#ExpresoDeCabaret Malú Mícher: De la música a la revolución social
Cuando les dijo que quería dedicarse a la comedia musical, su familia se escandalizó: “¿es que quieres ser una vedette?” Pero cuando les confesó que quería trabajar por la justicia social le dijeron: “regrésate a ser vedette”
Su camino más que largo ha sido lleno de sobresaltos. A los 11 años grabó una canción que Disney convirtió en una de las más emblemáticas, luego actuó en una comedia musical que escandalizó a su familia y le ganó el mote de vedette, y más tarde llegó a la ópera de Roma. Hizo una pausa. A los 20 años se fue a enseñar en zonas rurales y Malú Mícher comenzó su otra historia que volvió a causar un gran escándalo en su casa.
¿Cuando escucha It’s small world qué es lo que viene a su mente ?
— ¡Imagínate! Canté en el Conservatorio Nacional de Música la versión en español de esa canción. Los Estudios Disney llegaron al Conservatorio a buscar voces de niñas y niños que cantaran en el Club de Mickey Mouse. Tenía dos personajes: Jay-jay y Darlene. Cuando se abrió It’s small world en Disneylandia, en 1966, (atracción mecánica ubicada en varios países, cuya temática principal es la paz y diferentes culturas del mundo), vinieron a los Estudios Disney en México, nos grabaron a varios, les gustó mi voz y canté Qué pequeño el mundo es en español. Fui a Disneylandia hace cuatro años, me alcancé a escuchar y me puse a llorar. Nunca antes había escuchado esa canción con mi voz desde aquellos años en que la grabamos.
En el universo de las comedias musicales ¿cuál es su favorita?
— Hay dos películas musicales: The sound of music y Mary Poppins. Julie Andrews (actriz en ambos largometrajes) me fascina. Pero la comedia que me llevó a los shows musicales es Contigo, pan y cebolla de los Hermanos Zavala. Era la historia de una chava que leía muchísimas novelas y siempre estaba pensando en que la iba a raptar su Romeo, pero el padre al darse cuenta, acuerda con el novio que en efecto, la rapte, pero que le dé una vida para la que no estaba preparada.
En comedias musicales, ¿cuál es su actriz favorita?
— Julie Andrews, pero Barbra Streisand es lo máximo.
¿Lo más atrayente de ella?
— Su feminismo. Hizo películas como Gentle, en la que era productora. Debía vestirse como hombre para que la aceptaran en la universidad. ¡Sus manos! Tiene unas manos preciosas y unas uñas encantadoras y, obviamente, su voz. Es una mujer con causa: abrió una organización de defensa a las mujeres. Barbra es para mí lo mejor de lo mejor.
¿Y cuál sería su película favorita de Barbra?
— What’s up, doc? es extraordinaria. Es la mejor comedia hecha en San Francisco, California, Nace una estrella o Funny girl.
¿Entre política y canto hay
similitud?
— Uy, sí. La ópera tenía la encomienda de denunciar la vida misma: una realidad muy devastadora, una vida muy violenta o la infidelidad. Plasmaba problemas y tragedias. A veces, la situación del país puede ser riesgosa y la idea de la política es darle un rumbo distinto a los acontecimientos. Como en el canto, le das otro rumbo a esa tragedia.
¿Y qué es lo que le ha tocado desempeñar con más ahínco?
— En la música tuve que cambiar el piano por el canto porque por la extensión de mis dedos: me faltó alcanzar la novena, es decir, entre una nota y otra, repetida, en la escala musical. Tuve que recapacitar y opté por la ópera. Lo mismo me ha pasado en la política. Hay cosas que me han gustado mucho, pero hubo un momento en el que no pude aguantar cómo el PRD se tuvo que disciplinar al PAN y al PRI para sacar el Pacto por México a costa de como fuera. Dije “aquí no puedo seguir permaneciendo, debo ser consecuente con mis principios y mis ideales” y mi ideal no es participar en un partido que transa con sus ideales. Tuve que tomar decisiones, como las fui tomando en la vida.
¿Cómo en el canto, en la política también hay escalas en las que se vaya de una tesitura a otra?
— El arte de la música es el arte de la parte más profunda del ser humano. Entre el canto, que tiene diferentes tonalidades, así es en la política. A veces tienes que estar en la parte baja, es decir, en una parte donde no se alcanza a ver esa operación, en otras te toca sobresalir en una soprano coloratura o a veces te toca armonizar todas las voces. Y eso es lo que he tratado de hacer en la política, llamar a todas las voces a que se sumen: partidos y posturas políticas, organizaciones. Eso es lo que hace la música, pues suma sonidos y los hace una armonía.
¿Y en la música qué decisión tomó?
— Tuve que optar por dejar la ópera. A principios de los años 70 en Roma me puse muy mal de la cuerda vocal derecha. Tenía que dejar de hablar durante seis meses y dejar de tomar cosas muy calientes y muy frías, lo que era muy difícil por el clima de Europa. No renuncié a la música, sólo a la manera en la que estaba participando.
Pero ¿por qué ese salto tan radical de la música a la política?
— Estaba en el Conservatorio, donde tuve contacto con un grupo musical que quiero mucho, Los Hermanos Zavala (...) Participé en las comedias musicales que armaban. Después de haberme enfermado en Roma, en México me puse en contacto con los jesuitas, que acababan de cerrar sus escuelas, hacían labores en comunidades rurales y en el ambiente urbano en barrios y colonias. Me hicieron ver las injusticias y decidí cambiar esa parte, hacer la revolución en el trabajo comunitario.
¿Cómo empezó este cambio?
—A los 18 años conocí a los jesuitas; estaba en el coro, pero a los 20 años dije “se acabó, ya no más coro, vámonos a trabajar por la justicia y el cambio social”. Seguí cantando, ya no en un coro. Encontré a mi marido en estos grupos comunitarios; nos fuimos a alfabetizar y poco a poco fui cambiando la vida musical por la de la justicia. Incluso, mi marido y yo nos fuimos a vivir a una comunidad entre Silao y León, en Guanajuato, donde formamos un coro y hasta teatro.
¿Eso cómo lo tomó su familia?
— Cuando les dije que quería dedicarme a la comedia musical dijeron “¿es que quieres ser vedette?”, pero cuando les dije que quería trabajar por la justicia social dijeron “regrésate a ser vedette.
Fantasías animadas
Le pedimos a la senadora que nos respondiera a las siguientes preguntas si viviera en un mundo diferente:
¿Cuál sería su súper poder?
—Abrir y cerrar los ojos y despintarme por arte de magia. ¿Te acuerdas de Mi bella genio? Me gustaría que al pestañear dos veces todo lo que quiero cambiara: pestañeo dos veces y la comida está lista, la votación esté perfecta, todo mundo a favor…
Si sólo pudiera tener un pasatiempo, ¿cuál sería?
— Aprender percusiones.
Si pudiera cenar con un personaje histórico ¿cuál sería?
— Con Leona Vicario. Esa mujer dio la vida por la patria, vendió sus joyas para la Independencia, ayudó a transportar armas. Fue una mujer que se casó con Andrés Quintana Roo y pese a eso fue enjuiciada. Fue una mujer congruente, consecuente y la patria le debe mucho.
Entre ser la mujer más atractiva del mundo, pero también la más pobre o la más rica del mundo, pero más fea ¿cuál elegiría? —No, pues la más atractiva, pero más pobre.
¿Cuál es su palabra favorita?
—Principios
¿Por qué?
— Por que con los principios no se transa, con los ideales no se transa nunca, jamás.