Es muy probable que el presidente Andrés Manuel López Obrador le haya perdonado a la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, sus torpezas porque el jefe de Palacio Nacional sabe que no es sólo ella la responsable de la mala operación del conflicto sobre el CIDE.
Dicen los muy bien enterados que su vocero, Jesús Ramírez, uno de los personajes más cercanos a don Andrés, es quien se ha encargado de autorizar lo que dice, cómo y cuándo a doña María Elena, y ha sido precisamente la falta de timing y credibilidad en el discurso lo que ha empantanado los acercamientos con la representación estudiantil, hasta el punto de declarar a Álvarez-Buylla una interlocutora no válida.