Hoy las mujeres, con la misma rabia y dispuestas a todo —como iniciaron el día exigiendo al Presidente una política de Estado contra la violencia de género—, se apostaron ante los medios de comunicación y los retaron a transformar la forma en que hacen su cobertura sobre estos temas.
Para enviar su mensaje eligieron a dos, los que días atrás publicaron imágenes difamantes de Ingrid Escamilla, la mujer brutalmente asesinada el 8 de febrero en la alcaldía Gustavo A. Madero.
El Grupo Reforma recibió a la feministas, y La Prensa no, pero publicó hoy un compromiso para modificar la cobertura informativa de la nota roja. En el primer caso fue suficiente; en el segundo no.
La Prensa es un diario emblemático. Es uno de los mayor tiraje, con 92 años a cuestas —los mismos que ha publicado portadas sangrientas—, pero que también ha documentado la vida cotidiana de la ciudad, quizá por eso las mujeres exigieron que debía publicar una disculpa por revictimizar a la joven de 26 años.
Obligan al cambio
“Hemos modificado lenguajes y ajustado coberturas de acuerdo a lineamientos legales. Entendemos hoy que no ha sido suficiente, y hemos entrado a un proceso de revisión más profunda”, publicó La Prensa en su primera plana.
El rotativo fue uno de los medios, más no el único, que divulgó las fotografías del cuerpo desollado de la joven que fueron filtradas por las autoridades.
Sentadas en círculo, frente al antimonumento a los feminicidios en la avenida Hidalgo, una de las feministas con la cara cubierta por un pañuelo verde tomó el diario y lo leyó frente a sus compañeras.
“La Prensa hace periodismo y está abierta a la discusión. Acepta equivocaciones y sabe escuchar. Es tradición y seguirá demostrando que el oficio de periodista también aporta a esta sociedad que sigue negando que la violencia y los riesgos son parte de la realidad de los que andamos a pie todos los días por estas peligrosas calles que nadie quiere pisar”, dijo.
El colectivo Marabunta de ayuda humanitaria se acercó con prudencia al círculo en el que las jóvenes se reconocían como compañeras de lucha aunque no participaban formalmente en colectivo alguno.
Hoy nacieron como agrupación para recordar a Ingrid Escamilla, pero también a Isis Alejandra y a las otras 10 mujeres que diariamente son asesinadas en un país que, dicen, se duele más por sus paredes que por las mujeres.
Y como colectivo no les bastó la primera plana del diario: exigen a los medios, no sólo a La Prensa, que incluyan perspectiva de género en sus coberturas, que no envíen a hombres para cubrir las marchas y manifestaciones porque, aseguran, existen fotógrafas y camarógrafas.
“Antes de su nota vean por nuestra seguridad”, exigieron.
Previamente, un grupo de feministas acudió al periódico Reforma, cerca de Metro Zapata, y lograron hablar con Junco de la Vega quien, aseguraron, reconoció la publicación parcial de las imágenes de Ingrid y ofreció una disculpa.
Frente a Bellas Artes, integrantes de la Policía Capitalina se preparaban con escudos para acompañar la marcha. Una de los elementos detuvo a una mujer para exigirle que borrara las imágenes que acababa de tomar, pero la joven, menor de edad, se negó a hacerlo incluso cuando fue amenazada con remitirla a un juez cívico.
No sólo no borró las imágenes: levantó la mano con el puño cerrado.
Quince minutos antes de las 16:00 horas, las jóvenes compartían algunas recomendaciones en materia de seguridad: desde escribir números de emergencia en los brazos, hasta códigos de color para protegerse durante la movilización: rojo, levantan brazos; azul para la policía; violeta que se escuchen y negro si hay un agresor.
Una joven con pañuelo verde inició una vaquita para improvisar un botiquín, de paso comprar galletitas y agua por si se necesitaba. Antes de arrancar la batalla, todo guerrero necesita municiones.
Otras alistaban los carteles y pintas: “cuando mis hermanas regresen, vengo a limpiar tus monumentos”; “Se mata a las mujeres en la cara de la gente”; “No tiene que ser tu hermana para sentir empatía”.
Llegaron con víveres: papas, botellas de agua que circularon entre todas. Una a una tomaba la botella y un pequeño, pequeñísimo puñado de papas. La idea era que alcanzara para todas.
Otro grupo se unió para acompañarse al baño en el Sears que está frente a Bellas Artes, pero una, Andrea Zamora no regresó.
La llamaron a gritos antes de empezar: “Andrea Zamoraaaaaaaaa”. Tres compañeras fueron a la tienda decididas a encontrarla. Andrea Zamora debía aparecer antes de que parta el contingente.
Las feministas instalaron un cordón de seguridad sólo para las integrantes de la marcha. Prensa y hombres tendrían que colocarse fuera.
En la avenida Juárez instalaron una inmensa cruz de papel crepé, rosa y morado, en la que colocaron fotografías de víctimas de feminicidio, mujeres desaparecidas y se tomaron de las manos, por Ingrid, por Isis, por Lesvi, por todas…
Andrea Zamora llegó y arropada por sus compañeras ingresó al cerco de seguridad. La Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México envió a dos personas del área de quejas para acompañar al contingente que cada vez se hacía más numeroso.
Al iniciar, la fila de mujeres pasaba Eje Central, pero parecía interminable. A coro gritaban consignas.
“Alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina y tiemblen y tiemblen los machistas, América Latina será toda feminista”, así gritaron para honrar y recordar a Ingrid, Ingrid que no murió, Ingrid que somos todas.
Las autoridades no sólo blindaron Palacio Nacional; el Hemiciclo a Juárez también fue protegido para evitar pintas, pero nada desincentivó al grupo: marchaban, coreaban, gritaban.
El grupo decidió hacer un alto y lanzar un antiguo grito de guerra “porque no, ya te dije que no; pendejo no, mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy míaaaa”.
Al frente, una unidad móvil de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal avanzaba despacio.
A las 17:28 horas, el grupo finalmente llegó a la prensa, frente a las instalaciones de la Escuela de Periodismo Carlos Septién, pero el periódico bajó sus cortinas horas antes. Aunque estaba cerrado, policías de la Ciudad de México se pusieron al frente para protegerlo.
“Esta es tu lucha, aunque seas policía”, dijeron antes de salir con rumbo a Reforma ante el temor de ser encapsuladas con gases lacrimógenos.
A su paso dejaron una estela de Venus dibujadas en el piso, decenas de nombres escritos con aerosol, pero sobre todo la promesa de que Ingrid nunca será olvidada.
Los policías de la Ciudad de México dispararon sus extintores para dispersar la marcha. Las feministas respondieron rompiendo dos camionetas del medio e incendiándolas.
“Si mañana desaparezco yo, espero ser la última”, dijo una joven.
Sobre Reforma escribió una sola frase: Estado feminicida.
La lluvia terminó por dispersar la marcha y las las mujeres se fueron alegres porque la presión ejercida quizá, sólo quizá logre transformar la cobertura informativa por primera vez en la historia del país.