francisco I.Madero, el paso natural que lleva al Zócalo capitalino, otrora resguardada también por vallas metálicas y policías, ha caído ante otra célula anarquista que salta sobre ellas. “¡Se va a caer, se va a caer!”, entonan a coro y la respuesta de las manifestantes es la misma consigna con la frase final “¡fuimos todas”!

Entonces, los contingentes prosiguen hacia la calle 5 de mayo. Metros adelante, un par de jóvenes salta a la fachada de la representación del gobierno de Nuevo León en la Ciudad de México y consiguen rayar paredes y romper vidrios.

El ruido es ensordecedor, los golpes secos asustan a algunas que gritan que se trata de balazos y la multitud se cierra hacia el otro lado de la calle. Por minutos, las cosas parecen salir de control y una estampida es casi inevitable, pero un grupo de mujeres consiguen subir a estructuras y tranquilizar a las manifestantes que, no sin recelo, avanzan al zócalo.

En el camino hay escudos del personal de seguridad que se mantiene en la orilla para proteger los edificios ante el repudio de las marchistas.

Por fin las últimas mujeres llegan al Zócalo, convertido tantas veces en el santo grial de las manifestaciones y los mítines sociales y políticos, la plataforma en la que el grito debía ser más fuerte, se diluyó entre la heterogeneidad de los grupos. Como si fueran tribus, cada una tomó su espacio en la plancha, cada una se dirigió a su manada, pero no se atomizó con las demás. Así como llegaron, las 80 mil manifestantes salieron de la plaza mayor hacia otro destino que no fue permanecer para volver a gritar ¡Fuimos todas!

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