Como en las sagas cinematográficas, la semana pasada inició con la noticia de la gira de trabajo del presidente Andrés Manuel López Obrador a Estados Unidos.
Evidentemente, nos enteramos de lo que ambos país acordaron previamente sería público; sin embargo, la secuela de la visita permite inferir que hubo varios tópicos en reuniones previas a la visita que tuvo concreción una vez concluida la misma.
En el cine, hay historias previas a los dramas presentes y futuros; éstas son conocidas como precuela y secuela, respectivamente.
Haciendo un análisis de lo ocurrido en la historia del narcotráfico mexicano y sus personajes, así como las coincidencias con algunos eventos en el ámbito de lo político, me hace sentido práctico la frase de “política-ficción” como una nueva categoría cinematográfica.
La precuela en análisis de lo ocurrido la semana pasada es:
—Un lamentable hecho ocurrido en Jalisco en los años ochenta. Por un lado, la incursión de agentes de la DEA en México y la muerte de uno de sus integrantes, Enrique “Kiki” Camarena, y la probable participación de Rafael Caro Quintero. En esa época, las autoridades federales tenían identificado al Cártel de Guadalajara, reconocido el origen del narcotráfico y sus miembros en Badiraguato, Sinaloa, así como la relación de muchos miembros de los cárteles de la droga avecindados en Baja California de apellido Arellano Félix, los Carrillo ubicados en Ciudad Juárez, Chihuahua y los del Pacífico, operando en Sonora, el Triángulo Dorado (Chihuahua, Durango y Sinaloa), Nayarit, Sinaloa. Y del lado opuesto en la geografía del país el Cártel del Golfo o del Noreste.
La secuela fue:
—La operación antidrogas de la época y la presión del país vecino por la muerte de sus agentes tuvo como secuencia la detención de varios capos de la droga, entre ellos Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero.
—Todos fueron enjuiciados y sentenciados. En el caso del primero aún se encuentra recluido en una centro federal de readaptación social; el segundo, en prisión domiciliaria, y el último fue sentenciado a 40 años, estuvo en la cárcel 28 años, liberado en 2013 y detenido con motivo de la solicitud provisional con fines de extradición el viernes.
La consecuencia es:
—La detención realizada oficialmente por miembros de la Secretaría de Marina Armada de México y Policías Federales ministeriales auxiliados por un agente canino de nombre Max y, según imágenes de los medios del operativo de detención, éste fue supervisado por elementos del país vecino.
—El internamiento en un centro de prevención y readaptación social federal y el inicio del procedimiento de extradición solicitado por el país vecino, lo cual llevado en términos del tratado bilateral y ley en la materia podría durar entre 60 y 100 días, aproximadamente.
—Sin duda, la detención está cargada de simbolismo, en uno y otro lado del Río Bravo y muy probablemente se generarán los efectos “cucaracha” y atomización de los grupos de la delincuencia organizada que operan en el estado de Sinaloa. La detención de este capo (Rafael Caro Quintero) en Choix, Sinaloa y la de 10 sujetos al parecer relacionados con los hijos de Joaquín Guzmán Loera en Topilejo, Tlalpan, el martes son la punta del iceberg de lo que ocurrirá con el Cártel del Pacífico.
—La caída de un helicóptero de la Marina, en la que perdieron la vida 14 marinos de 15 que iban abordó y que participaron en la detención de Caro Quintero, lo cual está en investigación, ya que se desconoce la causa del desplome de la aeronave.
De forma y fondo, resulta lógico pensar que cuando se quiere, se puede y que el Estado está aceitado para que la cooperación internacional tenga este tipo de efectos, valiosos para los mexicanos y el Estado de derecho.
Nota al pie de página:
Suscribo lo dicho por la Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México: La CDMX no es refugio de delincuentes.