Alrededor del 57% de los ciudadanos del mundo “ya han sido testigos de un grave impacto del cambio climático en el lugar donde viven”, asegura una encuesta realizada en 30 países por la casa Ipsos. Sin embargo, según diversos estudios, todavía hay un tercio de la población mundial que duda o cuestiona que esté ocurriendo el cambio climático o no considera urgente que se tomen medidas para mitigarlo, combatirlo o adaptarse a la inminencia de su presencia.
›Las causas son muchas, pero la desinformación difundida por empresas, organizaciones y gobiernos para proteger ciertos intereses juega un papel importante y, de acuerdo con una investigación publicada hace unos días en la revista Nature Human Behavior, la forma como funcionan nuestras mentes hace que sea especialmente complicado convencer o explicar a quienes no aceptan la información científica en este tema, y posiblemente en otros muchos.
La visión optimista
Según el nuevo informe Uso de la ciencia psicológica para comprender y combatir la información errónea sobre la salud: una declaración de consenso de la APA, de la Asociación Estadounidense de Psicología, combatir la desinformación es posible.
El informe, publicado el pasado 29 de noviembre, define la desinformación como “cualquier información que sea demostrablemente falsa o engañosa, independientemente de su fuente o intención”, y explica que es más probable que las personas crean declaraciones falsas que apelan a emociones como el miedo y la indignación.
También es más probable que las personas crean en la información errónea que presenta de forma negativa a grupos que consideran como ajenos o “los otros”, y cuando es repetida con frecuencia, incluso cuando contradice su conocimiento previo.
La mayor parte de la desinformación en línea proviene de una pequeña minoría de ‘superdifusores’, pero las redes sociales amplifican su alcance e influencia”, señala el reporte, que se originó como una iniciativa para combatir la reticencia a la vacunación durante la pandemia de Covid-19, pero que considera que sus aplicaciones son generales para detener la desinformación.
A responsables de políticas públicas, científicos y medios de comunicación, el informe recomienda cosas como “Evitar repetir información errónea sin incluir una corrección” o “Aprovechar fuentes confiables para contrarrestar la información errónea y brindar información precisa”.
En cuanto a las conductas individuales, tiene propuestas como fomentar la verificación de hechos, pedir a las personas que consideren la exactitud de la información antes de compartirla y proporcionar educación formal o extensión comunitaria para crear conciencia sobre el comportamiento saludable en línea. Sin embargo, al día siguiente, un estudio contradijo por completo el informe.
Factores psicológicosde la incredulidad
“Como individuos, no procesamos los mensajes científicos como receptores neutrales de información, sino sopesándolos con nuestras creencias previas, los resultados deseados, los vínculos emocionales y los antecedentes socioculturales e ideológicos”, dice en un comunicado Tobia Spampatti, primer autor del estudio publicado el 30 de noviembre en Nature Human Behavior y realizado por un equipo de la Universidad de Ginebra.
En ocasiones, sigue el investigador, la configuración de estos factores psicológicos puede hacer que las creencias anticientíficas se amplifiquen y se vuelvan resistentes a la corrección.
Para estudiar ese proceso y ver qué tanto se puede prevenir o revertir, el equipo desarrolló y puso a prueba seis intervenciones psicológicas en casi siete mil participantes de 12 países, y sus resultados fueron desalentadores.
›El estudio partió de presentar a los sujetos una muestra de desinformación en referencia a la información científica o a las acciones de mitigación.
Después, administraron alguna de las “inoculaciones psicológicas”, como las llamaron: la Inoculación del Consenso Científico, la de la Transparencia en la Comunicación, la de la Precisión, la de la Confianza, la de moralización y la de Emociones Positivas.
Esta última, por ejemplo, señala: “Recuerde que las acciones climáticas son acciones vitales que mantendrán nuestro planeta habitable para la próxima generación. Acciones como comer comidas deliciosas y saludables con una menor huella de carbono o dar un paseo en bicicleta en lugar de quedarse atrapado en el tráfico son formas científicamente respaldadas de hacerte más feliz y realizado en tu vida diaria”.
Spampatti y sus colegas esperaban que las intervenciones podrían contrarrestar el impacto negativo de la primera declaración, pero reportan que no encontraron “evidencia confirmatoria de que las seis inoculaciones psicológicas tuvieran un efecto protector contra las 20 declaraciones de desinformación climática”.
La única excepción fue la Inoculación de la Precisión, la cual “protegió significativamente la capacidad de discernimiento de la verdad”. Esta inoculación señala, por ejemplo, que “una buena estrategia para distinguir entre buena y mala información es preguntarse: ¿Creo que esta información describe con precisión el estado de la ciencia del cambio climático? ¿Es esta información nada exacta, poco precisa, algo precisa o muy precisa?”. Pero el efecto preventivo no aguantaba una segunda exposición a la desinformación.
Epílogo desanimado
Desafortunadamente, el informe de la APA es teórico, mientras que la investigación publicada en Nature Human Behavior es una demostración empírica de que las estrategias no funcionan. Tobías Brosch, coautor de ese estudio comenta que “la desinformación es extremadamente persuasiva, aparentemente más que la información científica”.
Aún así, Spampatti también advierte que ‘’la investigación en este campo está todavía en sus inicios. Por lo tanto, vamos a continuar con nuestro trabajo y buscar formas de intervención más efectivas. Es cada vez más urgente combatir este fenómeno”.
El dato. Globalmente, sólo 24% de los ciudadanos considera que los medios de comunicación ofrecen una buena representación del cambio climático. En general creen que las coberturas en su país tienden a subestimar o sobrestimar el impacto.
Anexo de las creencias en México
Según la encuesta de Ipsos, México, es el país donde más gente considera que los efectos del cambio climático han sido “graves” en el área donde vive, con el 81% de las respuestas en ese sentido. Llama la atención que la encuesta se realizó entre el 22 de septiembre y el 6 de octubre, antes de la llegada de Otis a Acapulco. Le siguen Brasil y Turquía, ambos con 79 por ciento.
Esto contrasta con países como Suecia y Gran Bretaña, donde apenas 24% y 34% de las personas, respectivamente, consideran que las afectaciones han sido graves; sin embargo, en esos mismos países más de la mitad de los habitantes (51% y 57%) considera que habrá afectaciones graves por el cambio climático en el futuro.
Por otra parte, el 65% de los mexicanos considera que el gobierno no da suficiente información sobre cómo pueden tomar mejores decisiones para hacer frente al cambio climático, aunque eso lo ubica en el lugar 11 de la tabla encabezada por cuatro países latinoamericanos: Perú, Argentina (ambos 81%), Colombia (76%) y Chile (74%).
Además, en México 66% de la población considera que su gobierno no les mantiene muy bien informados o para nada sobre las posibles repercusiones del cambio climático en su región, y 58% considera que los medios de información subestiman el impacto del cambio climático, 21% cree que hacen una buena representación y 17% cree que exageran.
Pocos mexicanos creen que su gobierno se esfuerza por luchar contra el cambio climático (28%), aunque son más que los argentinos (9%) o que los peruanos (13%).
81% de la población en México considera que los efectos del cambio climático han sido “graves” en el área donde vive (dato previo a la llegada de Otis a Acapulco).
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