No le ha bajado el mal humor al presidente Andrés Manuel López Obrador desde el viernes pasado, cuando tuvo que afrontar a la opinión pública y torear el porqué su hermano Pío recibía millones de pesos regularmente para acciones políticas. Como no puede acusarlo de corrupto, como hace con ligereza cuando se trata de quienes no son incondicionales, ha querido taparlo con disparos de escopeta, con lo que está minando el acuerdo que negociaron el fiscal Alejandro Gertz Manero con el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, y reventando todo el trabajo que
hacen sus colaboradores para lograr los objetivos que busca el Presidente.
El miércoles aseguró que Lozoya no estaba diciendo todo lo que sabía sobre la corrupción de Odebrecht. Sin embargo, Lozoya ha hablado tanto de Odebrecht, que incluso afirma hechos que los testimonios de exejecutivos de la empresa ante la Fiscalía brasileña, lo desmienten. Lo que no mencionó en su denuncia fue su estrecha vinculación con Juan Carlos Tapia, propietario de Construcciones Tapia, a quien presentó con los directivos del conglomerado brasileño para que hicieran negocios.
La relación con Tapia fue tan productiva para Odebrecht, que una buena parte de los primeros cuatro millones de dólares que le dio como soborno –como afirmó el exdirector de la empresa en México, Luis Alberto de Meneses Wyell-, fueron por ese contacto. Forzar públicamente a que Lozoya hable más de Odebrecht rompería una vez más el pacto con Gertz Manero, que le permitió a Lozoya exonerar a Tapia de cualquier presunto acto de corrupción en su denuncia de hechos, y que no declara nada sobre lo que hizo con él y Odebrecht.
“Peor” que eso, magnificó López Obrador en un giro de tema, es que no señaló en su denuncia de hechos ante la Fiscalía General de manera “inexplicable”, todo lo relacionado con la planta de fertilizantes Fertinal, otra empresa que adquirió Pemex, en ese entonces dirigida por Lozoya. La realidad es que Lozoya sí tiene un expediente voluminoso sobre el caso el caso Fertinal, y la verdad es que este tema nunca estuvo entre los acuerdos con Gertz Manero, ni tampoco fue un punto que le pidieran que incluyera en su denuncia. Más bien, quedó implícito que no lo presentara en su querella.
La afirmación de López Obrador sobre la empresa deja mal a Lozoya y a su fiscal general, a quien, esto sí inexplicable, desautoriza. Lozoya denunció lo que le pidieron en la Fiscalía General, e incorporó a aquellos a quienes quiere cobrarle facturas del gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo que no está en su querella es que no se lo dictaron o aprobaron.
Fertinal no es la única explosión de López Obrador en esta semana de mañaneras impregnadas de muina. Este jueves dijo que Altos Hornos de México (AHMSA) debía reparar un daño por 200 millones de pesos por la venta a sobreprecio de la planta de fertilizantes Agronitrogenados, pues de otra forma sería castigada, lo que no parece una acción en busca de la justicia, sino producto de algo más cercano al berrinche. A principios de semana, dijo que había un nuevo dueño de AHMSA, que estaba dispuesto a pagar ese dinero. No es la primera vez que lo aseguraba, pero sí la primera donde lo desmintieron, que de sí es embarazoso, y afectó, de paso, la delicada negociación que tienen varios de sus cercanos colaboradores para que la empresa de Alonso Ancira, pase a manos de un acerero cercano a Palacio Nacional.
Con ello, nuevamente le propinó un revés político a Gertz Manero. La negociación con Lozoya incluía la denuncia sobre Agronitrogenados, pero habían acordado que él no declararía en contra de Ancira, que es su amigo, y que trasladaría toda la responsabilidad de la operación a Peña Nieto y al entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray. El exabrupto presidencial dañó los puentes que han ido construyendo sus asesores con Ancira y Lozoya, tanto para la venta a un aliado de la casa presidencial, como el blindaje que había negociado el exdirector de Pemex para su amigo.
La semana de la ira había comenzado temprano, el sábado, cuando afirmó que había un contrato “leonino” a favor de Braskem, la filial de Odebrecht, e Idesa, en el Proyecto Etileno XXI, por medio del cual el gobierno había subsidiado unos 15 mil millones de pesos. No era la primera vez que se refería a ello, pero sí fue la primera vez que la empresa, de manera directa, lo desmintió. Por la forma como acometió el Presidente, se llevó en el cauce otra parte del pacto Gertz Manero-Lozoya, y se disparó al mismo tiempo en el pie.
En su denuncia, Lozoya denunció a Braskem, pero no metió a las empresas mexicanas involucradas en Etileno XXI, ICA e ICA Fluor –que desde la transición se acercaron a López Obrador-, y cuidó sobremanera a Idesa, que cuando se negoció el proyecto durante el gobierno de Felipe Calderón, uno de sus consejeros era Javier Jiménez Espriú, muy cercano al Presidente y su primer secretario de Comunicaciones y Transportes, cuya familia política es la dueña de la empresa. Lozoya omitió por completo a ICA, y exoneró de toda culpabilidad en presuntos sobornos a Idesa. Ahora, la volvió a meter al potaje López Obrador.
El Presidente tendría que serenarse si no quiere seguir enterrando, desde el punto de vista jurídico, su gran caso contra la corrupción en México, y seguir agudizando las contradicciones que ensucian y desacreditan la negociación de Gertz Manero con Lozoya. Hay que reconocerle que es incontenible, lo que no siempre es un atributo. Como apuntaron ayer los exgobernadores de los bancos centrales de México y Brasil, Guillermo Ortiz y Arminio Fraga, en un artículo en el Financial Times, al igual que el presidente brasileño Jair Bolsonaro, López Obrador es una “bola de demolición” que todo destruye.
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