Recuperarnos de ese virus del olvido
A Gordon le gusta bailar salsa, es vegetariano, no fuma ni bebe alcohol, pero le embriaga la energía de los otros “no sé si por neuronas de empatía”, y además está convencido que es tiempo de que los adultos maduren “hacia la infancia”
José Gordon tiene alma de gato. En la ranura de sus ojos azules, el divulgador de la ciencia, escritor, periodista y la nueva voz de La hora nacional, no sólo echa las monedas de la noche, como escribió el poeta Pablo Neruda, sino las experiencias y el conocimiento que los otros le aportan. Su mirada es de una curiosidad infinita y, como los gatos, es capaz de apreciar y de ver más allá de los límites de sus ojos.
La contingencia obligada le da la razón. Afuera, mientras luchamos por adaptarnos a una nueva cotidianidad en la que el uso del cubrebocas parece ya una parte habitual del paisaje, no podemos sino mirar a los otros. Vernos en los ojos de los otros.
¿Te gusta bailar, perrear hasta las lágrimas?
—No perreo, pero la salsa sí me gusta mucho. En las expresiones populares, más allá del lugar común en el que todo buen músico puede apreciar, hay expresiones muy genuinas desde lo más profundo del alma que expresa cierto pesar que se da en la sociedad y que sale y se expresa en esa música.
“Cuando conversé con Cronos Cuarte, me dijeron que ellos sentían lo mismo con el mariachi, había algo de alegría profunda, pero mezclado con un dolor que pulsaba. Esto te hace ver, y en este marco, a las expresiones de cultura popular con un gran respeto. Creo que el gran ejercicio es tratar de ver de dónde proviene una expresión popular y luego no nos damos cuenta de que expresiones que fueron muy refinadas surgieron de lo popular, como las óperas, como el vallenato.
“Un buen escritor es el que comparte los sueños de la tribu y tiene un oído fino para escuchar la sabiduría que ya se expresa en la calle y el mercado”.
¿Crees que hay belleza y profundidad en la herencia alburera de
los mexicanos?
—Claro. El albur es una zona. La sonrisa de la inteligencia es el humor y es reveladora de zonas que a veces no sabemos apreciar. En este caso está dicho con picardía. Mientras no lastime y hiera al otro, que es el límite que yo tengo, el que la palabra empiece a jugar a machismos y a posicionamientos que en el albur estén jugando con desigualdades, pero el albur bien planteado, sin deseo de herir al otro refleja una inteligencia que está jugando adelantadamente con el discurso del otro, como si fuera un juego telepático.
¿Pero no eres alburero?
—No, claro que los puedo entender eso sí, pero no está en mi naturaleza.
¿Palabrotas?
—De repente, se te puede salir aquí y allá. Eso es inevitable.
¿Hay algo que no te guste leer?
—Más que lo que no me guste, lo veo por el lado de lo que sí me gusta. Y lo que sí me gusta es todo aquello que abra mi conocimiento y la mirada. Yo prefiero ir por libros que son reveladores y en ese marco he tenido la fortuna de descubrir varias novelas, varios relatos que, por lo menos a mí, me han ayudado, aunque sea por milímetros, a crecer.
“Isaac Bashevis Singer tiene la capacidad de ahondar en la condición humana y darnos cuenta del mundo inmenso que cabe en otro ser, y eso te permite a no prejuzgar a las personas que tienes enfrente. Lo que tendríamos que hacer es propiciar las condiciones para que se revele.
“Juan José Millás tiene una novela que se llama Dos mujeres en Praga y la novela comienza así: aparece un anuncio de ocasión en un periódico que dice así ‘Usted pone la vida y nosotros le escribimos su novela’. Cuando platiqué con él, me dijo que todos merecíamos tener una novela o un relato de lo que nos ocurre, pero dado que esto sería imposible, la ventaja es que podemos tener otras novelas en las que podemos ver un espejo de lo que estamos viviendo. Y el hecho de empezar a ver los episodios de nuestra vida de una manera interesante, inteligente y creativa, de una manera nos impulsa tal vez a que podamos hacer relatos en nuestra vida y en nuestras historias con una invitación a relatos más interesantes, más creativos”.
El albur es una zona. La sonrisa de la inteligencia es el humor y es reveladora de zonas que a veces no sabemos apreciar. En este caso está dicho con picardía. Mientras no lastime y hiera al otro”. José Gordon, Escritor, ensayista y novelista.
¿Te gustan los niños?
Pienso que como nunca debemos aprender de los niños. Hay un escritor que se llama Bruno Schulz, de origen polaco, fue traducido por Sergio Pitol, él decía algo así: ‘debemos madurar hacia la infancia, hacia la capacidad de asombro. Que siempre tiene lo inquietante, la pregunta de por qué, por qué y esa pregunta que no se agota y que a veces la educación de manera desafortunada quiere aplacar’.
El dato. El trabajo de José Gordon fue calificado por Augusto Monterroso como “dignificante de los programas culturales de la televisión”.
¿Qué significa “madurar hacia la infancia”?
Lo fundamental es una sensación de poder hacer todo tipo de preguntas, de una curiosidad que está viva, que luego se aplasta. Que quiere decir madurar en cuerpo adulto, pero sin perder la capacidad de asombro. Madurar hacia una inocencia que nos permite ver de manera más cálida al otro y que nos permita hacer todo tipo de preguntas.
“En ciencia se detienen las cosas cuando pensamos que hemos entendido prácticamente todo y nos quedamos en un paradigma, y tiene que venir un científico revolucionario que nos hace ver que había otras preguntas y otros ángulos que nos pueden revelar otros pasajes de la naturaleza. Y el niño tiene la capacidad de ver otros ángulos”.
¿Qué podemos aprender del encierro obligado?
—Los que tenemos la fortuna de quedarnos en casa, y también quienes no pueden hacerlo, tenemos la oportunidad tal vez de reflexionar como nunca qué quiere decir “casa”. Y esto para mí implica que quedarnos en casa no es tan sólo estar dentro de los confines y límites de las paredes en donde vivimos sino volver a casa.
“Nuestra casa es más amplia de lo que hemos pensado. Nuestra casa no se encierra en nuestras paredes, nuestra casa tiene que ver con el prójimo, con nuestro barrio, con nuestra ciudad, con nuestro país, con nuestro planeta y lo que ocurre es que hemos olvidado. Hemos perdido la memoria de que el otro forma parte también de nuestra casa y entonces, en este marco, las medidas que estoy haciendo hoy en día están encaminadas a tratar de recuperarnos de ese virus del olvido.
¿El Covid-19 es un virus del olvido?
—Creo que sus efectos son muy parecidos al virus al que alude Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad, cuando una epidemia de insomnio y de olvido se instala en Macondo. La gente empieza a olvidar las memorias de la infancia y luego los nombres de las cosas. Para tratar de recuperarlos marcaban los objetos y escribían el concepto. Cuando olvidaron los conceptos, José Arcadio se dio cuenta que quizá podrían reconocer los nombres de las cosas, pero no su utilidad. Por ejemplo, ‘esto es una vaca, la vaca sirve para dar leche, la leche se hierve y se toma café con leche’, decía con cierta ironía Gabriel García Márquez.
“Pero luego se van olvidando los nombres, los conceptos e incluso se va perdiendo los confines de nuestra identidad y se nos borran los conceptos y creo que algo similar ha estado pasando desde hace tiempo: estamos olvidando a quien tenemos enfrente y cuales son los nombres de las personas y de las ideas que debiéramos de apreciar y en este olvido perdemos el ser y entonces, quedarse en casa, realmente significa la oportunidad de regresar a casa, de recuperar nuestra memoria y nuestra identidad para enfrentar este virus del olvido del otro, que nos rodea”.
¿Es nuestra oportunidad de poner letreros a las cosas?
—Es la oportunidad que más que poner letreros a las cosas, volver a identificar quienes somos. Porque los letreros son un camino que indica la dirección en donde se encuentra la realidad y entonces cuando tenemos un amigo saber qué quiere decir amigo, no tan sólo en la palabra amigo, sino verdaderamente descubrir la riqueza que está en el interior del otro.
“El problema que tenemos es que etiquetamos a los otros, los encasillamos. Somos como una especie de entomólogos que toman un alfiler y clasifica a la otra persona como si fuera un insecto y creo que eso es algo que todos lamentamos profundamente. Cuando tu vez que un amigo de repente cree que sabe cómo eres y te encasilla, creo que eso es algo terrible porque sientes que tienes una pérdida enorme porque no pueden apreciar toda la riqueza que está en tu interior, toda la imaginación y la creatividad que, aunque a veces no se exprese, está ahí. Volver a recuperar esa riqueza.
“Ésta es quizá la oportunidad de vernos a los ojos, de tratar de saber quienes somos, más allá de los prejuicios que tenemos los unos de los otros y recuperar toda la riqueza, interioridad y sensibilidad que está en el otro y que no la solemos apreciar. De hecho Carlos Fuentes decía que destruimos al otro cuando somos incapaces de imaginarlo”.
Gran parte de la generosidad que recibimos en casa tiene que ver con la comida ¿sabes cocinar?
—Yo cocino mis quesadillas. No tengo el gusto de conocer bien el arte de la cocina. Soy vegetariano, pero no por ninguna razón religiosa ni mucho menos. Me acuerdo que alguna vez le preguntaron al premio Nobel de Literatura, Isaac Bashevis Singer, que también era vegetariano, si lo era porque se preocupaba por sus propias arterias y él decía con humor que a él le preocupaban las arterias de los pollos. En mi caso no es eso. Desde pequeño no tenía el gusto para comer carne. Fue algo que naturalmente se dio en mí. Disfruto mucho de la comida en los gustos vegetarianos que puedo apreciar. Y las quesadillas son maravillosas.
¿Sabías que? José Gordon nació en la Ciudad de México, en 1953. Es ensayista, narrador y periodista. Ha sido conductor de los programas culturales 9: 30, Luz Verde y La oveja Eléctrica, de Canal 22.
¿Y tus quesadillas llevan queso?
—Sí,
ese es uno de los elementos tan sensacionales de la cultura mexicana. Quesadillas de frijoles, quesadillas con raja y quesadillas con queso. Eso es precisamente lo que ocurre en la ciencia. En la Ciencia también empezamos a darle nombres a las cosas que luego ya no corresponden a la realidad. La correspondencia de los nombres y la realidad es tan amplia que a veces no se deja catalogar. Se le llamó átomo a algo que era indivisible, pero hoy sabemos que los átomos están compuestos de quarks, de protones, de electrones y decir átomo es decir algo que no corresponde a la realidad. Pero el concepto permanece, como átomo y quesadillas. Le seguimos diciendo quesadilla a todo lo que está envuelto en una tortillita, así bien sabrosa.
Prefiero ir por libros que son reveladores y en ese marco he tenido la fortuna de descubrir varias novelas, varios relatos que, por lo menos a mí, me han ayudado, aunque sea por milímetros, a crecer.
José Gordon,
Novelista, ensayista y divulgador de la ciencia.
¿Puedes imaginar cómo será la normalidad después del Covid-19?
—Va a ser difícil. Yo creo que estamos en territorio inéditos como nunca y creo que es un territorio que vamos a construir conjuntamente, y que las ideas que podamos jugar y que podamos compartir, la inteligencia y la imaginación para hacer sensibles de verdad al otro, si lo expresamos y lo planteamos de maneras correctas yo creo que tenemos una oportunidad, pero en medio de una crisis. Está en nosotros construirla, no está dada, como tampoco está dada la catástrofe del todo.
“Vienen tiempos muy críticos, pero yo quiero pensar que cuando, en alguna ocasión, mi hijo cuando estudiaba en la universidad me dijo ‘papá, mientras más estudio más me doy cuenta que este mundo ya no tiene salidas’ y unos días después tuve oportunidad de conversar con Mario Molina y él hablaba del efecto mariposa. Él fue amigo de Edward Lorenz que acuñó el término y el efecto mariposa te habla de que una pequeña perturbación, el aleteo de una mariposa, el problema en el cambio climático tenía que ver con una serie de problemas que habían llegado a este momento en el que estamos teniendo sequías e inundaciones y huracanes que se han incrementado, pero el problema es no reconocer que algo que no vemos puede tener efectos tan drásticos.
“Efecto mariposa en el que en lugar de generarse una tormenta se pudiera generar un torrente creativo, es decir, que pasa si el aleteo de un pensamiento en tu cerebro crea una coherencia entre tu funcionamiento a un nivel en donde empieza expresar un torrente de creatividad. De ahí surgen las grandes obras imaginativas, empiezan con el aleteo de un pensamiento que se empieza a mover por aquí y por allá y que puede desembocar en Pedro Páramo, en Noticias del Imperio o en Piedra de Sol. El pequeño aleteo de un pensamiento puede desembocar en un torrente creativo y Mario Molina me dijo que sí. ¿Vamos a salir? quien sabe, pero ya hay una lucecita en el camino porque la ciencia se tomó la tarea paciente de dimensionar de qué tamaño son las cosas”.
El problema que tenemos es que etiquetamos a los otros, los encasillamos. Somos como una especie de entomólogos que toman un alfiler y clasifica a la otra persona como si fuera un insecto.