Amigo de Luis Buñuel, con formación cinematográfica en la escuela rusa , al rememorar su infancia, Sergio Olhovich echa un vistazo a los recuerdos que están geográficamente ubicados en Villahermosa, Tabasco, donde, tras jugar beisbol por las tardes, acudía al cine Tropical para ver las películas de los ídolos de la época, como El Santo y Cantinflas, así como cantantes mexicanos.
Sus evocaciones también apuntan a Barranquilla, Colombia, donde hace 74 años vio por primera vez una película, una que lo estremeció y que lo dejó tan impresionado que lo llevó a plantearse una carrera en el cine. Esa cinta era Bambi.
Junto a su amigo, el también cineasta Gonzalo Martínez, decidió estudiar en el extranjero. La entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) les abrió las puertas y los becó para ingresar al Instituto Pansoviético de Cinematografía. Así comenzó otro episodio de su periplo que duró ocho años.
¿La URSS era el paraíso de los trabajadores?
—Sí lo era. Era el país de la gente de trabajo. Porque no existían capitalistas, no había empresas privadas. Los artistas éramos trabajadores. Yo la pasé muy bien allá, aprendí mucho. Vivía en la residencia estudiantil de la escuela de cine donde había alumnos de otros países, pero también de las repúblicas soviéticas, de Siberia, Kazajistán o de Ucrania. Era una especie de Torre de Babel.
¿Alguna vez pensó que la URSS se iba a disolver?
—Pensé que eso no era posible, que ya no había marcha atrás, pero la vida así es. Hoy Rusia es un país poderoso y muchas de las cosas que había en el socialismo de aquella época perduran.
Ganó el Ariel, pero sus películas fueron tachadas de comunistas ¿A qué sabe la censura?
—Es horrible. Mi película El infierno de todos tan temido fue elegida para concursar en el Festival de Cine de Berlín, y RTC de Imcine (Instituto Mexicano de Cinematografía) debió haber mandado la película subtitulada al Festival para que concursara, y la señora Margarita López Portillo, quien manejaba entonces la industria de cine, la tachó de comunista y nunca la subtitularon ni la mandaron. Eso es una forma de censura absoluta. En el Festival me hicieron bueno el boleto de avión y la invitación para estar en Berlín. Fui con mi película, llevé una copia de VHS y me proporcionaron una sala donde la exhibí fuera del concurso. Fue suficiente para que el gobierno mexicano me tachara de traidor a la patria y cuando regresara a México me iban a arrestar.
¿Y cómo escapó?
—Un amigo mío, Vicente Silva, quien acaba de morir hacía cuatro días, precisamente, se enteró a tiempo de que me estaban esperando en el aeropuerto para arrestarme. Me rescató en la escalera del avión, me sacó del aeropuerto, oculto. Me pasé dos semanas escondido sin ir a mi casa hasta que el gobierno mexicano decidió ya no insistir en mi arresto.
¿Sintió rabia por no haber participado?
—Varios años después en el Festival de Guadalajara me topé con
el director del Festival de Berlín, quien me reconoció y me dijo: “Señor Olhovich, es una lástima que no concursó su película, porque hoy, se lo puedo decir, usted hubiera ganado el Oso de Berlín. Su película era la mejor en aquel momento de las que estaban concursando”. Pude ganar el Oso de Berlín, pero no sólo yo, sino el cine mexicano. ¡El daño que le hizo esa política nefasta de Margarita López Portillo! ¡Claro que sientes rabia!
¿Cómo fue su amistad con Buñuel?
—Lo conocí cuando estaba haciendo mi primera película, Muñeca Reina, que es un cuento de Carlos Fuentes. A don Luis le cayó en gracia que hubiera estudiado en la Unión Soviética, donde sus películas estaban prohibidas. Tenía 30 años más que yo. Era un personaje muy especial, muy introvertido, muy callado, pero cuando alguien le caía bien, en corto era muy platicador. Le gustaba beber fuerte y yo tenía un entrenamiento muy bueno en la Unión Soviética al beber vodka. Entonces ahí nos hicimos amigos. Buñuel decía que yo era el único cineasta mexicano que podía beber al tú por tú con él. Me invitaba a su casa y platicábamos de cine y de política. Lo considero padrino de mi Muñeca Reina, me dio muchos consejos.
¿Cómo cuáles?
—Me decía: “En el cine nunca te des por vencido. El que se da por vencido, pierde y ya no vuelve a hacer cine. Pase lo que pase, termina lo que empiezas”. Tenía razón. Si tu empiezas una película y no la terminas, se acabó tu carrera.
Si le pidieran hacer una película de propaganda para la Cuarta Transformación, ¿cuál haría?
—Están llevando a cabo el programa Sembrando Vida, que es un tema maravilloso. Haría la película sobre eso o de la construcción del Tren Maya, del tren interoceánico. La 4T necesita a gritos que el cine mexicano se ocupe de lo que está haciendo en el país.
“Haría una película sobre el programa Sembrando vidao de la construcción del Tren Maya, del tren interoceánico. La 4T necesita a gritos que el cine mexicano se ocupe de lo que está haciendo en el país.” Sergio Olhovich, cineasta.
¿Qué ve Sergio Olhovich en Netflix?
—Series entretenidas que al día siguiente se me olvidan. No tienen mayor peso. Las series no son la respuesta moderna de la creatividad cinematográfica.
Le gusta Twitter…
—Sí, es divertido. Resumes en unas cuantas frases toda una idea, una vivencia. Es muy cinematográfico el Twitter. Como tienes un límite de palabras o espacios, tienes que armar tu texto de tal forma que con unas cuantas palabras digas mucho, y eso es cine.
¿Quién le dijo que se metiera?
—Mi hijo Esteban me dijo: “Papá, métete al Twitter”. Y dije: “Vamos a ver qué es esto”. Por algo Trump usa Twitter, con unas cuantas palabras destruye el mundo entero.
¿Ahora muchos gobiernan a través de Twitter?
—También Andrés Manuel le entra.
¿Con Twitter somos más esclavos de nuestras palabras?
—Hay que saber lo que dices y cómo lo dices. Eso es el cine, precisamente. En Twitter he contado experiencias con Buñuel, con el Indio Fernández. Vale la pena. Con lo conciso es más fácil transmitir una idea.
3 mil 367 seguidores tiene Sergio Olhovich en su cuenta de Twitter, desde que se unió a esta red en enero de 2011.