La alarma saltó con mi productor, él me dijo algo que me hizo pensar: -No puedo vender a una joven promesa del cine si vas con una barba llena de canas.
Entonces pensé ¿por qué joven promesa? que puta necesidad hay del adjetivo “joven”. ¿No puedo ser una promesa de buen cineasta a secas?
Que el cine sea un arte joven no significa que sus capitanes tengan que ser jóvenes necesariamente. De hecho, ha habido muchas jóvenes promesas en su historia, pero no menos directores maduros de éxito. No nos vayamos a los extremos; Spielberg ya ha cumplido 70, y no podemos decir, nos gusten o no, que no tienen nada más que ofrecer. George Miller con 70 años relanzó su franquicia de Mad Max con las bendiciones de los amantes de las películas de acción.
Sin embargo, seamos realistas, los estudios favorecen ese concepto de “joven promesa”. Piensan que tiene un sentido económico, pero se equivocan. Para ellos, desde un punto de vista comercial, el cuadrante de los jóvenes es vital. Los jóvenes tienen tiempo y dinero, consumen merchandising y buscan su identidad. Y si en esa búsqueda consigues conectarles con una franquicia podrás vampirizar su juventud a la Nosferatu.
Los estudios piensan así: el único que puede contar una historia a un joven es otro joven. Como si entre ellos tuvieran un único lenguaje ininteligible para otras franjas de edad.
Hay jóvenes cineastas que son un coñazo. Los hay clasicistas, los hay redudantes, los hay escasos de imaginación, los hay perdidos, los hay de todas clases que nada tienen que ver con los ideales que se esperan de la juventud. Es más. Los buenos directores no envejecen nunca. No nos engañemos, si estamos en este oficio es porque nunca hemos dejado de ser niños, y sólo citar la vitalidad de algunos de los que he mencionado arriba es suficiente.
No es un problema de edad. Es un problema de actitud y de talento, porque al final, la falta de experiencia es un problema que se resuelve con tiempo, como la juventud.
La frescura y la conexión con la generación más joven no es una cuestión de edad. Una película rompedora como “La noche del cazador” de Charles Laughton la hizo un hombre con 56 años. Otra película muy innovadora, que jugó con la narración en off y el punto de vista, como “Sunset Boulevard” de Billy Wilder, la dirigió con 44 años, la misma edad que tenía Ridley Scott cuando dirigió “Blade Runner”. Ya hablamos de cómo David Lean se pasó más de una década montando películas hasta que empezó a dirigir ya en la mediana edad.
A pesar de todos estos ejemplos, sigue habiendo una cierta discriminación por la edad por parte de los estudios, pero también por los medios de comunicación. El relato del joven consagrado de la noche a la mañana les encanta a los medios de comunicación. Así encumbraron a Robert Rodriguez y a muchos otros a los que subieron al Olimpo rápidamente para luego dejarlos caer en cuanto enfrentaron un fracaso.
¿Reyes por un día? No es sólo cosa de cineastas. Recordemos brevemente a las actrices y en la ausencia de papeles cuando cumplen cierta edad. A Maggie Gyllenhaal -con 37 años- le dijeron los estudios que era demasiado mayor para ser amante de un actor de 55.
¿Acaso nos hemos vuelto locos? Espero que sí. Y que la gente con talento y ganas de trabajar pueda hacerlo. Si el color, la religión, el género o la política no debe ser un impedimento, mucho menos la edad. Como dijo Bob Rafelson a Bert Schneider: El problema de hacer cine, Bert, no es que no contemos con gente de talento; lo que pasa es que no tenemos la gente con talento necesario para reconocer el talento.