Enrique Serna, el chilango de 61 años avecindado en Cuernavaca, tiene fascinación por la maldad. La disecciona para apreciarla en sus matices y, con la paciencia de un orfebre, la utiliza para tejer personajes como si fueran piezas de filigrana en las que es imposible distinguir el oro de la plata; lo mismo que en los humanos resulta infructuoso separar el vicio y la virtud.
¿Las caricaturas lo hacen llorar?
Ese es el título de mi primer libro. Mi primera colección de crónicas y ensayos. Es una canción de una baladita de los cincuentas, y yo lo puse por el tono sarcástico, provocador, un tanto irónico que tenía la mayoría de esas crónicas.
Fue argumentista en la telenovela Cuna de Lobos. ¿Tuvo algún papel en la creación de Catalina Creel?
Yo fui argumentista de Cuna de Lobos, pero yo no escribí los libretos. Los libretos los escribió Carlos Olmos. Un argumentista arma la historia; decide qué pasa en el siguiente capítulo. Hay un poco de responsabilidad porque lo que hace un personaje lo va caracterizando a través de sus actos, pero a Carlos Olmos le corresponde el mérito de esa telenovela en un 90 por ciento.
¿Qué representan los villanos en su obra?
En un tratamiento novelesco no puede haber villanos porque desde el momento en que empiezo a ver claroscuros y matices de un personaje no podemos decir que sea enteramente villano como los villanos de las telenovelas. La investigación de la maldad sí es una veta literaria que me parece muy interesante. Me lo parecía desde mis inicios como lector, porque el ver ese proceso de envilecimiento donde una persona, como en el caso de Denegri (Carlos Denegri, el personaje principal de “El vendedor de silencio”) que en su juventud tenía ciertos ideales de justicia social va primero claudicando en algunos de sus ideales y luego se acostumbra al dinero fácil. La forma en la que ello repercute en su vida privada es el meollo de la novela y eso es lo que más me atrajo del personaje.
Los héroes de unos son los villanos de otros, ¿por qué convertir a un mito negativo como Santa Anna en el personaje principal de una novela?
Santa Anna es el personaje más satanizado de nuestra historia. A mí me parecía que el hecho de mostrar las circunstancias de su actuación política y militar era un tanto reivindicatorio porque, a pesar de que en mi novela exhibo todas sus traiciones, sus corruptelas, sus cambios de chaqueta de un partido a otro, mi novela muestra que los desastres que ocurrieron en la primera mitad del siglo XIX en México no fueron responsabilidad de un solo hombre. Es una responsabilidad compartida con la sociedad de su tiempo, en particular con el alto clero, con los cuadros superiores del Ejército, con los hacendados que eran los que iban a rogarle, una y otra vez, que tomara la presidencia. Eso era lo que me atraía de Santa Anna y tuve un proceso de involucramiento emocional con el personaje para tratar de reproducir como creo que fue eso.
En las papelerías se venden mejor las estampas de los héroes. ¿No le
interesó explorar la humanidad de los próceres?
Hay otros escritores que se han ocupado de ellos, pero la vida de los canallas nos enseña más de la condición humana que las vidas ejemplares.
¿Qué es exactamente lo que podemos aprender de los canallas?
El hombre no es precisamente una perita en dulce. El ser humano está lleno de complicaciones, de tendencias, de voluntad de poder, de impulsos homicidas, de instintos de dominación y cuando uno le muestra eso a un lector y logra que se familiarice con un personaje así, entonces se pone en guardia contra ese tipo de impulsos, lo cual me parece que es más benéfico que el melodrama. El melodrama nos propone una identificación con el bien. Sentimos simpatía por las víctimas, creemos que estamos siempre del lado bueno y eso provoca un narcisismo en la conciencia que es bastante grave.
¿Tiene predilección por algún villano?
No. Lo que pasa es que yo no divido al mundo entre villanos y héroes. Creo que todos los héroes tienen algo de villano y también algo de héroe. Me encantan personajes como Raskolnikov de “Crimen y Castigo” que es un asesino al que llegamos a conocer tan bien que podemos incluso justificar su crimen y desear que no lo atrapen. No se puede decir que sea un villano porque él sufre tremendos sentimientos de culpa. Tiene que pasar por un acto de contrición. Es un personaje muy humano y creo que esos son los personajes que más me agradan.
Dato. Su próximo trabajo será, probablemente una colección de cuentos, dice Enrique Serna.
¿Podemos aprender algo del villano que hemos conocido en esta pandemia?
Sí. La ciencia debe predominar siempre sobre la política. Estamos viendo que en tres países de América: Estados Unidos, México y Brasil, estamos en el liderato del número de muertos y curiosamente son tres países gobernados por populistas que, al principio, minimizaron este problema y pretendieron que era una cosa muy simple de resolver. No tomaron a tiempo las medidas adecuadas porque no les convenía políticamente y ahorita estamos pagando las consecuencias.
En la Genealogía de la Soberbia Intelectual, las redes sociales son un espacio para vegetar en voz alta. ¿Tiene una opinión tan negativa de esos espacios?
Son un arma de doble filo. Pueden ser usadas para enriquecernos intelectualmente, para difundir ideas que le aporten algo bueno a la sociedad. De repente son utilizadas para cultivar el odio, como ha ocurrido en muchas campañas electorales en distintas partes del mundo. La resurrección del fascismo, del racismo, antes era impensable porque en los medios de comunicación había filtros que impedían que hubiera contenidos abiertamente racistas. Ahora en las redes sociales ya no existen los filtros de ninguna clase. Esto ha provocado que a algunos jóvenes incautos, sin memoria histórica, les parezca simpático, por ejemplo, que Donald Trump ataque a los mexicanos o que en otras partes del mundo se ataque a los inmigrantes marroquíes. Eso es un aspecto nefasto de las redes sociales contra el cual tenemos que diseñar mecanismos para defendernos.
¿Hay espacio para el debate cuando las posturas se radicalizan? ¿Por ejemplo en la “cultura de la cancelación’’?
Creo que son un abuso de poder por parte de algunos sectores de la sociedad que están muy fanatizados. Cualquier cosa que signifique censurar, prohibir que alguien manifieste algo con una actitud muy susceptible, quisquillosa, me parece nefasto. En cualquier caso creo que todo se debe de permitir. No debe haber censura ni nada y que la gente tenga el criterio para decir si algo le conviene o no.
¿Revisaría su obra con esta lupa?
Me tendrían que cancelar muchas cosas ¿no? (...) En mi obra hay personajes masculinos nefastos y personajes femeninos nefastos, pero no porque yo sea misógino. En todo caso soy misántropo. Odio al género humano en su totalidad.