Política exterior, entre sorpresas y desencantos

8 de Noviembre de 2024

Política exterior, entre sorpresas y desencantos

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López Obrador dejó pasar 966 días de su gobierno para leer un discurso de alcance geopolítico; esto muestra cómo su estrategia ha sido etnocentrista, es decir no mira más allá del ombligo, y con ello su política ha desaprovechado ocupar el liderazgo vacante de la región latinoamericana

Sumergirse en la política exterior del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador con objeto de conocer el trasfondo de sus decisiones en esta materia puede resultar sorpresivo y generar desencanto.

Es sorpresivo porque, en contra de los que establece el canon diplomático sobre la naturaleza de las negociaciones: sigilo, el presidente de México ha generado algunos roces con dos de los principales aliados de México: España y Estados Unidos. Los tres años de su gobierno generan desencanto entre internacionalistas, principalmente, por el escaso interés que tiene el presidente sobre la política exterior. Es cierto, esta premisa no debería de generar sorpresa porque desde que se encontraba en campaña durante el año 2018 definió lo que sería su política exterior: la continuación de la política doméstica, dado que la “mejor política exterior es una buena política interior”.

Es sorpresivo que el presidente dejó pasar 966 días de su gobierno (1 de diciembre 2018-24 de julio 2021) para leer un discurso de alcance geopolítico. En efecto, se trata de la mitad de su sexenio. Lo hizo durante la visita de los ministros de Exteriores de los países pertenecientes a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).

Otra de sus decisiones que ha generado desencanto, es su total desinterés por viajar al exterior. En los primeros 998 días de su Gobierno, el presidente visitó Washing-
ton durante 24 horas. Es evidente que la correlación entre el número de horas que ha pasado fuera del país y su nulo interés por desarrollar un plan geopolítico de su Gobierno debería generar preocupación entre la clase política y la sociedad del país; sin embargo, en términos generales, la visión del presidente sobre la política exterior es similar a la que tiene el grueso de la población mexicana.

No deja de ser una sorpresa que el presidente practique la diplomacia a través de sus conferencias de prensa. Resulta tan riesgoso como una operación a corazón abierto. Haber solicitado a la monarquía española su perdón a los pueblos originarios que fueron sometidos hace 500 años durante La Conquista fue una lamentable sorpresa. Los códigos diplomáticos se caracterizan por ser sigilosos. El presidente ha señalado en varias ocasiones que su gobierno no recibió respuesta por parte de España, lo cual ha desatado su enojo contra de empresas (energéticas), medios de comunicación (El País) y Gobierno, españoles.

Después de tres años de constantes ataques, resulta sorpresivo que el gobierno del presidente Pedro Sánchez no haya llamado a consultas al embajador Juan López-Dóriga Pérez. Hay líneas rojas. Probablemente lo hará después de septiembre, mes susceptible de eventos híper nacionalistas, y si agregamos la conmemoración de la independencia mexicana, es muy probable que España se convierta en blanco constante de críticas por parte del presidente López Obrador.

El desencanto llegó con la victoria del presidente Joe Biden en las elecciones de noviembre pasado. Poco antes, el presidente López Obrador visitó la Casa Blanca para reconocer el buen trato que, quizá el, pero no el resto de la población mexicana, recibió del presidente Donald Trump.

Lo que López Obrador esperaba de Trump era que no interfiriera en la ruta crítica de la 4T. El estadounidense así lo hizo. A cambio, el presidente mexicano estuvo de acuerdo con llevar a militares de la Guardia Nacional a la frontera con Guatemala para hacer las veces de filtro, e impedir el flujo de caravanas migratorias. De igual manera, puso en la práctica un acuerdo de tercer país seguro al recibir a migrantes centroamericanos que habían comenzado el proceso de asilo en Estados Unidos.

La relación del presidente López Obrador con el actual presidente estadounidense ha sido fría y lastimada desde Palacio Nacional: no le gusta la “injerencia” del demócrata, sin aceptar que él mismo firmó un acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos que tiene que cumplir. El T-MEC es una especie de Constitución compartida entre tres países. Así lo hemos visto recientemente en la planta de General Motors ubicada en Silao donde los trabajadores han sido protegidos por el T-MEC, y gracias a ello han votado en contra del sindicato. También ha manifestado su desacuerdo con la cooperación con agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses. Es evidente la asimetría que existe en las estrategias de seguridad entre Biden y López Obrador. “Abrazos y no balazos” asimila tal asimetría. Sin embargo, en los abrazos subyace el abandono de la persecución a los líderes del narcotráfico. En los “balazos” subyace la idea punitiva que se vincula con las leyes estadounidenses.

El único discurso de alcance geopolítico leído por el presidente López Obrador se observó el pasado 24 de julio en el marco de la reunión de cancilleres de la CELAC en México. Sin embargo, resultó inconsistente porque, pidiendo la existencia de un mecanismo similar a la Unión Europea en América Latina y el Caribe, el presidente mexicano no estaría de acuerdo en ceder soberanía para crear instituciones comunes, cambiar de moneda o permitir que un órgano judicial regional, y por lo tanto supranacional, tenga la última palabra en diferendos entre mexicanos y extranjeros.

Otro factor sorpresivo del discurso fue la petición del presidente por desaparecer a la OEA, el único mecanismo continental que existe hoy en día en materia política y de derechos humanos.

Es claro que con el sur el referente del presidente López Obrador es Evo Morales, un personaje que violó la Constitución de Bolivia para intentar perpetuarse en el poder. Con el norte no hay empatía, quizá haya pragmatismo. Está por verse. Lo cierto es que del norte vienen los negocios, las inversiones y las remesas. Del sur, se importa la retórica. En el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard ha recaído la compra de vacunas contra la Covid-19. Esta acción desenmascara la ausencia de liderazgo de la Secretaría de Salud, pero también la multiplicidad de acciones que ha desempeñado el canciller en tres años, lo cual lo a convertido en un personaje vulnerable dentro la 4T.

La política exterior del presidente López Obrador ha sido etnocentrista, es decir no mira más allá del ombligo, y con ella ha desaprovechado ocupar el liderazgo vacante de la región latinoamericana. No hay visos de cambio para la segunda mitad del sexenio: sorpresas y desencantos.

Sin injerencia. El presidente López Obrador junto con el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

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