La renuncia de Omar García Harfuch a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de México fue una sorpresa que no sorprendió. Oficialmente se sumará al equipo de Claudia Sheinbaum, que volverá a ser su jefa como precandidata presidencial, pero por los tiempos en que dimitió, a horas de concluir el plazo legal para aspirar a un cargo de elección popular, se da por hecho que buscará la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, aunque García Harfuch es un activo para Sheinbaum por la buena imagen que tiene en la capital, también es un riesgo por los flancos vulnerables que tiene.
Nadie podría afirmar en este momento que el destino de García Harfuch sea efectivamente la Ciudad de México, como tampoco está claro hasta dónde llegará el aval del presidente Andrés Manuel López Obrador para el exjefe de la seguridad capitalina, que tiene fuertes enemigos dentro y fuera del gobierno. Pensar que Sheinbaum logró imponerlo como futuro candidato puede ser prematuro, aunque la creencia convencional es que así será por el pragmatismo del presidente.
García Harfuch luce como la carta más fuerte de Morena para mantener el poder en la Ciudad de México por los números que tiene en las encuestas de popularidad y sus positivos entre los ciudadanos. El
de Polls Mx, lo ha mantenido desde enero al frente de todos los aspirantes al cargo, relegando a Clara Brugada, la alcaldesa de Iztapalapa, el granero de votos de Morena en la zona metropolitana, y a Santiago Taboada, el alcalde panista en la Benito Juárez. Siempre superó a Xóchitl Gálvez, y al senador Ricardo Monreal, a quien López Obrador le ofreció, por interpósita persona en diciembre, la candidatura de Morena.
La conversación sobre las aspiraciones de García Harfuch detonó hace una semana con la entrevista de primera plana en La Jornada, publicada con el mismo formato de las que hizo a Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, al inicio de la campaña por la candidatura presidencial. García Harfuch dijo que era para hablar de seguridad, pero lo que salió fue otra cosa. El escaparate le sirvió para decir que tiene buen trato de López Obrador -que no es cierto-, que la estrategia de seguridad de la Ciudad de México es igual a la federal -que tampoco es cierto-, y las preguntas que le hizo el experimentado reportero Miguel Ángel Velázquez, iban y regresaban todo el tiempo sobre la gobernación de la capital.
En ningún momento expuso abiertamente su deseo para contender por la Ciudad de México, pero tampoco rechazó tajantemente la posibilidad. En cualquier caso, crujió maderos en Morena por la cercanía de Sheinbaum con él, que ha logrado, hasta ahora, eliminar algunos prejuicios del presidente para que le permitiera seguir midiéndose en las encuestas, coronado por la entrevista en La Jornada.
En este camino atropelló Sheinbaum a viejas aliadas, como Brugada y la secretaria de Seguridad Pública federal, Rosa Icela Rodríguez. Magulló los deseos de Mario Delgado, líder de Morena, que quiere canjear los servicios prestados al presidente por su viejo sueño de ser jefe de Gobierno capitalino, y confunde a quienes recibieron instrucciones de López Obrador para comenzar a promover como candidata a la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde.
El brinco de García Harfuch lo recoloca, además, en la línea de fuego de la Fiscalía General de la República y de un sector del gabinete de seguridad.
El fiscal Alejandro Gertz Manero tiene una fuerte animadversión contra Sheinbaum, aunque no se metió con ella como jefa de Gobierno para evitar un conflicto con el presidente. Pero a quien sí le hizo la vida imposible fue a García Harfuch, que en octubre de 2019 fue obligado a renunciar a la Agencia de Investigación Criminal, dependiente de la Fiscalía General, siendo rescatado por Sheinbaum al nombrarlo secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de México, ganando la partida al fiscal, al quedar como responsable Francisco Almazán Barocio, cercano de García Harfuch.
Dentro del gabinete de seguridad también hay funcionarios que no dejan de señalarlo como uno de los responsables de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, al haber sido el jefe de la delegación en Guerrero de la Policía Federal en aquellos tiempos, y afirmar que estuvo involucrado con la banda criminal Los Rojos, que tenía infiltrada la normal. Las versiones oficiales de los gobierno de Enrique Peña Nieto y López Obrador, coinciden en que los normalistas fueron desaparecidos por una confusión de esa banda rival de Guerreros Unidos.
García Harfuch ha negado responsabilidad en el crimen, y sostiene que no estaba en Guerrero cuando desaparecieron los normalistas. Las imputaciones contra él no se refieren al día que se cometió el crimen, sino por su presunta relación con Los Rojos, pues el celular de uno de los sicarios registraba varias llamadas al número de García Harfuch. Aunque parece una prueba circunstancial, está permanentemente en la mira.
Lo mismo sucede con el Cártel Jalisco Nueva Generación, que quiso matarlo en la Ciudad de México en junio de 2020 en venganza porque como comandante policial en el gobierno de Enrique Peña Nieto, detuvo al jefe de plaza de esa organización en Puerto Vallarta, Mauricio Varela, vinculado al secuestro, tortura y asesinato de dos agentes de García Harfuch. Desde entonces, sus medidas de seguridad se incrementaron; su familia salió del país y no duerme en el mismo lugar. La posibilidad de que sufra un nuevo atentado es tan grande que una campaña electoral pondría en riesgo a los asistentes a mítines y reuniones.
Si los positivos de García Harfuch entre la gente son altos, los negativos en los flancos abiertos que tiene dentro y fuera del gobierno parecen demasiado poderosos como para que se concrete su candidatura al gobierno de la Ciudad de México. Pero todo es posible aquí, y el acomodo de piezas en el gobierno y Morena, irá mostrando hacia dónde va el presidente, Sheinbaum y su colaborador estrella.
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