El pasado 2 de enero, en medio de la polémica derivada del señalamiento de un periodista de investigación, quien expuso que la ministra Yasmín Esquivel había plagiado la tesis con la que obtuvo el grado de licenciada en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, y quien buscaba ser la primera mujer presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para buena o mala fortuna había otra ministra con la misma intención, y en una tercia de caballeros, de los cinco aspirantes sólo dos de ellos eran de extracción puramente judicial, un hombre y una mujer.
Las condiciones y el ánimo estaban históricamente preparados para que el Supremo Tribunal Federal fuera encabezado por una mujer. Dadas las circunstancias, no había más que la afortunada opción de elegir a alguien de adentro, ya que desde la administración del presidente Peña se rompió con la regla no es escrita de la designación y ternas de ministros uno vez de carrera y una vez externos, así como la presidencia de la corte en la misma tesitura.
Entonces, cómo diría mi abuelito: “si te toca, aunque te quites y si no, aunque te pongas”. Ese fue el destino y circunstancias de las ministras que contendían por la presidencia de uno de los tres poderes federales, soberanos y autónomos que forman y dan sustento a la República.
Es así que Norma Lucía Piña Hernández fue nombrada por los ministros pares, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Desde el primer momento fue congruente con su discurso y las subsecuentes decisiones, sin duda el conocer desde adentro al Poder Judicial Federal ha permitido hacer los cambios con personas que igual que ella son del servicio civil de carrera, en unidades administrativas estratégicas, tanto de la Corte como del Consejo de la Judicatura Federal. Es complicado pero necesario, ya que en materia de régimen disciplinario se cayó en el extremo y absurdo de suspender jueces y magistrados para que se concursen plazas “con perspectiva de género” sólo para mujeres. Algo que el expresidente Zaldívar presumió, sin ponderar objetivamente las circunstancias y consecuencias para unos y otros.
La consecuencia para la Ministra presidente, es que ha sido muy observada y criticada, ya sea por lo que dice en público y en reuniones de trabajo, se ha llegado al absurdo de desviar la atención, respecto de la claridad y contundencia de su discurso en el 106 aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEM) en el que se habló de si ella debía o no pararse cuando todos los presentes saludaron al presidente de la República.
De forma y fondo:
En el evento del 5 de febrero en Querétaro, escuchar a quien es garante de la última ratio de un Estado Constitucional Democrático y de Derecho como lo hizo la ministra presidente Piña Hernández, da la tranquilidad de que ella y sus pares resolverán conforme a derecho todo aquello que llegue al amparo de este recurso y de este Poder Judicial Federal que hoy tenemos con más ministros externos que de carrera judicial.
La autonomía de los tres poderes que Constituyen el Estado Mexicano es básica para su mejor funcionamiento y legítimo actuar, es un tema de Seguridad Nacional, estabilidad política, entre otras muchas cosas; tal y como lo dijeron Juárez y la propia ministra presidente Piña Hernández en su discurso “entre las naciones, como entre los individuos, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Nota al pie de página:
Feliz cumpleaños a mi querido y admirado Dr. Ricardo Franco Guzmán, quien con 95 años de edad es un joven incansable e inspirador que posee 69 años de catedrático con la piel azul y el corazón de oro, en la Facultad de Derecho de la UNAM. Su homenaje del sábado es más que merecido.